Verónica Luis trabaja para la Fundación desde el año 2008. Foto: A. Fernaud

«Trabajar en la ONCE me llena»

Solidaridad

«Soy una persona de movilidad reducida, no me puedo mover como te mueves tú»

Su nombre es Verónica Luis Rosquete y es de esas personas que vemos a diario pero que pasan desapercibidas. Desde que perdió la visión en 2008 trabaja todas las mañanas vendiendo lotería en Santa Cruz de Tenerife. Antes de formar parte de las más de 4,3 millones de personas con algún tipo de discapacidad en España, trabajaba en el diseño web y gráfico. Tenía un título universitario, un trabajo y una pareja estable, pero la distrofia macular viteliforme de Best (BVMD), una enfermedad genética, le fue dejando sin visión. Ella misma acepta que «es un cambio enorme pero al final te acostumbras».

En cuanto a su trabajo actual admite que «me llena muchísimo, estoy en el quiosco protegida, sentada y con un buen salario. Aunque es cierto que a veces viene gente a engañarte o tomarte el pelo, da un poco de miedo». Decidió afiliarse a la ONCE el mismo año que perdió la vista, lo primero que hicieron fue llevarla a un oftalmólogo contratado por la Fundación, donde le hicieron las pruebas necesarias para convertirse en afiliada. «Una vez te unes tienes unos derechos y accesos a determinados servicios que te proporciona la asociación», explica. Rosquete destaca la posibilidad de optar a psicólogos, rehabilitación visual, ayudas ópticas, clases especializadas, etc. «Dentro de estos derechos tienes el de trabajar vendiendo cupones, para ello el Gobierno te debe dar la minusvalía de por lo menos el 33 %», comenta. En su caso es del 83 %.

«Mucho más que vender lotería»


Rosquete explica que la ONCE es mucho más que vender lotería, también tiene contratos con empresas externas, desde supermercados a tiendas de ropa. Así, indica que «las personas con discapacidad que decidan no trabajar vendiendo cupones pueden dedicarse a otro ámbito que se ajuste a sus habilidades». Además, para optar a estos cargos no es necesario afiliarte a la Fundación, solo tener algún tipo de minusvalía. Igualmente, unirse tiene muchas otras ventajas. «La mayor a nivel personal es que tienes derecho a todos los servicios, por ejemplo, poder usar el bastón o tener un perro guía», declara.

Asimismo, señala que se critica mucho a la juventud pero son el rango de edad que más empatiza, más incluso que la gente mayor. «Me ha pasado estar esperando en el semáforo y alguien joven me indique cuando se pone en verde. O en el tranvía me ceden el sitio. La gente de mi edad eso no lo hace», destaca. Por otro lado, el trato con personas desconocidas en su día a día es distinto al de cualquiera. Cuando va a un bar o cafetería sola lo primero que hace es indicarle a quién le atienda que es invidente y su nombre: «Yo también tengo que empatizar y entender, a mí no se me nota que no veo, por eso aclaro la situación, por beneficio mutuo».

Sheilo es su perro guía y su mejor amigo. Foto: A. Fernaud

Su perro guía, Sheilo, lleva con ella desde el 2013. Es su mayor ayuda al caminar y su mejor amigo. «Cuando lo cogí tenía a mi pareja ayudándome y todavía tenía resto visual, es decir veía sombras y luces. Sheilo ya tiene doce años y lo van a jubilar, así que estoy practicando a desplazarme con el bastón, no me queda otra», explica. Rosquete aclara que al principio no fue usuaria de bastón, lo usó muy poco, de día podía caminar bien pero de noche se desorientaba, por eso decidió coger a su perro guía porque «tener a Sheilo es volver a ver, el perro te quita todos los obstáculos».

En los últimos años se han logrado gran cantidad de avances tecnológicos, algunos ayudan a las personas con falta de visión. Rosquete destaca que el iPhone es el único sistema operativo que es accesible 100 %, puede chatear o llamar, entre otras cosas. «Hay aplicaciones en las que si tu me mandas una foto por WhatsApp me describe cada característica al detalle. Es una pasada», cuenta. También a la hora de desplazarse por la ciudad, en los semáforos tiene un mando con el que «puedo activar, la cámara del mando detecta sí está en rojo o en verde». Ella normalmente va por las calles que tienen el sistema sonoro activado, pero cuando no es posible, el uso de este dispositivo es muy útil.

«Gracias a los avances tecnológicos puedo ir al cine y al teatro»


Dentro de las consecuencias de perder la visón existen las positivas, como el trabajo que tiene, en el cual ha conocido a gente afiliada de la ONCE que no hubiese conocido bajo otras circunstancias. «Obviamente escucho música, leo libros, veo películas y series, las que estén audio descritas», comenta. Además, puede hacer uso de los 20 000 libros que tiene la biblioteca de la Fundación. «Puedo ir al cine, me ayudo de una aplicación. Escucho la película del cine, o sea el sonido original, la aplicación se sincroniza con este y me describe lo que sucede en las escenas», manifiesta. Asimismo, cuenta que en el teatro también ocurre, el Guimerá, por ejemplo, lo aplica en algunas de sus obras.

Por otro lado, están los rasgos negativos. «La pérdida de visión es un duelo, pero la vida sigue, el mundo no se para porque algo horrible te haya pasado a ti», explica. Además, confiesa que la persona se convierte en dependiente para absolutamente todo. «Hay cosas que quiero hacer y no puedo porque no veo, es tan simple como eso», añade. Finalmente, Verónica Rosquete concluye: «Con el paso del tiempo empiezas a entender a otras personas con discapacidad, cuando tú tienes tu vida normal, sin problemas, no te das cuenta simplemente».

Estudiante de Periodismo de la Universidad de la Laguna y periodista multimedia. Además de directora de Instagram y TikTok del diario: periodismoull.es. Entusiasta de la moda, de conocer nuevas culturas y del periodismo de calidad.

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