Según la Asociación Nace, uno de cada cinco menores sufre acoso escolar en España. Foto: PULL

Pantalones rotos y bolis robados: el acoso en las aulas

Solidaridad

Todo el mundo guarda bonitos recuerdos de los años en el colegio. Aquel lugar donde conocemos a las primeras amistades y también aprendemos algo muy importante, a ser quienes somos. Nuestra voz y nuestras palabras se convierten en herramientas básicas para poder comunicarnos con las personas de nuestro alrededor. Dejando de lado los berrinches y llantos, damos paso a los argumentos y las ideas. Sin embargo, para algunas personas, los recuerdos que guardan de la escuela son muy distintos. Según datos de la Asociación Nace, uno de cada cinco menores en España sufre acoso escolar. Para ellos y ellas, el colegio se transforma en un sitio del que solo quieren huir. 

Así era el cole para él. Adrián era un niño introvertido, inteligente hasta el punto de aburrirse en clase, respetuoso con el profesorado, deportista, inquieto… pero le costaba mucho relacionarse con los demás. En otros términos, el perfil de estudiante al que la sociedad categoriza como «el rarito de clase».

Todos los días asistía a clase y, entre sus 9 y 12 años, las horas que pasaba allí eran una auténtica pesadilla. Podía ser en las filas para entrar, en los pasillos o en el recreo. Lugares donde, a diferencia del resto, Adrián temía encontrarse. Los culpables de sus miedos e inseguridades eran un grupo de chicos que le tiraban el bocadillo, le robaban material escolar, le pegaban e insultaban. Pero lo más grave es que hacían que Adrián no quisiera ir a clase.

«Aunque disfrutaba aprendiendo, se inventaba cualquier excusa para no ir al colegio»


En Canarias se llegaron a registrar cien casos de acoso escolar en el año 2017, situando a las Islas por encima de Galicia, Castilla y León y Asturias. En el Archipiélago existe Acanae, una asociación canaria sin ánimo de lucro fundada el 13 de junio de 2014 en Santa Cruz de Tenerife, destinada a la lucha contra el acoso escolar, o bullying, y ciberacoso, ciberbullying.

Adrián sufrió este tipo de abusos en silencio durante años. Al volver a casa después de la jornada escolar, sentía la necesidad de ocultar lo que pasaba e inventaba excusas para que sus padres no se disgustaran con él por llevar los pantalones rotos o perder sus bolígrafos. Fue después de dos años y medio cuando Adrián reunió el valor de sincerarse con sus padres y contarles su terrible realidad. «No hagas caso a las amenazas, pide ayuda y cuéntalo», explica Adrián.

El papel de madres, padres y profesorado es clave en ese momento. Tal y como estructura paso a paso Acanae, el primero de ellos es averiguar qué está sucediendo y alertar al colegio para que tome medidas. Así lo hicieron los padres de Adrián. Tras explicárselo a su directora y reunirse en el recreo, consiguieron que su peor pesadilla llegara a su fin.

«Las consecuencias del bullying se pueden presentar en la adultez»


No obstante, para Adrián, lo sucedido marcó su forma de ser y, año tras año, tiene que lidiar con desconfianza e inseguridades. Según Acanae las víctimas sufren las consecuencias a corto y medio plazo, presentando emociones negativas, irritabilidad, aislamiento social, miedo, bajada del rendimiento social, etc. Pero es cuando estos niños y niñas se convierten en adultos cuando pueden llegar a presentar trastorno de estrés postraumático, depresión, trastornos de antiedad, fobia social e incluso ideación suicida. Lo que para unos era tan solo un «juego de niños«, para las víctimas es una huella imborrable que les marcará de por vida.

A día de hoy, Adrián lucha por conseguir un trabajo que le dé la oportunidad de evitar que más niñas y niños sufran lo que él mismo vivió, «porque mientras te hacen dudar de lo que vales, temen el potencial que ven dentro de ti». 

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