La influencer Aida Domenech, más conocida como Dulceida, compartió el pasado 2 de abril en su perfil de Instagram que iba a ser mamá junto a su pareja, Alba Paul. Ellas decidieron contar la noticia, aun sabiendo las críticas que esto supondría. Y así fue. Bastaron cinco días para que la famosa diese a conocer la gran cantidad de comentarios homófobos que le habían llegado por redes sociales. «Ese bebé tiene padre y madre, ¿la otra que pinta?», «De hecho, ese niño está esperando tener un padre, o sea una familia normal y completa», «Todos los niños tienen derecho a una mamá y un papá. Negarle ese derecho no es amor, es egoísmo».
Las redes sociales se han vuelto un escaparate. Por suerte o por desgracia esta actividad se ha vuelto una profesión. Además, una de las mejores pagadas, pues personajes como Dulceida puede ganar entre 5500 y 9500 euros por una publicación. Pero, ¿merece la pena ganar tanto dinero por recibir miles y millones de críticas destructivas?
«En redes sociales no hay límites ni filtros»
Instagram y X son las dos aplicaciones que más hate reúnen. Es evidente que somos libres de expresar y opinar lo que queramos, pero siempre hay que saber cuándo parar. No obstante, en redes sociales no hay límites ni filtros. Nos sentimos con el derecho de comentar lo primero que se nos viene a la mente sin pensar en las consecuencias y sentimientos de la otra persona. Una pantalla no te da el derecho de insultar libremente, al igual que la exposición social no te exime de recibir un cierto respeto.
Dulceida no es la única que ha recibido comentarios de este tipo. A María Pombo, otra influencer, le han llegado a comentar que su madre se merece la enfermedad que tiene, esclerosis múltiple, o que porque no se muere. Todas estas críticas han provocado, que no solo las famosas, sino también que aquellas personas que se exponen en redes, tengan que ir a una consulta psicológica o psiquiátrica para cuidarse mentalmente y evitar, con todo pronóstico, creerse las barbaridades que reciben.
Estas plataformas digitales se inundan cada vez de gente más joven, y el colectivo influencer se convierte en un ejemplo a seguir para la mayoría. Con este tipo de comentarios generamos una sociedad sin respeto, una sociedad maleducada y una sociedad que, si ya sufre de salud mental, a este ritmo no se va a poder recuperar.
Midamos lo que escribimos y opinemos de manera constructiva. Las redes sociales son muy buenas, pero si seguimos así haremos de ellas una plataforma en la cual no merezca la pena estar. Acordémonos de que por mucho dinero y fama que haya, si la mente no está bien nada lo va a estar.