«Si no fuera por las ayudas, no se sale bien adelante»
Félix tiene el rostro marcado por arrugas. Su tez es morena y tiene una voz grave. Lleva parado desde diciembre de 2021. Acude cada dos meses a la oenegé Sonrisas Canarias para recoger varias bolsas con alimentos: «Antes, cuando se podía, ayudábamos al vecino. Ahora es uno el que tiene que pedir ayuda». Asegura que la Pandemia le ha desestabilizado por completo en el ámbito económico, pero que está escapando gracias a las donaciones que recibe.
Estefanía también acude a Sonrisas Canarias desde hace seis años. No recibe ningún tipo de prestación. «Estoy parada desde que empezó la Pandemia. Mi marido es el único que trabaja. Somos cinco en casa y no tenemos para todo», comenta mientras cuida de su bebé. En estos meses recibirá una ayuda económica para la infancia.
María del Carmen también está esperando a sus bolsas con frutas y verduras frescas, chacina, galletas, aceite y otros productos no perecederos. Vive en Tacoronte junto a su marido prejubilado. Ella también lo está. Afirma que no pueden asumir tantos costes. Cobra muy poquito y tiene muchos gastos. «La vida está muy cara. Todo ha subido», balbucea con amargura mientras se ajusta la mascarilla. Su marido guarda las bolsas en el coche y ella se despide.
Judit está pendiente de recibir el Ingreso Mínimo Vital. Esa sería su única fuente de ingresos para asumir todas las cuotas mensuales. Explica que son cuatro en el hogar: «El pequeño, la niña de trece años y la otra mayor de edad». Cuando habla de cómo le afectó la Pandemia exclama: «¡Uy!, muy mal, muy mal psicológica y económicamente».
Isabel está acompañada por su esposo, son de Tacoronte. «Mi marido y yo estamos muy faltados y ninguno de los dos podemos trabajar», lamenta. Él sí recibe una ayuda, pero ella no porque le quedan todavía dos años para cumplir la cotización: «Entonces no me dan derecho a nada». Transmite la personalidad de una mujer con valentía y resiliencia. Ella sufrió un infarto en plena Pandemia y estuvo esperando un mes a que la operaran. La estancia en el hospital fue horrible porque no sabía lo que tenía. «Me afectó muchísimo, de hecho estoy en manos del psicólogo y a ver si me anima y me echa un poco para adelante», añade. Isabel siente tristeza por haber trabajado tantos años y ahora tener que depender de estas ayudas sociales. «Pero bueno estamos aquí para contarlo», murmura para su propio consuelo.
«No puedo trabajar, no tengo derecho a nada»
Yéssica es una mujer joven. Hace la cola para recoger los alimentos junto a su madre, que es pensionista. Las dos viven en Tacoronte. Lleva siete años desempleada y está enferma de las manos. «No puedo trabajar, no tengo derecho a nada», expresa. Tiene una hija de dieciséis años a la que cuidar. La madre de Yéssica reconoce que los servicios sociales del Ayuntamiento de Tacoronte «son totalmente horribles, de que no ayudan mucho al pueblo».
Todos los testimonios son de personas usuarias de Sonrisas Canarias, una organización de servicios sociales, ubicada en Valleseco, que apoya a familias en riesgo de precariedad. Desde hace veintidós años atiende las necesidades de la población isleña y reparte alimentos de calidad. La mayoría de las subvenciones proviene del Fondo Europeo de Ayuda para las personas más Desfavorecidas (FEAD) y de proyectos del Cabildo de Tenerife.
La entrega de productos sigue un control por el que se da una mayor o menor cantidad en función de la unidad familiar. Por ejemplo, en el expediente de Estefanía figura que son cinco miembros: por ese número de personas, recibirá en total trece paquetes de garbanzos, siete de arroz, dieciséis latas de atún y botes de cacao soluble, nueve lotes de galletas, catorce de espaguetis, una caja con frutas y verduras frescas… que tendrá que gestionar por meses.
Isabel y su marido recogerán cinco paquetes de garbanzos, tres de arroz, seis latas de atún, cuatro lotes de galletas, seis botes de aceite de oliva y veinticinco de leche entera… Los productos varían según las necesidades, el perfil de quien solicita la ayuda alimentaria, si tienen o no menores en casa… Para las familias con bebés, suele entregarse productos que consuman mejor, aparte de pañales o juguetes. No siempre hay leche entera ni yogures de macedonia.
En ocasiones especiales tiene algunas que otras bolsitas de golosinas y las familias con peques se alegran. Sin duda es un aporte que todas las personas agradecen, pero está muy lejos de cumplir con una dieta completa, sana y equilibrada. Luis Febles, responsable de Sonrisas Canarias, destaca que también ofrecen «tarjetas de compra en Hiperdino por el valor de cincuenta euros para que la persona complemente con aquellos productos que le falten».
El grupo de voluntariado está integrado por personas que dan una atención cercana y humana. Luis Febles y Mary Carmen se encargan de llevar el seguimiento de recogida de alimentos por familias y de entregar las tarjetas de compra. Luis de la Paz, Luisón, llena las bolsas y Juan Pedro organiza las cajas con piezas de frutas y verduras, embutidos y, según las donaciones, productos precocinados como arroz o pasta con salteados de vegetales y carne.
«La pobreza en Tenerife no es solo la que duerme en la calle»
Sin la labor esencial de Sonrisas Canarias muchas personas y familias, que están en la pobreza y vulnerabilidad, no podrían comer todos los días, no podrían llenar la despensa con algunos alimentos. Y la cuestión es que quienes se acogen a estos donativos tienen perfiles diferentes, vidas distintas que no se pueden generalizar. La pobreza en Tenerife no es solo la que duerme en la calle, es también la que no llega a final de mes, la que está sin empleo, la que no recibe una pensión ni ningún subsidio, la que tiene una cuenta en número rojos debido a la entrada de gastos.
Olga Nazco, directora del área de Pobreza en Cruz Roja Tenerife, gestiona el programa de personas en situación de extrema vulnerabilidad. Una unidad de emergencia social en La Laguna y Arona reparte comida elaborada a habitantes sin hogar. Tienen pisos para convalecientes por operaciones quirúrgicas, un comedor en La Laguna y un servicio de aseo, lavandería y consigna en La Cuesta con «duchas, secadoras, taquillas…», detalla la coordinadora.
Por otra parte, lideran voluntariados para colectivos y familias vulnerables que, a nivel económico, no pueden llegar a final de mes ni hacer frente a todos los gastos. Cruz Roja contribuye con ayudas para el alquiler, la alimentación, las cuotas de suministros, como agua y electricidad, los trámites de documentación, la búsqueda activa de empleo...
La organización apuesta por talleres que formen a las personas vulnerables con el objetivo de que no se estanquen en sus situaciones, sino que puedan evolucionar y prosperar a nivel económico y social. Para el grupo menor de edad, se invierte en refuerzo escolar, clases particulares, donación de materiales como libros o tabletas con tarjetas SIM.
«No en todas las casas puede haber un pago de Internet, de un ordenador… después del covid todo es muy digital», comenta Olga Nazco a propósito del programa que llevan a cabo para reducir la brecha tecnológica. Por otro parte, prefieren entregar tarjetas de compra de alimentos para «dignificar la ayuda, que no sea una bolsa establecida que damos a las familias y ya está».
También se esfuerzan en fomentar las redes de amistades y el tiempo libre de las personas usuarias en Cruz Roja: «No nos olvidemos de que es super importante para todo el mundo tener su ocio. Y si tienes una restricción económica, eso te limita mucho». Cuántas veces se da por sentado algo que no toda la población tiene el privilegio.
«Seguimos en un alto grado de personas en situación de desempleo»
La directora del área de Pobreza coincide en que la precariedad no tiene un único rostro: «No se puede generalizar a un colectivo de nivel educativo bajo, ni a una cronificación de personas en situación de calle», sino que cualquiera puede quedarse sin trabajo y sin una fuente de ingresos de un día para otro. Ahí comienza el riesgo a la precariedad.
Félix, Estefanía, María del Carmen, Judit, Isabel y Yéssica están en la pobreza porque tienen que recoger alimentos cada dos meses para poder sobrevivir, pero sus dificultades e intimidades son distintas. Hacen cola para recibir algo que nadie debería pedir. Sus derechos básicos no están cubiertos y ahí es donde, tristemente, comparten algo en común. El rostro de la pobreza en Tenerife es enrevesado, tiene ángulos y claroscuros, se camufla entre el silencio.
La tendencia de la precariedad e inestabilidad de las familias isleñas sigue al alza, conforme a la afirmación de Olga Nazco: «Seguimos en un alto grado de personas en situación de desempleo. Eso hace que las familias estén indefensas y puedan entrar en los límites de pobreza». Todavía no se percibe un repunte económica en los hogares.
Según el informe El estado de la pobreza: seguimiento del indicador de pobreza y exclusión social en España de AROPE (por sus siglas en inglés At Risk Of Poverty and/or Exclusion) publicado en 2021, «el 36,3 % de la población canaria está en riesgo de pobreza y/o exclusión social en el año 2020» y «810 900 personas residentes en Canarias, unas 37 900 más que el año pasado [2019]» están dentro de esos parámetros tan preocupantes de precariedad y aislamiento.
810 900 personas se dice muy rápido. Igual de rápido las familias se quedan sin ingresos para cumplir con todos los honorarios: «Los datos muestran que la población que experimenta alguna clase de dificultad para llegar a fin de mes ha aumentado en 6,7 puntos porcentuales respecto al año anterior [2019] hasta situarse en el 66,7 %».
Las cifras vienen a concluir que «Canarias ha soportado tasas muy elevadas de riesgo de pobreza y/o exclusión social, siempre muy por encima de la media nacional y en las posiciones más altas en la ordenación regional». El Archipiélago tiene una crisis de la que apenas se habla en los medios. Se hace el silencio.
«810 900 personas residentes en Canarias están en riesgo de pobreza»
Cruz Roja atendió en 2021 a más de doscientas mil personas en las Islas, de las cuales casi el 60 % recibió ayuda por el área de Inclusión Social, donde se encuentra el colectivo en situación de extrema vulnerabilidad. Predominó la asistencia en La Palma debido a la erupción del volcán y el apoyo a migrantes. Le siguieron grupos de personas mayores, mujeres con problemas sociales, infancia, personas con discapacidad, población reclusa y refugiada.
La entrega de bienes, alimentos, productos de higiene personal y del hogar, abrigos, juguetes y material escolar, junto a las prestaciones económicas como ayudas educativas, formación, cuotas de suministros, sanidad y gastos de movilidad llegaron a unas 74 000 personas. Además, el voluntariado fomentó el acompañamiento social a personas mayores, pues la Pandemia atacó con crudeza a un sector vulnerable y propenso a caer en la soledad y el aislamiento.
Olga Nazco comenta que «el mayor volumen de personas usuarias las tenemos en Santa Cruz, La Laguna y la comarca de Abona: Arona, Las Galletas, San Isidro…» y que, por ende, en estas zonas se refuerzan los dispositivos de emergencia social. La coordinadora destaca la gran labor que están llevando a cabo: «Deberíamos poner en alza que desde Cruz Roja Tenerife se está haciendo mucho esfuerzo a nivel de voluntariado y a nivel técnico para colaborar».
Félix, Estefanía, María del Carmen, Judit, Isabel y Yessica son una ínfima representación de todas las personas tinerfeñas y de las Islas que viven a diario en los límites de la precariedad, levantándose con el pensamiento de cómo seguir adelante. Cómo puedo salir de esta situación, qué hago para comer hoy, a quién le puedo pedir un favor o echarle una mano para conseguir algunos ahorros. Por qué yo, por qué. Es exasperante y triste, no te deja avanzar.
Luis Febles, presidente de Sonrisas Canarias, asegura que les encantaría poder ayudar más, pero la realidad es que los recursos y las donaciones son limitados. Olga Nazco expresa que «para Cruz Roja, es fundamental el voluntariado». Cualquiera puede colaborar en distintos programas y luchar por la igualdad. En los rostros de Félix, Estefanía, María del Carmen, Judit, Isabel y Yéssica hay lamento pero también esperanza. Le sonríen a la vida.