Uno de los ejes temáticos del Campus América 2019 ha sido la conmemoración y el debate en torno a la Declaración de La Laguna, nombre informal de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Generaciones Futuras que fue aprobada en 1994. Un cuarto de siglo después, un grupo de jóvenes de varios países ha dedicado varios días a trabajar sobre la vigencia de este documento para actualizar. Así, ayer jueves, 4 de julio, se presentaron las conclusiones de esta tarea, en las que se reclama que los jóvenes deben tener presencia, voz y voto en los órganos políticos en donde se discuten los grandes asuntos que determinarán el futuro de la humanidad.
Este proceso de debate tuvo el nombre genérico de Regreso al presente y contó con la partición de una treintena de jóvenes venidos de diferentes lugares de Canarias, España y América, a través de becas de la Fundación Carolina, dinamizados por la Asociación Mosaico Canarias y el apoyo de la Fundación General de la Universidad de La Laguna.
Otra sugerencia realizada por los participantes en estos talleres fue la de establecer «trueques de experiencias intergeneracionales y multitemáticos» sobre la implementación de la Agenda 2030, así como fortalecer el asociacionismo juvenil mediante la creación de una red de redes de personas que ya trabajan en estos asuntos. Finalmente, reclamaron a las autoridades políticas y académicas apoyo para que la Red de Jóvenes por los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), creada en el marco de este encuentro de Campus América, continúe, se fortalezca y amplíe a toda la sociedad.
Derechos de las generaciones futuras
Previamente se había celebrado una segunda mesa sobre los Derechos Humanos de las Generaciones Futuras que contó con dos ponentes especializadas en esta materia: Emilie Galliard, investigadora de la Universidad de Caen (Francia), y Belén Llera Cermeño, secretaria general de la Comisión Nacional Española de Cooperación con la Unesco.
Gaillard realizó un recorrido por la historia del concepto de «derechos de las generaciones futuras», remitiendo al filósofo Hans Jonas, quien abogaba por la necesidad de una ética del futuro, una cuestión ética totalmente nueva que defendió en su obra El principio de responsabilidad.
La experta señaló que la Declaración de La Laguna fue pionera en su tiempo por proponer conjuntamente en un mismo documento la defensa de los derechos humanos, los derechos medioambientales y derechos de las generaciones futuras. Sobre estos últimos, señaló que se han presentado en tres oleadas: en los 70-80, cuando se propuso el concepto; entre los 90 y 2010, cuando aparece la noción de «preocupación transgeneracional» para proteger a las generaciones venideras; y la actual etapa de aceleración, en la cual ya es posible reclamar estos derechos ante los tribuales.
Gaillard explicó que en el contexto actual ha aparecido un nuevo imperativo: el de anticiparse a las catástrofes. Para explicarlo, diferenció un riesgo, que se puede superar y ante el cual es posible ejercer cierta resiliencia, de una catástrofe, que es inevitable y de efectos perdurables: «La catástrofe impide el futuro, por eso hay que anticiparla, hay que aumentar la capacidad de evitar que se produzcan». Puso como ejemplo la central nuclear de Fukushima como algo cuyos efectos ya no se pueden combatir, de ahí que sea necesario prever las catástrofes nucleares porque a posteriori es, simplemente, imposible.
Objetivos de Desarrollo Sostenible
Por su parte, Belén Llera alabó que la Declaración de La Laguna siga vigente por su voluntad multilateral, es decir, por apelar a toda la humanidad en su globalidad, y los relacionó con los ODS porque ponen un marco de futuro común. Explicó que la de 1994 fue una declaración muy novedosa porque en ella ya estaban presentes el medioambientalismo, la diversidad cultural, la defensa del patrimonio, la paz y la convivencia.
Añadió con cierta alarma que, pese a su importancia, en España solo un 13 % de la población conoce los ODS, por lo que hay que «hacer un trabajo ímprobo» para difundirlos. Matizó que, además, en ese 13 % no todos son jóvenes, a pesar de que se trata de un colectivo al cual esta Agenda 2030 atañe especialmente porque se refiere a sus condiciones futuras. Por ello, tanto la Unesco como la ONU han lanzado sendos programas para mejorar la implicación de los jóvenes al respecto.
En ese sentido, criticó que se tiende a infantilizar a los jóvenes, «cuando ellos lo que quieren es madurar y enfrentarse a la vida, y poseen la pasión y la mirada fresca, que pueden ser muy útiles a la hora de diseñar acciones y políticas». Por ello, abogó por implicar más a este colectivo en las decisiones y debates concernientes a los ODS.