Se divide en una serie de actos que arrancan bajo un ambiente de época en manos de Javier Martín y su banda sonora.  Con esta versión que contiene tanto hechos reales como dramatizados escenificaron la vida del poeta en la ciudad granadina de los años treinta. La muerte digna que no pudo tener y ser testigo de cómo sus creaciones lograron que el eco de su voz y de su pluma esté más vivo que nunca.

Horacio Roldán, primogénito de una de las familias más reputadas de la Vega de Granada, descubre la estrecha conexión entre su propia gente y la próxima obra de Lorca, motivo por el que se verá obligado a defender el honor de sus familiares, convirtiéndose en el primer responsable directo del asesinato de uno de los mayores poetas y dramaturgos de la historia de España. Interpretado por Armando Jerez, realizó una actuación que el público definió como brillante siendo el principal enemigo del protagonista. Su ira y posterior remordimiento le hacen cuestionar sus acciones. La obsesión por convertirse en un orgullo para su padre enfermo, quién odia a la familia García, es el detonador del suceso.

Alejandro Fuertes, en el papel de Lorca, alcanza transmitir la energía y entusiasmo que tenía el dramaturgo por vivir. Y eso recaló desde el primer acto en los asientos del Paraninfo. Un joven escritor que ha estado elaborando su próxima obra en base a las vivencias extraídas de otra familia, adaptada a su particular visión de la sociedad. Con su amado Rafael esperándole en secreto, se refugia en escribir y deja en manos de su amiga periodista la publicación de un artículo aún sin finalizar. Roldán lee el periódico local y asimila rápidamente la inverosímil exactitud que tiene la historia con sus vidas, relatadas desde una perspectiva negativa. «Bernarda Alba, mujer autoritaria, dominante, clasista, hipócrita, intransigente», recita refiriéndose en realidad a Francisca Alba. Ella, enfurecida responde a Horacio: «Todo el mundo en este maldito pueblo creerá la palabra de Federico, esta sarta de mentiras extinguirá la influencia y poder de nuestra familia».

«Esto por rojo y por maricón»

Es 1936 y asesinan a Calvo Sotelo. Federico hace las maletas y busca un refugio en el que esconderse. Se ha declarado el estado de guerra. Su madre muy angustiada le advierte:  «Estás cavando tu propia tumba», a lo que él responde: «El teatro es un espejo de la realidad, es poesía y literatura». La guardia civil busca el paradero de Fernando de los Ríos, uno de los republicanos más perseguidos y quien tiene una gran relación con el protagonista.

Con un ambiente estremecedor en el salón de actos, los guardias dan con el paradero: la casa de los Rosales. El hijo, Luis Rosales, era falangista e íntimo amigo del escritor. Logran atraparlo y una vez en manos de la autoridad, Lorca entristecido relata en alto: «Cuando yo me muera, enterradme con mi guitarra bajo la arena. Cuando yo me muera, entre los naranjos y la hierbabuena. Cuando yo me muera, enterradme si queréis en una veleta. Cuando yo me muera».

Horacio, atormentado por lo que ha propiciado, se hace pasar por cura para aconsejarle que confiese todo. Pero ya es demasiado tarde, aún sin nada que revelar, el poeta desesperado se desgañita gritando: «¡Lo confieso, lo confieso!». Los guardias ríen a carcajadas mientras lo trasladan junto a los demás presos. Uno por uno, empiezan a encañonarlos, tan cerca, que solo es necesaria una bala para acabar con sus vidas. Hasta que llega el último turno, el de Federico. Qué tras un disparo, aún sigue vivo. El guardia civil que más inquina mostraba hacia él carga la escopeta, apunta y lleno de rabia alza su voz: «Esto por rojo y por maricón».

Tras más de una hora y media de espectáculo llegó el acto final que simbolizó su muerte. Comenzaron a caer las hojas del guion quemadas hacia las butacas. Poco tiempo después, se cerró el telón y encendieron las luces de nuevo. Con el público en pie, solo se escuchaba un ruido ensordecedor causado por los numerosos aplausos. Un acto de gratitud debido a la representación de calidad brindada a quienes estuvieron presentes.

El espectáculo comenzó con una voz en off contextualizando el tiempo y el lugar. Con esto, el público entendió que se encontraba en la Sevilla del siglo XVI y que dos hombres estaban a punto de reencontrarse. Al abrir el telón se observó a una divertida tabernera vitoreando y dando palmas. Los presentes se sumaron alegres mientras los personajes subían por las escaleras del escenario.

Don Juan, interpretado por Armando Jerez, y Don Luis, por Andreas Figueiredo, se reunieron y presumieron de las hazañas que habían realizado el último año. Ambos alardearon con respecto al número de muertos que consiguieron en batalla y las mujeres que conquistaron. En este punto, comenzó la trama que marcaría el destino del protagonista. Aceptó una apuesta: seducir a la prometida de un compañero y a una novicia que estuviera a punto de hacer sus votos a la Iglesia.

Comienza la apuesta

El drama siguió con el coraje del protagonista. Consiguió conquistar a la inocente Doña Ana de Pantoja, futura esposa del amigo que propuso el reto. Quedaba lo más complicado, enamorar a una religiosa. Para ello, recibió la ayuda de una bruja pizpireta, llamada Brígida, que se convirtió en una celestina. Esta figura fue imprescindible para el desarrollo de la obra y proporcionó un toque humorístico gracias al carisma de la actriz que la interpretó, María Rodríguez.

Sandra Hernández, en el papel de Doña Inés, se quedó a solas con el galán. La audiencia se mostró expectante al famoso monólogo que venía a continuación. Jerez lo recitó con dulzura:»¿No es cierto ángel de amor que en esta apartada orilla, más pura la luna brilla y se respira mejor?». El romanticismo se plasmó en un beso afectivo y un amor intenso.

Duró poco, puesto que aparecieron en escena Luis Mejía y el padre de Doña Inés con la intención de matarlo. Se batieron en duelo dejando al público con la respiración contenida. Esto iba acompañado por una música rápida que generaba tensión. Acabó con sus rivales, pero por desgracia el padre de la novicia es el Comendador de Calatrava, la máxima autoridad de la orden militar y religiosa. La única forma de evitar su castigo es huir de España, y eso fue lo que hizo. 

Se cierra el telón

Hubo un descanso para diferenciar las dos partes de la obra de Zorrilla. La segunda parte contó con la actuación de Satomi Morimoto, una cantante y pianista japonesa que regaló a la audiencia unas hermosas piezas musicales. Su voz y el piano estaban acompañados de un contrabajista. Con la emoción cargada en el ambiente salió niebla del escenario y se mostraron tres esculturas blancas y un ataúd en medio.

El protagonista regresó de su exilio y se dio cuenta de que el amor de su vida había muerto. Su figura apareció detrás, en lo alto, y le habló como un espíritu. Él salió de escena y la estatua del Comendador se movió alzando su espada. Después, el personaje principal regresó al escenario y organizó una cena, pero los difuntos le perseguían y le atormentaban. En un momento de locura luchó contra sus invitados, pero no consiguió ganar.

En la escena final vemos a Tenorio de rodillas. Son sus últimos momentos de vida y debe arrepentirse de sus errores para que Dios le perdone. El espíritu de su amada repetía que «el amor salvará a Don Juan a los pies de la sepultura». Él agonizaba y rezaba para que pudieran reencontrarse en la eternidad. En su último aliento admitió su final y exclamó que: «Es el Dios de la clemencia, el Dios de Don Juan Tenorio».

Es costumbre representar esta función el día de los muertos en sitios de España y de Latinoamérica, dado el trasfondo místico y religioso que posee. Esto se refleja en el último acto, donde el protagonista vuelve de su exilio y se encuentra en un panteón donde están enterradas todas las personas relevantes de su vida. Se levantan y hablan con él en forma de espíritus. La compañía tinerfeña Timaginas Teatro fue quien introdujo esta tradición en la Isla hace quince años. La primera escenificación fue un éxito y la siguen haciendo cada año hasta la fecha.

Referente del teatro en Canarias

El grupo teatral se fundó en 2009. Ofrece clases de interpretación en colegios y en su propia academia. Además, se ha convertido en un referente del teatro en Canarias y su influencia cultural es imprescindible, ya que ponen en escena clásicos de la literatura española. Su prestigio va en aumento y en la actualidad interpretan piezas originales de la compañía en el Teatro Arlequín de Madrid.

Armando Jerez, actor principal y dueño de la Fundación teatral, comenta que «es una responsabilidad muy grande, dado que si hay un mal Tenorio se cae la obra». Añade que al interpretarlo tiene «sentimientos encontrados» puesto que el personaje pasa por «muchos estados de ánimo». Del mismo modo, explica la dificultad del final: «La última escena es la más fuerte porque son los últimos segundos de vida del personaje, pero es una sensación muy bonita porque escuchas el aplauso del público al cerrar el telón».

A sus 21 años, Eduardo Zerolo ya ha hecho más de quince obras de teatro y 27 cortometrajes como el de Quimera de Candido Pérez de Armas, que ha sido el que más le ha ilusionado.  Sin embargo no puede decantarse por ninguno: «Creo que cada uno es un mundo que tiene sus pros y sus contras. Elegir entre uno de los dos me es imposible por el hecho de que adoro actuar en ambos».

Además, tiene varios referentes en los que se inspira para poder realizar su trabajo de una manera correcta. «Principalmente en quién yo me inspiro es en los dueños de la academia en la que trabajo, Armando Jerez y María Rodríguez, que arrasan con obras como Don Juan Tenorio o La casa de Bernarda Alba«, señala.

Trabajar como actor en Canarias es bastante complicado ya que se trata de una región que se encuentra muy alejada, aunque es cierto que en los últimos años se ha visto un cambio positivo en la industria. Según el intérprete, «a nivel profesional todavía queda camino para que haya la suficiente demanda y trabajo para los artistas (como otros sectores del mundo del espectáculo)».

«Es cierto que, por ejemplo, en Canarias hemos notado un crecimiento de número de festivales de cine, siendo bastante positivo tanto a nivel económico como laboral. Aunque es verdad que hay trabajo de sobra sin remunerar, pues hay varios centros (al menos en Tenerife) de estudios audiovisuales como el César Manrique o La Guancha que ofrecen la oportunidad de participar en proyectos de alumnos», agrega Zerolo.

«Un buen actor no debe tener miedo, ni sentido del ridículo»

Eduardo Zerolo afirma que aquellas personas que quieran adentrarse en este mundo deben tener una serie de aptitudes, como no tener miedo ni sentido del ridículo. «Debe saber jugar con sus sentimientos y poder controlarlos casi a su completo control», añade.

Además, da algunos consejos a las personas a quienes les gustaría adentrarse en el teatro: «Déjense llevar, disfruten el camino porque es precioso, observen mucho, tengan curiosidad y no dejen que nada les frene».

La comedia, escrita en verso, tiene como autor a Armando Jerez, actor y codirector de la academia de teatro de la compañía. La acción está protagonizada por cuatro actores que encarnan a figuras célebres de las letras y el arte español de los siglos XVI y XVII. Algunos de ellos son Cervantes y su icónico Don Quijote, Lope de Vega, Velázquez, Calderón de la Barca y una de sus creaciones, Segismundo, y Góngora y Quevedo, los grandes enfrentados. Además, el humor es la nota dominante en toda la obra e intentará dar a conocer entre el público a grandes artistas del Siglo de Oro.

El montaje recorrerá las Islas durante la próxima temporada, y visitará la capital del país. Por otro lado, el vestuario de la representación es fruto del trabajo de Carmensa Rodríguez. La artífice de los atuendos ha querido plasmar la vestimenta tradicional de la época. Para ello, se ha inspirado en algunas de las pinturas expuestas en el Museo del Prado de Madrid.

Se trata de la primera obra creada por María Rodríguez y Armando Jerez,miembros de la asociación. La idea surgió con el fin de ofrecer una función que contara la historia de los ataques piratas a Canarias, desde los Reyes Católicos hasta el intento de invasión por parte del capitán Horacio Nelson. Todo ello adaptado a su propio estilo, que apuesta por el teatro en verso. “Queríamos contar la historia con nuestra particular visión, en clave de humor, que se pudiera acercar al público joven”, explica una de las productoras.

Cuatro actores recrean alrededor de veinte personajes. Los intérpretes cambian constantemente de registro, acento y vestuario a medida que transcurre la trama. Además, se ha llevado a cabo un trabajo de investigación auténtico hecho por Jerez, que también es historiador de profesión. Todos los datos que se aportan son reales, mezclados con bromas y traídos a nuestra época. Los escritores querían ser rigurosos con las referencias dadas.

Sus promotores esperan que este trabajo cuente con permanencia, pues “es una historia que hay que contar cada año”, según afirma María Rodríguez. La Gomera, el municipio de El Rosario, en Tenerife, y Fuerteventura serán algunos de los lugares que visitarán próximamente.