Como si no fuera mucho con la pandemia que hemos atravesado en los últimos dos años, ahora nos encontramos con una guerra. El 24 de febrero de 2022, Rusia, o mejor dicho, Putin, decidió atacar a Ucrania alegando ser una «operación especial inevitable», no una invasión, argumento que utilizó en 2008 en la guerra con Osetia del Sur y en 2014 con la anexión de Crimea.
Claro está que esto no sucedió de la noche a la mañana. Y puede que Rusia tenga la razón. Todo ha sido consecuencia de falsas promesas realizadas en el pasado. En plena Guerra Fría, se creó la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN) entre los aliados de Estados Unidos con el objetivo de «blindarse ante posibles ataques militares». Esta alianza suponía una amenaza para la Unión Soviética, por lo que desde su creación le aterrorizaba el hecho de que se expandiera hacia el Este.
Ante esta situación, existen varias versiones rusas que afirman que Occidente había prometido que tal expansión de la OTAN hacia el Este no sucedería. La catedrática de Historia de la Universidad de Southern California, Mary Elise Sarott, se encargó de realizar un estudio para analizar a fondo esta situación. Por lo que comenta, la cuestión es que sí hubo ciertos «acuerdos» de que la OTAN no se acercaría a las fronteras de la Unión Soviética; el ministro alemán de Exteriores Hans-Dietrich Genscher fue uno de los que declaró públicamente que «la OTAN no tiene la intención de expandirse al Este».
El trato que se le ofreció a Mijaíl Gorbachov, último presidente de la URSS, buscaba la integración de Alemania en la OTAN, pero sin llegar a incluir a la República Democrática Alemana (zona que controlaba la URSS). James Baker y Helmut Kohl lograron convencer a Gorbachov de que aceptara dicho trato, pero el líder ruso dejó muy claro que «cualquier extensión de la zona de la OTAN sería inaceptable».
Es decir, sí que hubo acuerdos. Prueba de ello también podemos encontrar en las Memorias de Gorbachov, e incluso en transcripciones estadounidenses, pero entonces, ¿por qué no se cumplieron? La respuesta es fácil, eran simples acuerdos de palabra y no se firmó nada que lo respaldara legalmente. Viéndolo así, se puede considerar obvio que actualmente Rusia tenga razones para disgustarse por el incumplimiento de ese palabreo de los años noventa.
Podríamos compararlo con una situación tan simple como: le pides a tu amigo que no cuente un secreto y es lo primero que hace. ¡Claro que te enfadarías! Y no solo eso, sino que lo hace una y otra vez. Cada adhesión de un país del Este de Europa a la OTAN ha sido un ataque indirecto que Rusia ha asumido con enfado.
«Cada adhesión de un país del Este de Europa a la OTAN ha sido un ataque indirecto que Rusia ha asumido con enfado»
Teniendo en cuenta todo esto, si bien se pudiera considerar que Rusia tiene razones fundamentadas para atacar a Ucrania, esta decisión con tantas consecuencias no se puede argumentar en «acuerdos» no formalizados que sucedieron hace más de treinta años.
Actualmente en Ucrania viven aproximadamente 44 millones de personas que no tienen ni una pizca de culpa del resentimiento que aún conserva Rusia. Que sí, la presencia de la OTAN en Ucrania pondría a Moscú a la mira de misiles, pero dichos misiles no serían necesarios salvo situaciones que la misma Rusia provocaría, porque, a mi parecer, Putin es el único interesado en una guerra, porque sin pensarlo dos veces atacó a un país solo por no cumplir sus peticiones.
A dos meses de la invasión, el mundo se sigue preguntando qué pasará. El Ejercito ruso cada vez avanza más, dejando en su camino a miles de civiles muertos. Así las cosas, lo cierto es que a estas alturas el cuándo y cómo acabará esta guerra solo lo sabe Putin.