Todas las personas, a lo largo de nuestra vida, hemos escuchado alguna vez que debemos ser fuertes, que no podemos llorar o que hay que mantener la calma. En conclusión, que no debemos sucumbir a los sentimientos. Alguien sensible, según la Real Academia Española (RAE), es aquella «delicada, que por su naturaleza debe ser tratada con especial cuidado». ¿Es solo a esta parte de la sociedad a quienes tenemos que tratar de esta forma? ¿Se ha convertido la empatía en un regalo de compasión por caer en la maldición de aceptar nuestras emociones?
Ocasionalmente me encuentro cuestionando mi valor como persona por sentir con intensidad. Los momentos felices son de éxtasis y los tristes llegan a ser desgarradores. Pero no es esa, sino otra, la razón de mi angustia. Es el ambiente que me rodea el que me crea estas dudas. Mi primera experiencia fue en la Educación Primaria. En una clase de inglés un compañero me señaló al leer la palabra weak y dijo: «Como tú» y los demás rieron. ¿Qué podía hacer? Yo, ingenua, creí que era cierto y me resigné a llevar el título de débil durante el resto de mi vida. Con frustración, acepté que esa iba a ser mi papel y que los demás me percibirían del mismo modo.
«La sociedad repite sistemáticamente un castigo para la gente que no puede apagar y encender sus sentimientos»
Hoy, años después, sigo viendo las mismas situaciones. Sin ir más lejos, Jada Pinket Smith está en el foco de todos los medios de comunicación, siendo incluso criticada, por haberse ofendido por una broma sobre su aspecto físico. Parece que es el resto de la humanidad y no ella misma quien decide qué es ofensivo y qué debe afectarle.
La sociedad repite sistemáticamente un castigo para la gente que no pueden apagar y encender sus sentimientos. Este es la vergüenza de pensar que estás exagerando y la culpa de haber dejado que tu lado emocional saliera a la luz. Nuestro universo avanza y, aparentemente, nuestras mentes se abren, pero nos escandalizan más las reacciones humanas que las bromas pesadas y las faltas de respeto.
Y si en Hollywood ocurre, ¿qué nos queda al resto de humildes mortales? Seguiremos creciendo con la creencia de que la fortaleza y la resiliencia son incompatibles con la sensibilidad y la empatía. Quizás no se trata de tener la piel demasiado fina para este mundo tan duro, quizás tenemos muy poca empatía para todas las emociones que llevamos dentro.