El guitarrista y musicólogo tinerfeño Luis Alejandro García es muy reconocido tanto a nivel nacional como mundial. Cuenta con más de 40 premios en competiciones internacionales. Se formó durante muchos años en el Conservatorio Profesional de Música de Santa Cruz de Tenerife donde comenzó su amor a la guitarra. Ha conseguido debutar en escenarios importantes como Musikverein de Viena o el Palau de la Música Catalana, entre otros. Sus giras le han llevado a numerosos países de Europa y América.
¿Cuándo y cómo empezó su interés por la música y, específicamente, por la guitarra? «Todo surgió más o menos a los cuatro años con el timple. Mis padres me pusieron uno en mis manos y se convirtió en un amigo ocasional, pero casi indispensable. A los ocho llegó la guitarra, aunque diría que la verdadera pasión fue más tardía, alrededor de los quince años. En ese momento la música pasó a un primer plano fundamentalmente porque, por primera vez, le dediqué tiempo y energía».
¿Cómo ha sido la escena musical en Tenerife y cómo ha influido en su desarrollo como músico? «La realidad musical que hay en Tenerife es particularmente compleja, y más si nos centramos en la guitarra clásica. En mis primeros pasos traté de encontrar mis huecos en forma de conciertos. Pero para mí fue primordial viajar fuera y empaparme de experiencias de grandes figuras de la guitarra, además de los concursos. Una vez alcanzados ciertos objetivos, se me han ido abriendo puertas por las islas, mientras otras siguen cerradas. Aunque suene a tópico, no es fácil abrirse camino en tu propia tierra».
«Para mí fue primordial viajar fuera y empaparme de experiencias de grandes figuras de la guitarra»
¿Cómo se prepara para un concierto y qué sensaciones experimenta al estar frente al público? «En realidad, es un proceso de toda una vida, especialmente en el apartado mental. Muchas pequeñas cuestiones van evolucionando en base a las experiencias y se van integrando en tu cerebro. También existe un trabajo diario con el repertorio en el que asientas las obras y generas en ti mismo la suficiente seguridad como para defenderlas ante cualquier circunstancia. El día del concierto es una montaña rusa de emociones, desde pensamientos negativos que debemos saber afrontar, hasta el éxtasis de ver la emoción en la cara y los aplausos del público. Es algo muy especial».
¿Cuál es su rutina diaria de práctica y cómo se asegura de mantenerla motivadora y efectiva? «Desde mi experiencia, precisamente en no fijar una rutina rígida está una de las claves para mantener la motivación. En mi caso, a lo largo de los años el estudio ha ido evolucionando y adaptándose a las circunstancias, en base a los objetivos a corto y medio plazo que tenga marcados. Trato de no bajar nunca de las tres horas, quitando los días de descanso, ni pasar de las cuatro, como máximo, cinco».
¿Cómo aborda la tarea de dar su tu propio estilo a una pieza conocida pero que para ti es nueva? «Estamos permanentemente expuestos a multitud de experiencias, tanto desde un punto de vista teórico como práctico. El estar rodeado de experiencias y de personas del sector, unido al trabajo individual y a la propia reflexión, moldea una personalidad única, con un criterio y una forma de sentir únicos. A partir de ahí, cuando uno aborda una partitura realmente tiene una nube de argumentos que enlazan con lo que dicta el papel que, no en vano, es una mera guía y, por tanto, una obra de arte incompleta, dicho en ese sentido».
«El día del concierto es una montaña rusa de emociones»
¿Se ha planteado ser compositor de sus propias obras? «Lo cierto es que no. Siento muchísimo respeto por la figura del compositor. Siempre he sido muy exigente y una condición sine qua non en lo que hago es tener la convicción de aportar algo. Nunca he creído que sea capaz de aportar desde la rama de la composición. Por esto, lo que trato de hacer, como muchos intérpretes, es tratar de vincular mi actividad con la de los compositores contemporáneos y darle vida a sus creaciones. Al final del recorrido, ambas partes se necesitan».
¿Cuál considera que es el periodo más emocionante o interesante en la historia de la música clásica para guitarra? «Siempre me ha llamado la atención el fenómeno de la Guitarromanie, en los albores del siglo XIX en París. Pero realmente, si hablamos de interés, nos tendríamos que ir al siglo XX, que fue cuando la guitarra española encontró su sitio como instrumento solista. En ese sentido, el trabajo de virtuosos como Andrés Segovia o Julian Bream fue excepcional, no ya por sus interpretaciones, sino por su labor de captación de grandes compositores de la época para el instrumento».
¿Cuáles son sus piezas favoritas dentro del repertorio clásico para guitarra? «Siempre he sentido una especial predilección por repertorios románticos. Pero en los últimos tiempos, por mi forma de concebir la interpretación el discurso musical, me he inclinado hacia las composiciones de gran formato, como la Sonata Romántica de Manuel María Ponce. Es un gran reto, especialmente para un guitarrista, abordar obras de este estilo por la dificultad que entraña el simple hecho de sostener un discurso y una tensión a lo largo de tantos minutos».
«Una condición sine qua non en lo que hago es tener la convicción de aportar algo»
¿Cuál cree que es su seña de identidad al tocar la guitarra? «Probablemente, pueda responderse mejor desde el otro lado, más que en primera persona. En particular, centro muchos esfuerzos en la producción de sonido. Con el tiempo, también he profundizado mucho en la construcción de un discurso sólido, de manera que desde la primera hasta la última nota de una obra se entienda todo como una unidad. Además me esfuerzo mucho en acercar al público a lo que hago. Por ello me gusta hablar y explicar los repertorios, contar anécdotas, hacerle ver que la música del siglo XVIII, aunque lejana, era y es tan humana como la canción de moda que forme parte de su día a día».
¿Cómo es afrontar los proyectos de unirse tanto al cuarteto como al dúo? «El nacimiento de Canary Guitar Quartet y de Dalek Duo ha sido una realidad fascinante. Partiendo de la base de que el denominador común es una profunda amistad que nos une, todo lo demás ha venido de manera natural. Trabajar música de cámara te permite compartir ideas, debatir interpretaciones, marcar objetivos, aprender juntos, vivir alegrías y, cómo no, desilusiones. Desde esa realidad, los objetivos de cada grupo han ido perfilándose con el tiempo y siento que me complementan profesionalmente a niveles distintos que mi carrera como solista».
¿Cuál cree que debe ser el enfoque de la música clásica en estos tiempos de música comercial y electrónica? «No sé si hay una respuesta firme a esta pregunta. En los tiempos actuales, el paradigma reinante a nivel social y económico es completamente opuesto a lo que promulga el pensamiento artístico. Sin embargo, parece obvio que luchar contra ello es una quimera, por tanto debe haber un proceso de adaptación a la realidad, al mismo tiempo que los artistas no podemos sino tratar de aportar algo de luz en un mundo complejo, con tendencias efímeras, unificadoras y alienadoras. Siento que, no solo la música clásica, sino el arte tiene su hueco y su papel y nunca debe perder su importancia».
«Siento que, no solo la música clásica, sino el arte tiene su hueco y su papel y nunca debe perder su importancia»
¿Qué mensaje o consejo da a quienes también quieren seguir su pasión por la música? «Quizás el mayor consejo que puedo darles es que, independientemente del origen y residencia, el trabajo y la inquietud les va a hacer llegar a donde quieran. Es importante viajar, exponerse a situaciones y recibir estímulos, conocer a personas del mundo de todos los niveles y edades y, en todo ese viaje, conocerse a uno mismo. Al final del recorrido, está en uno mismo el ser capaz de crecer. Es un sendero complejo en el que hay muy poco escrito, pero precisamente eso es lo bonito y apasionante de esta profesión, la renovación y el reciclaje personal permanente».
Ya ha ganado todo en cuanto a concursos musicales. ¿A día de hoy cuál es su motivación para seguir presentándose a estos concursos? «Bueno, ojalá hubiera ganado ya todo. Sí que es verdad que encontrar la motivación después de tantos años y más de 40 premios no es sencillo. En mi caso y a este nivel, la pandemia me hizo mucho daño porque cortó en seco mi progresión en el mejor momento y desde entonces mi mentalidad con los concursos cambió».
¿Cuál es su motivación diaria? «En cuanto a la motivación diaria, soy persona de cosas sencillas. Mi día a día lo marcan pequeñas cosas que me hacen feliz, y algunos sueños a medio plazo que, eso sí, no permito que me absorban más de la cuenta. Me apasiona lo que hago y tengo la suerte de poder hacerlo. Es algo que me repito frecuentemente porque es fácil olvidarlo».
¿Tiene algún proyecto musical futuro del que nos pueda adelantar algo? «Pues sí. De cara a finales de este año y, especialmente, el próximo estaré tocando a dúo con una de las figuras que más admiro y a la que más debo musicalmente, Àlex Garrobé. Él fue mi profesor de máster en la Esmuc de Barcelona. Ya hemos ensayado por primera vez y ha sido una de las experiencias musicales más increíbles que he tenido la suerte de vivir. Pronto llegarán noticias de dónde y cuándo nos presentaremos».