Aunque sean más de ocho mil los kilómetros que separan Canarias de Colombia, el loro Orejiamarillo tiene un nexo vital con el Archipiélago: la labor de conservación que lleva a cabo Loro Parque Fundación para proteger la especie, gracias a la que ha contribuido a su exitosa recuperación. La participación de la Fundación en el proyecto para salvar a este animal, junto con la Fundación ProAves de Colombia, ha sido fundamental para conseguir que hoy la población silvestre de estas aves se multiplique y haya alcanzado cifras récord.
La historia que ha marcado su supervivencia comenzó a mediados de 1990, cuando Loro Parque Fundación apoyó la protección en Ecuador de los últimos veinte ejemplares. En 1988 habían desaparecido y se temía que la especie se hubiera extinguido por completo; sin embargo, en el mismo año comenzó el proyecto Ognorhynchus con el objetivo de garantizar la supervivencia de la especie y su hábitat en Los Andes colombianos.
Tras un año de búsqueda, se encontró una población de 81 individuos en Los Andes centrales, en la comunidad de Roncesvalles, mientras que en enero de 2001 apareció una segunda población de 63 individuos en estribaciones de Los Andes occidentales en Jardín, en el Departamento de Antioquia. Durante los años transcurridos desde el inicio de la colaboración, la Fundación ha sido el artífice principal de una iniciativa que puede convertirse en la más exitosa de toda América del Sur. Y, de hecho, tal ha sido la tasa de recuperación, que en 2010 la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) redujo la categoría de amenaza del loro Orejiamarillo de “en peligro crítico” a “en peligro”.
Este animal tiene una estrecha relación con las palmas de cera, el árbol nacional de Colombia, también amenazado por el pastoreo de ganado y por su uso discriminado en la celebración del Domingo de Ramos. Los años de investigación en el uso del hábitat, la dieta, la distribución y el comportamiento reproductivo, han proporcionado una base sólida sobre las amenazas de la especie y la palma de cera, permitiendo, así, un plan de acción global de conservación.