«Solo hay un problema filosófico realmente serio: el suicidio». Con este razonamiento comienza El mito de Sísifo, un ensayo de Albert Camus que analiza, a través de la filosofía del absurdo, las posibles alternativas existentes al suicidio. Supongo, que en el año 1942, fecha en la que se publicó el libro, también se hablaba de señales de alarma para identificar este tipo de conductas. Hoy, ochenta años más tarde, se habla del 10 de septiembre como el Día Mundial para la Prevención del Suicidio.
Entro en mis redes sociales. Veo infinidad de publicaciones que tratan de explicar los métodos preventivos. Mitos y realidades. Lo que se supone que debes hacer si una persona te cuenta que ha tenido, alguna vez, pensamientos de quitarse la vida…
Intuyo que el objetivo principal es concienciar, pero no puedo evitar pensar en la hipocresía que existe en las redes sociales. Subimos stories tratando de mentalizar y mentalizarnos de la situación de desesperanza que tiene que vivir una persona para decidir acabar con su vida. Sin embargo, las mismas personas que comparten una foto con el #DíaMundialparalaPrevencióndelSuicidio son quienes se reían de su compañero de clase porque consideraban que era débil. Quienes critican la foto que subió a Instagram la chica del instituto que nunca habla. Quienes se creen con el derecho de opinar acerca del cuerpo o de la forma de vestir de los demás.
«Hemos creado una sociedad ciega de apariencias, vacía y desvalorizada»
Todo esto me lleva a reflexionar que, por desgracia, pesa más el postureo de ser activista en redes que la empatía con el dolor ajeno. Mañana, cuando pase este día, nadie va a compartir nada acerca del tema. Nadie va a hablar de que el 024, línea telefónica de asistencia al suicidio, recibió más de mil llamadas el primer día que se puso en ejecución. Tampoco nadie se va a alertar porque durante el primer mes de funcionamiento, fueron 15 000 las personas que «llamaban a la vida».
Todo indica a que hemos creado una sociedad ciega de apariencias, vacía y desvalorizada. Carente de solidaridad. Una sociedad que cree que ayuda más difundiendo una frase positiva que escuchando a la persona que tienen al lado y quizás, pide auxilio en silencio, pero tu egoísmo no te deja verlo.
El miedo a la muerte es el más común en el ser humano. No existe persona que quiera morirse, eso es un hecho. Me veo incapaz de hablar acerca de lo que tiene que pasar por la cabeza de alguien cuando decide acabar con todo, aún sabiendo que el desenlace es aquello a lo que tanto temía. Sin embargo, sé que algo estamos haciendo mal si creemos que ayuda significa compartir algo en la superficialidad de las redes.