La mayoría de los recuerdos felices se remontan a nuestra infancia, pues es una época en donde creemos ser invencibles, el tiempo pone la mano sobre nuestro hombro y nos sonríe cálidamente. Allí, los daños y los males guardan su distancia. Aunque en ese momento no lo sabíamos, vivíamos una existencia sin responsabilidades y sin ningún tipo de preocupación. Solo hay sitio para la inocencia, esa que nos pasamos el resto de nuestra vida añorando, ya que uno de los momentos más difíciles es darnos cuenta de que esa calma no es eterna.
Las enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer o síndromes como la demencia senil pueden no ser las más dolorosas, pero sí las más crueles. En España, las personas afectadas por estos padecimientos suman cerca del millón de casos. Para el año 2050, se espera que esta cifra se proyecte a casi el doble.
«El alzhéimer no solo ataca a la mente, sino al corazón de las personas próximas»
Aunque existan tratamientos que ayuden a controlar y a, dentro de lo que cabe, mantener a raya a este monstruo, no hay cura. Estudios no faltan. España se encuentra entre los países líderes en investigación del alzhéimer, pero la realidad es que, a día de hoy, padecer una enfermedad así se trata de un viaje de no retorno en el que cada vez se está más y más perdido.
Enfermedades que arrebatan la esencia y la felicidad a cualquiera, mirar a la cara a nuestro ser más querido para darnos cuenta de que ya no hay rastro de lo que una vez fue. Un mal que no solo ataca a la mente, sino al corazón de las personas próximas.
En el ciclo de la vida todo se acaba y de nada sirve mirar atrás, salvo para llenarnos de remordimiento por lo que pudimos haber hecho. Lo mejor que podemos hacer es aprovechar los periodos felices, y cultivar recuerdos que sirvan como un refugio en el que salvaguardarnos en los momentos difíciles. El tiempo no es nuestro amigo, tampoco nuestro enemigo. Realmente, no le importamos, pero vaya que sabe ser cruel.