Las mujeres tienen que hacerle frente a la doble presencia. Foto: PULL

Esclavitud invisible

Opinión

Distintos son los movimientos feministas que envuelven a las sociedades actuales con el objeto de garantizar la igualdad real y efectiva entre hombres y mujeres. No obstante, el mercado laboral parece ser resistente a estos esfuerzos. A pesar de que cada vez son más las mujeres que se incorporan al trabajo, las tareas del cuidado siguen siendo un gran hándicap. Las tareas domésticas, el cuidado de los hijos o familiares dependientes son actividades y responsabilidades no remuneradas que han recaído sobre la mujer, como algo consustancial a la naturaleza femenina.

Según los datos obtenidos en el informe El trabajo de cuidados y los trabajadores del cuidado. Para un futuro con trabajo decente, publicado por la Organización Internacional del Trabajo, cada día se dedican 16 4000 millones de horas al trabajo de cuidados no remunerados. Esto corresponde a 200 millones de mujeres trabajando a jornada completa sin recibir sueldo a cambio.

A pesar de que los hábitos de distribución y organización del tiempo propio han experimentado una evolución significativa en estos últimos años, siguen evidenciando una tendencia en la que los hombres alternan tiempo productivo y tiempo de ocio, mientras que las mujeres continúan superponiendo el tiempo de trabajo, el tiempo productivo y el tiempo de ocio. Por tanto, se perpetúa un sistema de protección informal en el que siguen siendo las mujeres las responsables mayoritarias del cuidado.

«Las mujeres que se insertan en el mercado laboral tienen una mayor tendencia a experimentar la discriminación indirecta por razón de sexo»

Recientemente, el Estado ha promulgado, a través del Real Decreto-ley 6/2019, el avance normativo en corresponsabilidad con el objeto de garantizar que los hombres se involucren en las tareas del cuidado y así corregir las desigualdades existentes. Sin embargo, estudiando la situación actual, los datos demuestran que la implicación masculina sigue siendo menor que las mujeres. Por esta razón, conlleva a plantearnos si alcanzar la igualdad real y efectiva es solo un objetivo de la justicia o si participan otros factores como la educación.

España no tiene un programa educativo en el que fomente la perspectiva de género, pero lo mismo ocurre con otro gran factor, las familias. En resumen, para llegar a la meta en el tedioso camino de la igualdad es fundamental que el Estado, a nivel legislativo, siga avanzando. Pero es incluso más importante que se nos eduque no como hombres o mujeres, sino como personas.

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