La presentación del Ciclo de Conferencias 2021 sobre Innovación en Economía Social y Cooperativismo dejó entrever una de las ambiciones que se quiere despertar en los matriculados y matriculadas; la participación, en la toma de decisiones, de los empleados y empleadas de las empresas cooperativas. El evento se ha materializado gracias a la organización de Cátedra Cajasiete de Economía Social y Cooperativa (CESCO), y la inestimable colaboración de Enpresagintza. Además, se ha profundizado en la eficiencia del modelo propugnado por Gestión de Servicios Residenciales (GSR) en los centros de día.
Con las consignas de innovar, aportar ideas frescas, y experiencias metodológicas de cómo puede estructurarse el emprendimiento colectivo, el investigador de Mondragon Unibertsitatea, Julen Iturbe, inauguró el curso de extensión universitaria. Priorizó, en primera instancia, el valor incalculable que supone la implicación de los asalariados y asalariadas en los marcos productivos de las sociedades mercantiles. De manera breve, pero transmitiendo entusiasmo, el docente cedió la palabra a las especialistas Mónica Gago y Maite Legarra, compañeras del centro universitario.
La participación de la plantilla de trabajo evita la deslocalización
Durante el curso, se subrayaron los beneficios que aporta esta forma de administración al agruparlos según el interventor. Por un lado, se experimenta un aumento estable de la productividad, pues la plantilla de trabajo percibe un sentimiento de pertenencia, el cual afianza su compromiso con los propósitos empresariales; es decir, también se produce una alineación entre fines particulares y organizacionales.
Asimismo, Gago reivindicó la mejora en la distribución de la renta, así como el incremento exponencial del capital comunitario. Como medio para fundamentar la exposición, la oradora aportó que «un 88,89 % del personal de las cooperativas de Guipúzcoa experimentan un mayor bienestar, que va de la mano, a su vez, con la flexibilidad y la conciliación».
Esta afirmación fue el preludio de la intervención de Legarra pues, valiéndose de los datos facilitados por su afín, puso en contexto la metodología idónea en la administración de centros de día; prototipo de empresa que, por el momento, es cuantitativamente dependiente del alma caritativa de la ciudadanía. Por consiguiente, la investigadora aseguró que «la estrategia adoptada es siempre la de acordar contratos a largo plazo con órdenes religiosas y humanitarias».
Uno de los pilares viene a ser la autonomía propia y el liderazgo, que serían inviables sin las políticas de comunicación efectivas. La meta común a seguir, sazonada con un punto colectivista, es proclamar la acción individual como concepto lineal desde la gestión para, así, culminar en el derecho laboral a tomar parte en la propiedad. Por último, las interventoras concluyeron que «la contribución integral debe ser la seña de identidad de toda sociedad».