La escalada de tensión en la Franja de Gaza supone el último episodio de una serie que está renovándose. Hablamos de la espiral de destrucción que está asolando a la antigua región de Canaán. Con el paso de las horas la nube de información se engrandece y con ello la polarización popular: manifestaciones multitudinarias callejeras en favor de un lado o de otro, ciber discusiones acaloradas en foros de internet y un largo etcétera.
Las voces claman que se haga justicia sin tener un consenso social claro sobre cuáles son las líneas rojas que marcan la condena en favor de uno u otro bando. Cabría esperar que, dadas las complejidades históricas del conflicto, ahondemos sobre sus raíces y desarrollo que no se da en gran parte del Mundo. El sesgo a favor de Israel, si ya era evidente previo a los ataques, es que no cuenta con posibles defensas y más aún en la actualidad.
Se evidencia así un doble rasero, traducido en la inimputabilidad de los crímenes cometidos por el Estado judío todos estos años. En el otro extremo, la oposición arremete sobre los crímenes cometidos en nombre del sionismo. Llegando incluso a respaldar a un grupo terrorista con vídeos que muestran sus operaciones con total convicción en forma de contenidos difundidos en la red que no hablan para nada bien de sí mismos.
«Gaza es una cárcel en la que conviven dos millones de personas»
Lo que se esconde, tras los rehenes y las barbaridades cometidas por parte de terroristas e islamistas radicales, es la pura urgencia y el hartazgo del pueblo palestino. También son conocidos los casos de Líbano, Siria y Jordania, donde se ha condenado a la gente de a pie a vivir en condiciones mayoritariamente nefastas.
Teniendo en cuenta esta división migratoria y expulsión hacia el exterior, no podemos pasar por alto los actos de opresión de Palestina dentro de la región. Gaza es una cárcel en la que conviven dos millones de personas, siendo uno de los lugares más densamente poblados de toda la Tierra. Existen, además, diversas restricciones de movilidad, como la que sufre el pueblo gazatíe.
Y hablamos también de los principios básicos del actual régimen de Netanyahu, que alega abiertamente que «el pueblo judío tiene un derecho exclusivo e inalienable sobre todas las partes de la Tierra de Israel».
«Posicionarte incondicionalmente de un lado u otro es no entender las complejidades que entraña lo sucedido»
Ahora bien, corremos el riesgo de caer con estas premisas en razonamientos tan vagos como «palestinos buenos» e «israelíes malos». Posicionarte incondicionalmente de un lado u otro es no entender las complejidades que entraña lo sucedido. Recordemos que estamos hablando de un grupo terrorista que oprime diariamente a colectivos como el LGBT o a las mujeres. Apoyar a Hamás habría sido similar, salvando claramente las distancias, a justificar la creación y defensa del estado de Israel como una compensación por los efectos del holocausto, sin tener en cuenta las condiciones materiales del lugar.
Como ya explicó el historiador Tzvetan Todorov, en la política se suele caer en una competencia de víctimas, a mayor grado de injusticia sufrida, mayor la compensación que le deben al grupo afectado. Esto no es ni condición necesaria ni suficiente como para vindicar lo que se ha desarrollado en el último mes.
La única solución posible en este conflicto armado pasa por el cese de hostilidades y un acuerdo real entre ambas partes. La comunidad internacional no debe centrar la mira en quién viola más despiadadamente los derechos humanos, sino en el hecho de que se están violando.