El cine tiene épocas. Donde antes reinaba el romanticismo o la guerra entre indios y vaqueros, ahora son los superhéroes, las películas de ciencia ficción o los dramas juveniles los que siempre suelen ser una apuesta segura entre los jóvenes y no tan jóvenes. Pero, rara vez, llega a nuestras manos una de esas películas que, cuando la terminas de visionar, no sabes qué has visto. La casa es la última incorporación en stop-motion que el gigante de las plataformas, Netflix, añadió a su parrilla a comienzos del año 2022 y que, si se es sincero, no es para todos los públicos.
El catálogo digital del que se dispone, tiene varias producciones de animación, tanto películas como series, dirigidas hacia los adultos. A este apartado se le suma la nueva proyección de la productora Nexus Studios, que se ayuda del servicio streaming para estrenar su última creación.
La casa, que apenas sobrepasa la hora y media de duración, narra tres relatos, cada cual más surrealista que el anterior, y con ciertos toques de humor negro. Una familia pobre, un promotor inmobiliario hundido entre deudas y una casera con aspiraciones son los protagonistas de esta cinta dirigida por figuras de la animación independiente como Emma de Swaef, Marc Roels, Niki Lindroth von Bahr y Paloma Baeza.
Una familia del siglo XIX
El filme comienza situando al espectador en el siglo XIX; su fin es conocer al matrimonio del pobre Raymond y su mujer, una pareja sin suerte, dinero y con dos hijas a su cargo a las que apenas puede mantener. Tras un encuentro poco agradable, el cabeza de familia conocerá a un siniestro benefactor que le dará un gran regalo sin pedir nada a cambio, una casa.
El cebo ya estaba echado y la presa ya había mordido. Desde los primeros días, la mayor de sus hijas, Mabel, comienza a ver cosas, personas y situaciones que la hacen sospechar que todo está mal. Los adultos, por el contrario, cada día querrán quedarse más tiempo en la casa y ser parte de ella, como sí de una posesión se tratase.
Emma de Swaef y Marc James Roels son los encargados de dirigir este primer cuento. Ambos son conocidos dentro del mundo de la animación por el éxito que tuvo su cortometraje Ce magnifique gâteau! en el año 2018, y por ser seleccionados en Cannes, el Festival de Toronto y los Premios Annie.
La metamorfosis de la realidad
La historia del promotor inmobiliario nos trae de vuelta al presente. Un pobre hombre, agobiado por las deudas, intenta hacer dinero renovando una casa. El problema comienza cuando dos potenciales compradores hacen acto de presencia el día de la inauguración del lugar. Lo fascinante será conocer cuales son las intenciones de estos visitantes tan enigmáticos y aterradores que parecen no querer abandonar la casa.
La directora y animadora sueca Niki Lindroth von Barh es quien se pone tras las cámaras en este caso. Considerada por Variety como uno de los mejores talentos de la animación, ganó el premio Annecy en el Festival de Toronto por su cortometraje The Burden en el año 2017.
Un futuro incierto
La tercera y última historia, no por ello la menos importante, nos vuelve a llevar a la casa, pero en un paisaje totalmente distinto y con cierto tinte distópico. La historia nos habla de Rosa, una joven que ha decidido quedarse y restaurar el lugar para devolverle la vitalidad que tuvo antaño. Algo que es imposible de hacer, ya que apenas tiene ingresos y sus únicos inquilinos pagan la renta con pescado y cristales. Sin embargo, no cuenta con la aparición de un misterioso personajes que harán que se replanteé su vida.
Paloma Baeza es la encargada de dirigir la última historia. Con una narración algo más inspiradora, la reconocida y premiada directora mexicana cierra la cinta con esperanza. Premiada por su cortometraje Poles Apart, cuenta con un trofeo Annie y un BAFTA a sus espaldas.
Una pieza de este estilo entre tanta película comercial se hace rara. En si, no es algo que simplemente se visione y ya. No, se debe llegar más lejos. Aunque para muchos pueda pasar sin pena ni gloria en la plataforma, este tipo de filmes necesitan mentes abiertas y creativas que puedan llegar a entender la complejidad de todo este entramado. El esfuerzo que conlleva hacer una cinta de estas características debe ser tenido en cuenta.
Las historias, que podrían verse cómo una mezcla entre Kafka con su Metamorfosis o El Resplandor de Kubrick, se pueden llegar a entender como una alegoría de la vida y de los problemas que abarca. La última historia, quizás la más floja de todas, es la que más esperanza rezuma en su guion y, puede, que por ese hecho, quisieran cerrar con ella. Solo nos queda aplaudir a Netflix por apostar por este tipo de cine que, guste o no, también puede llegar a ser una obra de arte.