El baile, un arte que parece sencillo a la vista, que permite expresar nuestras emociones, y que en ocasiones, resulta un trabajo para quienes lo realizan, es cada vez más cuestionado. Quienes bailan profesionalmente son sometidos a la disciplina y exigencia de este arte, que sigue sin ser reconocido como deporte. La danza en competición, es mucho más que esa técnica, también es presión y reconocimiento, pero sobre todas las cosas es pasión.
Desde una muy temprana edad el baile somete a quienes lo llevan a cabo a entrenamientos diarios sin pausa, lesiones incurables por no recibir descansos y la incertidumbre de que el trabajo realizado en toda una temporada no se vea reflejado en el ejercicio final, sobre el escenario, bajo los focos y el público. Dos minutos y medio de coreografía que son decisivos para mostrar tu capacidad y talento como artista, y llevarse el trofeo ganador a casa.
Se comienza a competir desde que se tiene apenas seis años. A partir de entonces «la vida comenzará a girar entorno a ello, aprendiendo a convivir con la presión y el sacrificio de ser el primer puesto», explica Daymi Cabrera, bailarina y coreógrafa de categoría Youth. «Se convierte en trabajo, prioridad y responsabilidad, además de orgullo, enseñando el verdadero significado de la palabra autoexigencia», señala.
«Para mí es mi forma de vivir, una vía de escape ante cualquier problema, solo necesito entrar al aula, conectar la música e improvisar para que todo en mi mente desaparezca», expresa la coreógrafa Marina Canela. Por otro lado, para Cabrera no hay nada más que el baile, su alumnado y la satisfacción de ver que una coreografía que tanto ha trabajado se lleva los resultados que merece.
«Es mi forma de vivir, una vía de escape ante cualquier problema»
«Mi alumnado es mi principal motivación para mejorar como bailarina y profesora», expresa Cabrera. Cuenta que descubrió el baile cuando apenas tenía cuatro años y desde entonces supo que ese sería su futuro. «Me formo como bailarina urbana profesional para poder dedicarme a esto en un futuro», confiesa.
Cada temporada, quienes entrenan coreografías deben superar las expectativas de un jurado profesional. Poco a poco los estilos y las modas de la danza avanzan y se deben ir adaptando a lo nuevo, a lo que más guste, pero sin nunca perder su identidad como equipo de competición. Entre los estilos más populares se encuentra el commercial, locking o el experimental. «Son los que más han gustado a los jurados que nos han visitado a lo largo de la temporada», explica Canela.
Ambas coreógrafas participan en competiciones insulares y nacionales, llegando a alcanzar el podio en muchas de gran nivel. Para ellas, la más especial fue el HHI Spain 2023, donde lograron clasificar para el mundial. «Para nosotras fue toda una sorpresa, cada año apostamos por llevar nuevos estilos y al parecer gustó mucho entre el jurado», apunta Cabrera.
El grupo de baile pasa a ser familia. Canela lo tiene claro: «Esto siempre va a ser más importante que el resultado final, la mejor sensación siempre va a ser colgarse una medalla al cuello, es cierto, pero sin el factor humano sería imposible».