¿Quién no ha escuchado hablar de Rosalía y sus canciones durante los últimos meses? A base de una fusión entre trap, pop, flamenco y música urbana la cantaora catalana ha conseguido, en poco tiempo, ganarse el cariño de las redes sociales, así como dar su salto a la música internacional actuando en escenarios de gran calibre como el Coachella o el Lollapalooza. Además, ha recibido la admiración de celebridades como Dua Lipa, J Balvin o la mismísima Kim Kardashian, especialmente desde que lanzó Malamente, éxito que cuenta ya con más de 68 millones de reproducciones en Youtube.
Por estas y otras razones, me atrevería a decir que Rosalía se está erigiendo en la reina de la música urbana, joven y actual de nuestro país. Sin embargo, su arriesgada propuesta musical tiene tantos detractores como aficionados pues genera un tedioso debate sobre la apropiación cultural, el flamenco, la cultura gitana y Andalucía.
El flamenco ya no es lo que era
Malamente supuso un antes y un después para la carrera musical de Rosalía. Presentada con una estética diferente, que gira en torno a sus uñas extramadamente largas, las joyas, plataformas, el chándal y los flecos, consiguió golpear con bastante fuerza la puerta de la tradición flamenca y tal hecho ha suscitado incontables críticas. Para poder entender el por qué se tacha a la artista de apropiación cultura debemos hablar del factor geográfico, pues a pesar de interpretar cantos que presentan un reportorio amplísimo de dejes y de acentos propios del habla andaluza, Rosalía es de San Esteban de Sasrovira, es decir, Barcelona.
Además, Rosalía se mueve dentro de las siempre controvertidas aguas del flamenco. Su primer disco Los Ángeles, significó una aproximación al género y a sus cantos propios. Desde entonces establece, de manera maestral, una nueva estructura flamenca que contiene una gran carga de la explosión que supone la música urbana.
El foco de la polémica
La discusión no es en absoluto algo nuevo, y tampoco es la primera vez que un artista se tiene que enfrentar a una polémica similar. La cuestión de la apropiación cultural saltó a los medios de comunicación cuando se hicieron eco de un apasionado hilo que había creado una usuaria de Twitter, Noelia Cortés, para explicar los numerosos errores y calamidades en los que Rosalía había incurrido al tratar de imitar o adquirir una identidad que no le pertenecía.
Según Cortés, la catalana hacía uso de su privilegio como ‘’blanca’’ para extraer tradiciones, costumbres, léxico y referencias de una cultura tradicionalmente oprimida y utilizarlos como parte de su campaña de marketing. La teoría casa a la perfección con las tendencias culturales que marcan nuestros tiempos, sin embargo, no dejan de ser puras habladurías de cuñados y ofendiditos que buscan la mínima expresión para tener algo que comentar o a lo que enfrentarse para así no aburrirse.
Los límites de la libertad artística
Vivimos en una sociedad que no cuenta con la suficiente capacidad de autocrítica para corregir errores del pasado, anquilosados en antiguas creencias que huelen a baúl olvidado. Realmente, me gustaría preguntarles a estas personas si de verdad consideran que todo el imaginario que gira en torno a Rosalía invisibiliza la represión y el estigma del pueblo gitano. Lo único que ha hecho es ofrecer este concepto que, repito, está dibujado por un entorno antiguo, al público mainstream. ¿Acaso no es esto renovación? ¿Acaso no es esto arte?
De esta manera, se puede decir que se han creado ciertos grupos o asociaciones dictatoriales que marcan lo que sí se puede hacer dentro del flamenco y lo que no, estipulando y delimitando, bajo su criterio otorgado por la Universidad de Flamenco de Harvard, los aspectos que pertenecen a una cultura y que según ellos son inamovibles.
Me parece dantesco que, como ya está ocurriendo con los nuevos límites del humor, se esté cuestionando y coaccionando la libertad artística de una cantante que lo único que ha hecho es darle una segunda vida a un estilo musical, que se había congelado como las sobras de la cena, desde el respeto y la admiración. Por ello, solo puedo escribir algo concreto y es que, Rosalía debería cantar lo que le dé la gana, que desarrolle su carrera como lo ha hecho hasta ahora que, a pesar de las críticas, parecer irle bastante bien, que disfrute y que experimente todo lo que quiera porque la proyección que está haciendo para el flamenco y la música española no se veía desde hace muchos años y eso es admirable.