Juan Díaz encarna con emoción a Minik. Foto: PULL

‘Los brindis de Pérez Minik’, la libertad tras un campo de concentración

Cultura / Ocio

El Teatro El Sauzal acogió este pasado sábado, 2 de marzo, Los brindis de Pérez Minik, obra teatral dirigida por Juan José Afonso y guionizada por Los hermanos Bazo. La historia cuenta la vida de Domingo Pérez Minik, el autor y dramaturgo canario que hizo de maestro para generaciones posteriores del panorama cultural canario. En un oscuro bar, este hombre lleno de incertidumbre y culpabilidad por sobrevivir comenzó su libertad después de salir de un campo de concentración en diciembre de 1936.

La obra se divide en una serie de actos que representan distintas épocas de la vida de don Domingo, como le llamaba todo el mundo. Sin embargo, está guionizada de una manera un tanto peculiar, pues cada uno de esos actos concluye con un brindis en honor a algo. Todo acompañado de célebres personajes contemporáneos al autor, como lo fueron Pedro García Cabrera, poeta gomero; Eduardo Westerdahl, pintor tinerfeño; Maud Bonneaud, artista del movimiento surrealista, o Rosa Camacho (Rosita), mujer del homenajeado. 

Es una emotiva oda a la persistencia, a la batalla de fondo que tuvo que realizar la gente intelectual de la época franquista que decidieron quedarse en las Islas y mantener vivo el espíritu cultural durante el Franquismo. Minik brinda por los presos que no salieron del campo de concentración de Fyffes. Por todas las publicaciones que no salieron debido a la fuerte censura de un régimen opresor. Por el teatro, por Maud Westerdahl y su idea de organizar una segunda exposición surrealista en Tenerife. Brindó por Rosa, el amor de su vida. Todo ello frente a un público que, atónito y con la boca abierta, disfrutó de la historia generando un silencio sepulcral.

«Para el enriquecimiento cultural es necesaria la enemistad»


A lo largo de la representación, la figura del dramaturgo se nos presentó, en palabras del actor principal Juan Díaz, como un «viajero intelectual». Esto se debe a que nunca llegó a vivir fuera de la Isla, a causa de un sentimiento de que esta le necesitaba. Sin embargo, siempre mantuvo que «para el enriquecimiento cultural es necesaria la enemistad», gente que desafíe las normas impuestas y vaya a contracorriente, cuyas ideas choquen directamente con las de la cultura popular. 

Por ello leyó tanta literatura extranjera, y siempre fue el primero en estar allí cuando alguien de fuera llegaba a la isla. Se preocupó por dar cátedra la juventud y convencerla de que viajasen y  viesen mundo. Periodistas reputados como Juan Cruz afirman haber tenido una enorme influencia por parte de Minik. El peligro de vivir en una isla, en sus propias palabras y en un fragmento de la obra, es «sufrir el mal que sufrieron los polinesios. Hundieron sus propios barcos y quedaron anestesiados por un nacionalismo narcisista que les arrebató la libertad creativa». Suficiente hay con las barreras físicas de una isla como para encima imponer barreras culturales.

En el acto final Juan Díaz interpretó el último discurso público que dio el autor y dramaturgo canario sobre el poder de emocionar a alguien a través del arte y la importancia de ser capaz de sentir. Un mensaje que lanzó en 1989 y cuya relevancia perdura hasta el día de hoy. Finalmente, el elenco se turnó para narrar cómo la memoria de gente como Pérez Minik debe ser conservada y que no está siendo el caso. Por ello desarrollaron esta representación.

Juan Díaz haciendo de Pérez Minik consiguió un logrado acento chicharrero a pesar de no ser de las Islas, Joel Hernández brilló por su capacidad de mantenerse como personaje secundario y al mismo tiempo sacar lo mejor de los otros dos, y Nurh Jojo fue para mí la estrella, representando simultáneamente a más de cinco personajes y al mismo tiempo saliendo del papel cada dos por tres para narrar, con la facilidad con la que uno respira. En general, una obra que destaca por su sencillez a la par que ingeniosidad, y excelente para comenzar a comprender quién fue este referente tan destacable.

 

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