El Paraninfo de la Universidad de La Laguna (ULL) acogió el pasado, viernes 15 de febrero, una nueva edición de ULL Debates titulada La mujer y la niña en la ciencia. ¿Avanzamos hacia la igualdad de géneros? En la sesión participaron Marta Macho Stadler, matemática de la Universidad de País Vasco premiada en varias ocasiones por promover la igualdad de género en el ámbito científico; Carolina Martínez Pulido, bióloga y divulgadora científica con una amplia trayectoria en la ULL; y la también docente de la institución académica Sara González Pérez, profesora de Ingeniería Eléctrica y divulgadora científica. Moderó la periodista especializada en ciencia y tecnología Verónica Martín Jiménez.
Previamente, la sesión fue inaugurada por el vicerrector de Relaciones con la Sociedad, Francisco García, que introdujo el debate de la noche, el cual trató de dilucidar si se avanza hacia la igualdad de género en el mundo de la investigación. En su opinión, la respuesta es sí, “pero probablemente no con la suficiente intensidad”. También recordó que esta cita forma parte del programa de activadas Nosotras hacemos ciencia, organizadas en torno a la celebración del Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Tras su intervención, y como preámbulo al coloquio, se proyectó un monólogo de la científica de Diana Chiaramoni que denunciaba con humor la desigualdad sexual en el mundo de la investigación.
“La injusticia hacia las mujeres en el mundo de la ciencia resulta irritante”
El debate comenzó preguntando por qué existe el sesgo de género que impide el avance femenino en el mundo de la ciencia. Marta Macho matizó que no en todas las disciplinas científicas se da esa infrarrepresentación, pero sí es muy evidente en las ingenierías porque, desde que son niñas, se las dirige hacia ciertos ámbitos y no a otros. “Y curiosamente, no se las dirige a esos ámbitos en los que hay más prestigio, autoridad y dinero”.
Carolina Martínez señaló que en su ámbito, la Biología, no hay poca presencia de la mujer, pero sí le resulta “molesto” que no se les reconoce su aportación. Puso como ejemplo que, si se mira en un libro de texto, apenas salen mujeres cuando se habla de la investigación en genética, cuando hay muchísimas que realizaron aportaciones muy valiosas en el siglo XX. “La injusticia hacia las mujeres en el mundo de la ciencia resulta irritante”.
Sara González explicó que en los años 2000 había bastantes mujeres estudiando física, pero cuando ella comenzó sus estudios de ingeniera electrónica, notó la mayoría masculina, pero se dio cuenta realmente del sesgo cuando empezó a dar clases en los másteres de ingeniería, pues ha habido años en los que solamente tuvo una alumna. “Y esta situación, lejos de mejorar, empeora”. En su opinión, el problema viene de antes, “está en la cultura”.
Desmontando mitos
Carolina Martínez negó el mito que habla de la predisposición genética de las mujeres hacia tareas relacionadas con el cuidado, y achacó esa idea a la educación. También relató la cantidad de prejuicios que ha habido en torno a la supuesta inteligencia menos capacitada para la ciencia del sexo femenino, que se han demostrado falsos pero, aún así, han influido mucho en esos sesgos de género.
Marta Macho comentó que España está por encima de la media en número de mujeres dedicadas a ciencia y que, curiosamente, en países con fama de progresistas como los del norte de Europa, el porcentaje de científicas es muy escaso. A su juicio, tiene que ver con el prestigio social de las profesiones, que está reservado a los hombres. “Todo lo que tiene valoración y autoridad ante la sociedad lo aclaran los hombres”.
Sara González señaló que la creación de sesgos parte de la infancia, cuando a las niñas se las trata como frágiles princesitas mientras que a los niños, como aventureros. Los propios juguetes van predisponiendo: a ellas se les da muñecas mientras que ellos, juegos de construcción. A todo eso se le suman los mensajes que bombardean continuamente desde los medios de comunicación, en los cuales las mujeres suelen ser pasivas o “trofeos”. No aparecen roles femeninos de poder ni científicas y profesionales a las que se valore. A esto apostilló Marta Macho que está muy bien utilizar el juego para incentivar a las niñas hacia el mundo de la ingeniería, pero también hay que hacer lo contrario: incentivar a los niños para que ellos también asuman su rol como cuidador.
Más visibilidad
Otro asunto que se abordó es la necesidad de aumentar la visibilidad de las mujeres científicas. Para Marta Macho, los medios tienen mucho por hacer y citó, en ese sentido, el “techo de papel”, que es el que no muestra a las mujeres en la ciencia. Normalmente, no aparece nunca información sobre ciencia en los periódicos y, cuando lo hace, la protagonizan hombres. “En esto hay un tema perverso: un estudio reciente demuestra que los hombres que salen hablando de ciencia, aparecen mirando a cámara, reafirmando su autoridad, mientras que las escasas mujeres reflejadas no miran a cámara y aparecen haciendo alguna actividad. Es muy sutil, pero va calando”.
Un problema relacionado con la visibilidad es cierta presión social que fuerza a las investigadoras a ser “modestas”. De hecho, durante el debate se mencionó el caso de alguna investigadora que ha comentado que salir en un medio de comunicación la ha granjeado a posteriori críticas en su propio departamento. Sara González también señaló la necesidad de destacar en los currículos académicos la presencia femenina, para que la población escolar sepa desde una edad temprana que existen científicas.
El coloquio también tocó la polémica sobre si hay que imponer cuotas de presencia femenina o no. En opinión de Carolina Martínez, sí es necesario un apoyo legal porque “si se parte de una situación desigual, es necesario ayudar a quien tiene más obstáculos”. Aconsejó a las investigadoras se asociaran entre ellas, creando redes de investigación, de forma que unas se potencien a otras. Marta Macho también mostró su acuerdo con las cuotas, pero cree que a veces generan inseguridad a algunas mujeres que quieren que se las valore por su prestigio, no por una normativa. “Es necesario que haya mujeres en todas partes, y si no están, forzarlo”.
El efecto Jennifer y John
La matemática de la Universidad de País Vasco también se mostró favorable a que a la hora de asignar una plaza, en caso de igualdad de currículos se debería apoyar a la mujer. Para justificarlo, recordó un experimento realizado por la American Science Foundation llamado “el efecto Jennifer y John”, donde se presentó a varias convocatorias exactamente el mismo currículo con el nombre femenino y el masculino, y casi siempre era seleccionado el segundo. “Hay que tomar medidas positivas en favor de las mujeres porque si no, ya sabemos que John siempre va a pasar por delante de Jennifer”.
Otro punto de vista que aportó Sara González sobre el problema de la autoridad es que los investigadores líderes son los que deciden qué y cómo se investiga y, por ello, faltan voces y soluciones diversas. Puso por ejemplo que las prótesis de cadera son estándares, diseñadas para un hombre blanco caucásico de determinado peso, sin considerar que hay diferencias anatómicas entre sexos.