Este siglo se caracteriza por ser el de los avances tecnológicos. Las nuevas generaciones se han olvidado de lo que es crecer entre juegos de mesa, libros y marionetas para dejar paso a las tablets, televisores y portátiles. Cada vez más, los Reyes Magos entregan robots, drones y juguetes eléctricos. La llegada de las tecnologías ha marcado un antes y un después en el consumo de la cultura. Pasamos horas y horas sentados frente al ordenador, y se nos hace inevitable mirar el móvil cada pocos minutos. Hemos dejado de lado el teatro, ópera y el cine para salir a discotecas, pubs y bares.
El papel de la cultura en la sociedad está continuamente cuestionado. El trabajo de los actores, guionista o escritores no está lo suficientemente valorado en relación a la importancia que tiene en nuestras vidas. Sin ir más lejos, recientemente el partido político VOX publicó en sus redes sociales «España puede vivir sin sus titiriteros, pero no sin sus agricultores y ganaderos», refiriéndose a los artistas y desprestigiando su labor. Fueron muchos los profesionales que salieron en defensa de su gremio, como Paco León o Blanca Suárez. Está claro que la aportación de la agricultura y ganadería es primordial en una sociedad, pero la de la cultura también. Como afirmaban en el antiguo Imperio Romano: Men sana in corpore sana. Si bien la salud física es importante, la cultura alimenta la mente y el alma.
Por otra parte, la cultura también se ha visto amenazada por el auge de las tecnologías y la llegada de plataformas de streaming, como Netflix o HBO. Los cines han colgado el cartel de «se vende» y los teatros apenas completan su aforo. Leer nos supone un esfuerzo inmenso, por lo que preferimos acabarnos una temporada de nuestra serie favorita. Nos convertimos en usuarios pasivos, no prestamos atención a lo que vemos y solo recordamos ciertas cosas. Damos prioridad al ocio, pero no lo sabemos valorar.
El consumo cultural en tiempos de confinamiento
El coronavirus ha traído consigo cientos de horas muertas. Se nos han restringido las salidas y no podemos acudir a lugares de ocio, como bares y cafeterías. Sin nada que hacer, confinados en nuestras casa, solemos recurrir a la cultura: series, películas, música… Muchas son las personas que comparten en redes sociales sus rutinas y quehaceres. Miles de iniciativas culturales han invadido Instagram, utilizando los directos de esta plataforma como herramienta para hacer recitales, charlas educativas o crear espacios de humor. Podemos encontrar un buen ejemplo en el evento celebrado el pasado 18 de abril. One World: Together at home, fue un concierto global cuyo objetivo era recaudar fondos para el coronavirus. En él, participaron artistas de todo el mundo como Taylor Swift, Lady Gaga, o Shawn Mendes, y leyendas de la música como Elton John, Paul McCartney o los Rolling Stone. Esto me lleva a pensar, ¿qué sería de nosotros sin cultura? Se me hace difícil imaginar una vida en la que los trayectos al trabajo no están acompañados de música, o tardes que no están cubiertas de una buena película.
Eso sí, el ritmo de vida se ha acelerado, y con él nosotros. Correr para llegar a la guagua, colas interminables en las autopistas o la desesperación por ser el mejor trabajador de nuestra empresa se han convertido en partes fundamentales de nuestra rutina diaria. No tenemos tiempo de sentarnos relajados a leer un buen libro, o comprar entradas para disfrutar de la ópera.
Sin embargo, no todo está perdido. Una encuesta realizada por el Ministerio de Cultura y Deporte confirma que el consumo cultural se ha incrementado en los últimos cuatro años. Aunque las actividades culturales más frecuentes son escuchar música, leer o ir al cine, también visitamos monumentos y yacimientos, acudimos a museos y exposiciones o disfrutamos de espectáculos en directo. Es importante no estancarse en pantallas de móviles u ordenadores, y salir a pasar un buen rato admirando una obra de teatro o gozar de un libro.