Mercedes Bengoechea Bartolomé es sociolingüista, catedrática en Filología Inglesa y referente de la defensa del uso del lenguaje no sexista desde una fundamentación académica. Ha recibido distintos galardones por su labor investigadora e innovadora. Desde 1994 es componente de la Comisión Asesora sobre Lenguaje del Instituto de la Mujer (NOMBRA) y, recientemente, ha impartido el curso Integración de la perspectiva de género en la docencia universitaria en la Universidad de La Laguna. Además, llevó a cabo la conferencia Feminismos y gramática: las preguntas sin respuestas por el Día Internacional de la Mujer.
¿Qué motivos le han llevado a defender la necesidad de un lenguaje no sexista? “Cuando tenía quince años, mi madre me regaló el libro El segundo sexo de Simone Beauvoir, una obra feminista que da muchísima importancia a la construcción del lenguaje que define a la mujer. Sin embargo, fue el momento en el que empecé a estudiar filología cuando me di cuenta de que se explicaba cómo funcionaba la lengua sin contar los porqués, simplemente ‘era así y había que usarla de esa manera’. Desde ese instante comencé a interesarme por determinados usos lingüísticos”.
«Estamos aquí para cambiar el mundo»
¿Cómo pasó a formar parte de la Comisión Asesora sobre Lenguaje del Instituto de la Mujer? “En el año 1994 la UNESCO contactó con el Instituto de la Mujer ya que consideraba necesario que se hiciera algo sobre el lenguaje, pues jugaba un papel fundamental en la desigualdad entre mujeres y hombres. El Instituto llamó a las pocas expertas que investigaban el lenguaje en ese momento. Se formó entonces la Comisión Asesora del Lenguaje del Instituto de la Mujer, conocida como NOMBRA, y empezamos a trabajar para combatir el lenguaje sexista”.
¿Cuál es la investigación más importante que han hecho como grupo? «Uno de los trabajos, del que nos sentimos más orgullosas, es un estudio de la edición de 1992 del Diccionario de la Real Academia Española, titulado Lo femenino y lo masculino en el DRAE. Fue reconocido por la ONU como una de las grandes investigaciones que habían contribuido, en mayor medida, a la liberación y a un cambio en la desigualdad. Que una organización tan destacada considerara relevante nuestro trabajo es mejor que cualquiera de los premios que se pueden ganar. De hecho, tuvo tanta influencia, que el Diccionario de la Academia ha reconocido de forma implícita muchas profesiones en femenino. Lo que nosotras le criticábamos, ahora lo modifican. Para eso es para lo que estamos, para cambiar el mundo“.
«La RAE refleja la sociedad cuando quiere»
La RAE sigue promoviendo el uso del genérico masculino para referirse a una mayoría, sin tener en cuenta el número de mujeres y hombres. ¿Cómo podemos empezar a cambiar estas normas lingüísticas? “El uso del genérico masculino forma parte del funcionamiento de la lengua, pero es una discriminación hacia las mujeres que procede del patriarcado. Ante esto no tenemos más remedio que desobedecer la norma y empezar a usarla de otra manera. Puede que dentro de un siglo tengamos un género neutro o puede que los dos géneros coexistan en igualdad de condiciones. No sé hacia dónde vamos, de momento el cambio más importante que percibo es la feminización de la lengua».
¿Tiene que ver con la educación? «Muchos centros escolares y universidades ya toman la iniciativa de usar el femenino cuando en una clase hay mayoría de mujeres. Estamos avanzando mucho más de lo que la mayoría de los miembros de la Academia reconocen”.
¿Cree entonces que el Diccionario de la Academia refleja nuestra sociedad, como ellos mismos defienden? “Una profesora me contaba su indignación porque el Diccionario de la RAE rechace miembra, como femenino de miembro, pero sí acepten expresiones como miarma, almóndiga… La RAE tiene un problema: siempre está oscilando entre su papel de registradora de la lengua y su función normativa. Como reflejar la sociedad no siempre va de la mano con la creación de la norma, cuando quieren la reflejan y cuando no, crean la norma”.
«Hay que animar a las chicas a que sean realistas y se valoren como se merecen»
¿Qué criterios ha enseñado en el curso Integración de la perspectiva de género en la docencia universitaria para acabar con esta situación? “Primero me he ocupado de desmontar el androcentrismo inconsciente que hay en todas las ciencias. Se desconocen las mujeres pioneras porque los hombres heredan los principios de las disciplinas y de los descubrimientos. He hablado también de la tendencia a utilizar bibliografía masculina. Cómo en las cartas de recomendación el profesorado tiende a decir que los chicos son brillantes y las chicas son trabajadoras. Incluso en la autoevaluación hay una desigualdad entre géneros: las mujeres nos consideramos menos y nos fijamos en lo que hacemos mal».
¿Y en cuánto a los hombres? «En cambio, los chicos suelen ver solo lo que han hecho bien. Hay que animar a las chicas a que sean realistas y que se valoren como se merecen, que es más de lo que ellas creen. Estas desigualdades estructurales afectan a nuestra docencia de forma inconsciente, por eso hay que cambiar las formas que discriminan”.
Como defensora del feminismo, ¿piensa que las manifestaciones y el paro del Día de la Mujer han conseguido cambiar la mentalidad de la sociedad? “Creo que el Día de la Mujer es una llamada de atención a la sociedad. Es un vínculo con otras mujeres que están en tu misma situación, sin importar la clase social o etnia. En cuanto al paro, es una gran iniciativa, pero la gente que realmente está en una situación de desigualdad difícilmente pueden ejercerla. En cualquier caso, lo más importante es que la participación masiva de estas reivindicaciones no solo ha tenido lugar en España. Es muy reconfortante ver que no es una lucha individual”.