El blanco anodino de las paredes de una facultad alejada del núcleo de Guajara fue lo único que acompañó a los espectadores durante unos buenos minutos. Sortear los pasillos de un edificio tan aséptico y tan desconocido como el de la Sección de Ciencias de la Salud no es nada fácil. Después de mil vueltas, el sonido dulce de las flautas que ensayaban sus partituras antes de salir al escenario se escapaba del recinto. Siguiendo la melodía, por fin se halló la entrada del Aula Magna de la Facultad de Enfermería y Fisioterapia de la Universidad de La Laguna. Allí se encontraban algunos jóvenes afinando, probando sonido y calentando voces mientras las butacas todavía estaban vacías. Este primer día de las XVII Jornadas Musicales de Ciencias de la Salud estuvo marcado por la flauta, el piano y las voces femeninas.
A falta de minutos para que dieran las 19.00 se presentan el decano, Agustín Castañeyra, y el Vicerrector de Relaciones con la Sociedad de la Institución académica, Francisco García, en la gran mesa central. La solemnidad se apoderó del momento con un discurso elogiador en el que reconocieron la labor de estudiantes y profesores como Francisco Valladares, impulsor de la primera edición, que logran que cada año este evento se vuelvan a celebrar.
La formalidad hizo aguas cuando los presentadores María Alcóver y José Carlos Bello salieron al frente. Ambos se encargaron de ilustrarnos con curiosidades musicales en cada pausa para amenizar un poco los descansos. Hasta que sucedió. De repente, se atenuaron las luces. Una delicada chica de cabellos rizados estaba sentada frente al gran piano de cola instalado en la plataforma. Valentina Lorenzo desprendía una sensibilidad sorprendente, sobre todo porque estaba tocando una Oda a la bacteria que habita en mis pulmones. ¡En serio! Le estaba dedicando una canción compuesta por ella misma a esos minúsculos organismos que la enfermaron semanas atrás.
La joven se atrevió a compartir un pedazo de ella con nosotros y la recibimos con la boca abierta. Pronto, las flautas traveseras de Cristina Guillén y Marcos Medina la acompañaron a ritmo de Andante e Rondo, op.25 de François Doppler. La melodía simpática del trío cedió el protagonismo a ritmos más españoles de la mano del dúo Adexe, compuesto por Adela Machín y Jesús Delgado, voz y guitarra, respectivamente.
Voz, flauta, violín
Los destellos metálicos de la flauta travesera volvieron a brillar con el solo de Marcos Medina, que ofreció la Sonata para flauta sola en La menor. Poco adagio de Carl Phillip Emanuel Bach. El negro intenso de su traje lo sustituyó un conjunto azul cielo que conquistó la sala con su voz. Era Lara González cantando idontwannbeyouanymore de Billie Eilish. Cuando esta abandona el tablado, aparece un joven algo maltrecho de la pierna. Después de una lucha con sus muletas, Miguel Ángel Torres se acomoda en el sillín para deleitarnos con Slava Makovsky: Black Cats, una obra original para violín del compositor ruso Aleksey Aygi. Parecía que los dedos del joven acariciaban las teclas al compás de la melancólica pieza. Por último, el dúo de Andrea Herrera y Alejandro Cigala volvieron a traer a la tarima letras españolas actuales.
Aun así, la actuación estelar de la noche fue, sin duda, la de la Muy Ilustre, Nocturna, Decana y Andariega Tuna de Medicina de la Universidad de La Laguna, pues consiguió que los asistentes palmearan al son de canciones famosas como Farola de Santa Cruz o Española. Los dicharacheros estudiantes arrancaron aplausos, vítores y sonrisas de oreja a oreja entre todos nosotros. Al despedirse, dejaron un buen sabor de boca que marcaron esta experiencia inolvidable.
Los jóvenes arrasan
La ilusión apareció de lleno en el segundo día. Esta vez el blanco anodino de las paredes resultó amigable pero de nuevo la música guiaba los pasos. Esta vez la sala estaba repleta, apenas había butacas vacías. El programa dejaba entrever que esta vez lo clásico quedaba en segundo plano para dar paso a ritmos más modernos. Sin embargo, ambos estuvieron compensados.
Las notas de la flauta de Ana Zárate silenciaron los murmullos del público expectante. Su forma de tocar nos cautivó a los presentes cual flautista de Hamelín. Amanda y su timbre agudo deshicieron el hechizo de Ana y nos devolvió a los 2000 con Cry me a river de Justin Timberlake y Stay de Rihanna. Su actuación dio paso a Enrique González, que nos sorprendió con su virtuosidad al piano interpretando Impromptu Nº3 en Sol B M (D.899 – Op. 90) de Franz Schubert, aunque la rigurosidad de la obra se partió en mil pedazos con el cuarteto compuesto por Carolina Rodríguez González, Sara Rodríguez Marrero, Lorenzo Rodríguez Ramos y Francisco Sánchez Cabrera, que llenaron de júbilo la cámara con Don’t stop belivin’ de Journey.
A continuación, un mozo desenfadado trepó por el taburete con su guitarra bajo el brazo. Alejandro Santana se instaló en nuestros corazones con sus creaciones Para dormir, De mis 20 y No lo sabes. Su voz desgarradora y su arte para rozar las cuerdas de su instrumento predilecto nos hizo navegar por los tonos de su registro, envolviéndonos en unas vibraciones que retumbaban por la sala hasta llegar con suavidad a nuestros tímpanos.
El trío de Saray Mena, Alexander Poncela y Gerardo Reboso le sacó virutas al violín, violonchelo y piano para tocar Preludio de Shostakovich. Poco después, Cristina Guillén arrasó con la brillante entonación de Shallow de Lady Gaga, para luego repetir su aparición junto a Alicia López y Cristian Expósito con Human de Christina Perri. Le siguieron las manos de David Nicolás en el piano con Preludio op. 28, nº 15, en Re bemol Mayor y Scherzo nº2, op. 31, en Si bemol menor, ambas obras de Frédéric Chopin. El rock también tuvo hueco en estas Jornadas y las guitarras eléctricas hicieron su particular aparición estelar a cargo de Daniel Márquez y Pablo Montenegro.
Mueve el citoesqueleto
Summertime Sadness de Lana del Rey nos devolvió al clima nostálgico con la delicada voz de Verónica García y la asombrosa guitarra de Marina González. Esta cita con la música la clausuró el coro Mueve el Citoesqueleto, compuesto por estudiantes de la Facultad que cantaron Bottom of the river y This is me. Aunque una última sorpresa se encontraba fuera de la sala, pues la Coral Camerata Lacunensis de la Universidad de La Laguna estaba esperándonos en los altillos de la escaleras del edificio para deleitarnos con sus letras sacras.