La Asociación Mosaico Canarias organizó ayer sábado, 1 de octubre, el tercer coloquio Cuidado y Migraciones desde una perspectiva feminista, un encuentro online nacido con la intención de debatir sobre la situación de las mujeres migrantes en Canarias y sobre el sistema de cuidados en el Archipiélago. El evento, moderado por Natalia Oldano, integrante de la Entidad y especialista en políticas de cuidado con perspectiva de género, comenzó a las 17.00 horas con una presentación inicial que reivindicó la necesidad de «generar grupos de apoyo para este colectivo al ser la mayoría mujeres solitarias con sus familias fuera».
La conductora de la charla continuó remarcando el imperativo de escuchar a las mujeres que se encuentran trabajando en «un sector totalmente feminizado y en unas condiciones muy precarias». Además, incidió en que la atención es fundamental para poner la vida en el centro de la diana. «Cómo planteemos los cuidados hablará de cómo queremos construir nuestra sociedad», proclamó.
En esta línea, Alexa Martínez, migrante y cuidadora en Las Palmas de Gran Canaria, comentó su aprendizaje sobre los derechos que deberían tener las mujeres migrantes durante una experiencia que le ha enseñado que deben «ser inclusivas con las personas que ya están en las Islas trabajando en el sector y usar un lenguaje común que nos una».
El motivo de este tercer encuentro fue comenzar a establecer los cimientos «inclusivos, transformadores, dialogantes y solidarios» de un futuro grupo de apoyo mutuo «para escuchar a las protagonistas con la diversidad y realidades que tenemos con el objetivo de crear impacto en las personas que pasan por situaciones de mucha vulnerabilidad por no poder acceder a un empleo de manera digna», manifestó Oldano.
«Sentía que no era nadie aquí, solo cuidadora y migrante»
Martínez reconoció que tanto las ONG y asociaciones como las instituciones carecen de un enfoque que tenga en cuenta sus necesidades e historias previas a migrar. Asimismo, afirmó que le gustaría que iniciativas como estas trabajasen en pro del reconocimiento que merecen como personas. «Hace tiempo pensaba que no era nadie aquí. Me decía que no era periodista, ni amiga o incluso ciudadana. Sentía que solo era cuidadora y migrante», comentó mientras añadió que comprendió que no tenía por qué renegar a su pasado, y que por ende, las instituciones debían tenerlo en cuenta.
En este sentido, Roxana Resnikowski, cuidadora y migrante boliviana, señaló la importancia de ofrecer más formaciones sobre derecho laboral, puesto que se sienten desprotegidas debido al desconocimiento en estos temas. «Lo primordial es que se nos reconozca como seres humanos. Tengo casi 70 años y sigo ejerciendo en estas áreas, la verdad que es deplorable y vergonzosa la situación en la que tenemos que trabajar», denunció.
Alba Cabrera, trabajadora del Observatorio de la Inmigración de Tenerife, centró el debate en definir y aclarar qué es el cuidado, punto que generó un consenso y una línea maestra sobre la que trabajar de cara al próximo encuentro en el mes de noviembre.
«No somos objetos ni muebles»
Oldano quiso reflejar el maltrato profesional que viven a diario las empleadas del hogar con una frase muy citada en el mundo de la migración en España: «Querían mano de obra barata y llegamos personas». Además, reivindicó que la lucha debe ser colectiva junto a las mujeres locales. «La mejora de las condiciones laborales ha tenido que ver con el empuje que las mujeres migrantes han realizado para que empiece a ser visibilizado y regulado», agregó.
A lo largo del coloquio, las participantes coincidieron en la necesidad de desterrar los bulos acerca del Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo, el cual regula la situación de las personas que viven de esta profesión. Esta preocupación no solo se une al maltrato que sufren en Extranjería, sino que también se suma a las continuas situaciones de discriminación.
Resnikowski señaló que uno de los principales problemas reside en los contratos de las personas cuidadoras, puesto que estos limitan en demasía su tiempo libre, su precariedad alimenta el miedo al despido y anulan la capacidad de informarse en cursos o charlas como estas.
Esta crónica ha sido realizada de forma conjunta con Pablo Herrera.