Cuando existe una discrepancia entre los genitales y el género a la persona se la considera trans. Dentro de este concepto, podemos destacar dos vertientes principales: transexual o transgénero, dependiendo de posibles tratamientos hormonales o quirúrgicos que se llevan a cabo para ajustarse a la imagen binaria que tiene la sociedad de hombre y mujer.
A finales de marzo se estrenó el primer capítulo de la serie Veneno, una obra de Los Javis sobre la vida de Cristina Ortiz, y decidí leer una entrevista que le hicieron a una de las actrices protagonistas, Jedet, influencer muy conocida.
En el transcurso de la conversación con el periodista, Jedet pregunta de forma retórica si podemos nombrar a una persona trans, joven y conocida en España. Intentando responder, me quedé en blanco. Como buena fangirl de RuPaul’s Drag Race conozco a varias personalidades extranjeras: Gia Gunn, Carmen Carrera, Miss Peppermint, Kylie Love… Pero, ¿españolas? Era imposible que no conociera a ninguna famosa.
Las personas con disforia de género son invisibilizadas, estigmatizadas y en algunos casos extremadamente sexualizadas. No basta con hacerles sufrir todo tipo de violencia y discriminaciones, además parece que hay un consenso común para hacerles sentir que no encajan en la sociedad. La desinformación es un arma de destrucción masiva que, acompañada con una educación inadecuada y creciente transfobia colectiva, está destruyendo los cimientos de una lucha imprescindible por la igualdad.
En 2018, se publicó la nueva (y polémica) Clasificación Internacional de Enfermedades, y muchísima gente aplaudió que la OMS admitiera que la transexualidad no era un trastorno mental y de comportamiento. Actuando como si de verdad la hubieran despatologizado, pero en realidad lo único que hicieron fue cambiarle el nombre a «Incongruencia de género». Hoy en día, una persona trans tiene que someterse a un reconocimiento sanitario, realizado por un profesional que diagnostique esta condición y que les permita obtener derechos tan simples como una documentación oficial de acuerdo a su género.
«Siempre existe gente que intenta desprestigiar la autodetermiación de género y la identidad de cada individuo»
Sin embargo, la despatologización de este grupo dentro del colectivo LGTB, no es el único foco de actuación. Existe una presión extra hacia estas personas incluso en otros movimientos de defensa de los derechos fundamentales, como, por ejemplo, el movimiento feminista. Durante las fechas que rodearon el 8M se reabrió el debate de si las mujeres que no son cisgénero son realmente mujeres, aunque es evidente que el feminismo debe ser interseccional. Por desgracia siempre existe gente que intenta desprestigiar la autodetermiación de género y la identidad de cada individuo, y tratan de crear nuevas categorías completamente absurdas y ridículas dentro del conjunto trans, como el mito de las personas trans-edad o trans-especie.
Cada 31 de marzo se celebra el Día Internacional de la Visibilidad Trans y la mayoría pasamos esa jornada sin saber que estábamos conmemorando algo tan importante. Está normalizado que pasen desapercibidas y que sean reconocidas (si es que lo son, en algún punto) por el simple hecho de tener este tipo de disforia, en lugar de su talento o habilidades.
Yo, siendo una mujer cisgénero, jamás entenderé lo que supone ser juzgada y clasificada por no estar de acuerdo con lo que dicta mi genética. No sabré lo que se siente al entender que lo que la biología me asignó al nacer no representa cómo, ni quién me siento. No debería suponernos un esfuerzo preguntar a alguien qué pronombres utilizar y emplear el nombre con el que se presenta en lugar del que aparece en sus documentos. Creo que a nosotros como sociedad no nos cuesta nada mostrar empatía hacia este grupo, cuyo único defecto parece ser el hecho de mostrarse como seres humanos libres.
