Raúl realiza la mayoría de sus trabajos en corcho blanco y ha llegado a colaborar con diseñadores del Carnaval. Foto: PULL

Raúl Pérez: «Mi sueño es poder trabajar en un taller fallero de Valencia»

Cultura / Ocio

«El corcho se trata con una pasta para que se pueda mojar»

Raúl Pérez es un joven artista garachiquense de veinticinco años que desde muy pequeño mostró un gran interés por el mundo de la pintura y la escultura. A los dieciocho años estudió un ciclo de escultura, aunque su intención es seguir formándose en Sevilla y Valencia, donde espera trabajar algún día en un taller fallero. Colabora con diseñadores del Carnaval, murgas, pinta carteles y moldea belenes y figuras para particulares. Sin embargo, su gran pasión es la imaginería, de hecho, cuenta con una Dolorosa que procesiona, desde hace siete años, cada Domingo de Ramos en Garachico.

El gran anhelo de este joven escultor es poder trabajar en un taller fallero de Valencia, aunque sabe que es muy difícil ya que «los grupos suelen trabajar con artistas locales, pero es uno de mis sueños», confiesa. A pesar de que su manera de trabajar el corcho en muchos aspectos es muy parecida a la que se utiliza allí, «no es lo mismo estar en un taller y que te enseñen sus técnicas», apunta.

Tiene muchas anécdotas, pero una que recuerda con especial cariño sucedió cuando aún estaba en el colegio. «Tuve que hacer un dibujo para la clase de religión y decidí hacer un crucifijo, pero no me gustó como quedó plasmado así que decidí hacerlo en 3D y pasé de un dibujo a una escultura», afirma Raúl. Más tarde esa escultura volvió a sus manos cuando la profesora de religión se jubiló y le regaló el trabajo que él había hecho. «Cuando ella tocó en mi casa y me regaló el crucifijo me bajaron  las lágrimas» recuerda emocionado.

«Lo que más tiempo me lleva es el acabado»


El material que más usa y mejor domina este joven escultor es el corcho blanco, así ha realizado algunos de sus mayores trabajos, como el belén de Garachico, el tren de la fantasía, la ilusión de la Navidad de Santa Úrsula o los tres camellos de los Reyes Magos de Los Realejos. «Lo que más tiempo me lleva es el acabado porque el corcho hay que cortarlo, cepillarlo y lijarlo varias veces para lograr que quede lo más liso posible, pero es el material en el que mejor puedo plasmar mis ideas», explica. El corcho se trata para que las esculturas puedan soportar las inclemencias del tiempo.

Los camellos de Los Realejos se pueden ver cada Navidad en la plaza de San Agustín. Foto: PULL

«Es muy difícil ganarse la vida como escultor en Canarias. Yo he tenido suerte»


Raúl apenas tiene tiempo para descansar, la gran cantidad de trabajos que le encargan tanto diseñadores como particulares, lo mantienen ocupado todo el año. «La época de más trabajo suele coincidir siempre con Navidad y Carnavales, pero en realidad durante todo el año estoy trabajando en algún proyecto u otro», comenta.

No puede calcular cuánto tiempo pasa en el taller, ubicado en el garaje de su casa, ya que no tiene un horario fijo sino que es «hasta que el cuerpo aguante». Sin embargo, afirma tener mucha suerte ya que «en Canarias es muy complicado sobrevivir si solo te dedicas a esto».

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