Lidia Cabrera es profesora de Métodos de Investigación y Diagnóstico en Educación en la Universidad de La Laguna. Está estudiando desde hace varios años el abandono escolar en adolescentes. Además, el pasado día 30 de marzo, en la quinta Jornada Atlántica de Salud Mental en la Infancia y la Adolescencia, dio una conferencia sobre este mismo tema que llevaba por nombre Adolescentes que rechazan y abandonan los estudios ¿son ellos los responsables? En ella aportó datos nacionales y a nivel regional, consecuencias de este problema y consejos para poder solucionarlo.
“A mí siempre me ha preocupado el éxito de las cosas. Lo que me ha llevado a estudiar el abandono es pensar en la calidad. Todo tiene que estar bien diseñado y planificado para obtener el máximo éxito. Siempre me ha preocupado el por qué la escuela falla y por qué no tiene mecanismos suficientes para que todos los alumnos que entran, salgan”, responde para aclarar el motivo por el cual decidió estudiar el fenómeno del abandono escolar. Además, añade que tanto el origen social como el fracaso están muy relacionados entre sí. “Me puse a averiguar por qué siempre eran las mismas clases sociales las que abandonaban la escuela. Por qué los chicos que suspendían de clases más adineradas o culturas más elaboradas nunca abandonaban y por qué los otros sí. Esa creo que fue la razón que me llevó a ver qué es lo que estaba detrás del abandono”, apunta.
Hay un mayor porcentaje de chicas graduadas
Durante el curso 2018/2019 la tasa de abandono en Canarias fue de 17,5 %, dato que ha mejorado a lo largo de los años, estando por delante incluso de la media española. Sin embargo, ambos distan mucho de la Unión Europea con un 10,6 %. La mejoría a nivel nacional es alentadora comparado con el 30 % de 2005, pero no se puede obviar las consecuencias negativas que tiene para los jóvenes. La profesora comenta que cuando los niños son jóvenes y fracasan sistemáticamente les lleva a abandonar y utilizan como sistema de defensa decir «esto no es para mí», pero en su interior es «yo no sirvo para estudiar . Soy tonto».
Por otro lado, hay un mayor porcentaje de chicas que se gradúan frente a los chicos. Cabrera enumera cuatro factores principales sobre por qué esto es así: cada vez más luchan por superar las desigualdades de género, son conscientes de que tienen más complicaciones a la hora de acceder al mercado laboral, por lo que se tienen que preparar más. Son educadas en la obediencia y la disciplina y, además, los profesores las refuerzan de manera distinta.
Los estudiantes sienten que lo que aprenden no es práctico ni interesante, consideran que ir al colegio es una pérdida de tiempo. “Me preocupa por qué no es útil lo que estamos enseñando, estamos fracasando”, asegura la docente, para añadir que “o no estamos enseñando bien o a lo mejor tenemos que acostumbrarnos que estamos con personas que tienen otros intereses y tenemos que adaptarnos a ellos”. La educación, subraya Cabrera, «es un pilar fundamental porque permite combatir el desempleo, que haya un ejercicio responsable de la ciudadanía, participación democrática, erradicación de la pobreza, aumento de la calidad de vida y cohesión social».
“Al final lo que importa es la experiencia escolar”
Lidia Cabrera subraya que llegó a la universidad por casualidad: «Fui alumna del nocturno porque trabajaba desde los 17 años por mi condición familiar y social, pero quise seguir haciendo mi bachillerato. En la universidad no me lo planteé. Me gustó mucho la carrera que estaba haciendo y me fue siempre bien”. Todo depende de las metas que se proponga cada uno, los aspectos negativos que puedan influir en tu formación, porque, “al final lo que importa es la experiencia escolar”.
Ligado a esto, ha realizado un estudio con 563 respuestas de estudiantes de ESO y FP sobre por qué se aburren en clase, la organización y el tiempo escolar, problemas en el aula o el entorno familiar. «Lo que más me preocupó fue que los chicos dijeran que tenían que tomar drogas para aguantar cinco horas en clase. Decían que era una tortura y que iban porque sus padres les obligaban», explica la profesora.
Cabrera apoya el propósito de la Unión Europea: prolongar la educación obligatoria hasta los 18 años, ampliar los porcentajes de formación hasta los 24 y que haya más población con estudios universitarios. Consiguiendo así que, cada vez haya más formación en la gente joven.