Antonio Rodríguez es catedrático de la ULL y doctor en Ciencias Biológicas. A día de hoy ejerce como docente en el Grado de Ciencias Ambientales y es el coordinador del Grupo de Investigación de Conservación y Degradación de Suelos, el cual estudia algunos de los procesos asociados al deterioro de la superficie y, al mismo tiempo, busca métodos posibles para paliar esta pérdida. Algunos de estos fenómenos, según el experto, son la erosión, compactación, salinización, contaminación y construcción del terreno.
¿Cuáles son las causas de este desgaste a la tierra todavía no cubierta por pavimento? «La edificación, la agricultura mal hecha o los procesos industriales. Aunque estos últimos sean pocos en Canarias, sí hay una alta generación de residuos. Cada persona de emite 1’8 kilos de basura al día, más de la mitad de la media nacional. No digo por habitante porque estamos incluyendo a los turistas. De forma habitual, este produce más desechos, ya que mantiene un comportamiento propio de vacaciones. Además, se preocupa menos de cuidar el espacio físico que, a parte, no es de él».
¿Hay una gestión adecuada de esos desechos? «Pues muchos de ellos se encuentran en vertederos ilegales o incontrolados. Sin embargo, en Tenerife se está llevando a cabo una mejor gestión con el Plan Insular de Residuos de Tenerife (PIRS). Aun así, sigue existiendo este problema en las islas menores. Por ello cada municipio arroja sus bienes indeseados al barranco que puede».
“En las Islas se produce una media de 600 mil toneladas de desechos urbanos al año”
¿En qué línea de investigación está inmerso en este momento? «Ahora estamos centrados en los riesgos de erosión ligados a los incendios forestales, y también en la pérdida de materia orgánica. En el territorio canario hay un claro déficit de esta última. Esto va en aumento en el sur de muchas islas y, sobre todo, en Lanzarote y Fuerteventura. La media debe estar en torno al 5 % de contenido biológico en una tierra sana, pero en nuestra región estamos a menos del 2 %».
¿Cuál podría ser el remedio al empobrecimiento de nuestros suelos? «En las Islas se produce una media de 600 mil toneladas de desechos urbanos al año, los cuales contienen un 60% de materia orgánica. Es decir, toda ella se está perdiendo cuando podría utilizarse para los repoblamientos de vegetación o en las zonas áridas. Es lógico pensar que entre esta cantidad existen productos contaminantes, pero ya encontramos medios de sobra para tratarlos. Nuestros suelos son pobres, pero no aprovechamos el abono natural que generamos».
¿Cree qué hay una concienciación sobre esta cuestión? «Creo que, poco a poco, se irá despertando en la gente esta realidad. Ya hay plantas de compostaje individuales en venta para las comidas diarias sobrantes, y demás. Estas no tienen por qué asegurar un tratamiento con todas las garantías comerciales, simplemente poder aprovechar esa materia. El problema está en que es un hábito muy poco generalizado, pero se está intentando implantar. Cuando yo era pequeño, vivía en un pueblo de la Palma, y nunca vi un cubo de basura ni una bolsa de plástico. Las sobras, tan comunes como una cascara de plátano, se tiraban por las huertas».
“El abandono de los dominios agrícolas está provocando la desertificación en Canarias”
Cada vez se pueden observar más parcelas baldías. ¿Cómo está afectando este fenómeno? «El abandono de los dominios agrícolas está provocando la desertificación en Canarias. Aquellos espacios, en los que se cultivó y ahora permanecen sin tratar, sufren una compactación. La vegetación que sale es espontánea, caracterizada por especies invasoras y dañinas para la flora autóctona, como el famoso rabo de gato de baja biodiversidad. Al llover, ante la incapacidad de infiltración, se generan grandes escorrentías. Una vez que se crea un campo para la plantación, cuando se deja de labrar, la tierra deja de poseer una textura esponjosa y aireada, y tiene lugar este proceso».
¿Qué sucede cuando llegan a Canarias las grandes tormentas? «Pues la sociedad vive en una gran confusión. Puedes escuchar decir a la gente de edad que antes llovía más que ahora y no se inundaban las calles de tal manera. Esto se debe a que la superficie, por lo que hemos comentado, no es capaz de absorber el agua. Así, la capa superficial en la que se encuentran los nutrientes va directa al mar. También influye el creciente proceso constructivo que, como es obvio, hace desaparecer cualquier posibilidad de que el agua se dirija a nuestros acuíferos. Estos cada vez son menos».
“Casi un 50 % de la superficie útil del Archipiélago está irreversiblemente degradada”
¿Cuál cree qué es la situación actual de nuestro territorio insular? «Casi un 50 % de la superficie del Archipiélago está irreversiblemente degrada, quitando los tres parques nacionales, y la restante está en grave riesgo. Esta última se caracteriza por estar bajo el ojo de la especulación. A esto debemos añadir que entre un 6 % y un 15 % del total está cubierto por carretera. Mientras, la media europea es de un 0’3 %».
¿Piensa que la política española o canaria ha afectado a que esto ocurra? «Está claro que todo este tipo de directrices desarrollistas y especulativas acaban con la biodiversidad. Si volvemos a darle el uso agrícola a las áreas abandonadas con este fin, si podrán recuperarse. Pero la realidad es que los agricultores, ante los escasos beneficios, prefieren vender para la construcción de adosados. Por ello, el abandono casi siempre es especulativo».
¿Habría que incentivar los productos locales? «Claro. Aunque si volvemos al pasado veríamos como Tenerife dependía más del sector primario con sus grandes plantaciones. Por el contrario, en Gran Canaria había muy poco de esto, y se dedicaban a importar los productos. Por eso no querían que se produjeran plátanos, ya que ellos los traían de fuera. Así, había dos modelos económicos muy diferentes».
“Los castellanos tuvieron que abrirse paso a machetazos por unas Islas repletas de laurisilva”
Sin embargo, seguimos teniendo la corona forestal por poner un ejemplo. ¿No? «Tenemos que tener en cuenta que gran parte de la porción, que esta ocupa hoy, estaba cubierta por la vegetación originaria. Los colonos la talaron para plantar el pino californiano y vender su madera. Por eso vemos franjas de distintos colores, una es de este último y la otra es del pino canario, que se daba más en la cara sur de las islas. Ambas especies han sido plantadas por la acción humana. En los escritos de la época se describe cómo los castellanos tuvieron que abrirse paso, a machetazos, por unas islas repletas de laurisilva».
¿Queda algún resquicio de ese pasado tan rico en biodiversidad? «Sí, Anaga y el Monte del Agua, en Tenerife, han sido los lugares menos transformados y que, a día de hoy, son un pequeño reflejo del pasado. Aunque en otras islas se explotaron en su totalidad. Esto hizo desaparecer, por ejemplo, la mítica Selva de Doramas. Muchas veces encuentro capas rojizas en zonas secas y áridas, lo cual es signo de una increíble riqueza ya pasada. Esto se puede observar donde se ubicaba la antigua laguna, la cual fue drenada. Los sedimentos se iban acumulando en el fondo, dando lugar a ese característico color. La capa freática de la misma se encuentra muy próxima a los edificios, de ahí la gran humedad».
Con estos antecedentes, ¿el Archipiélago canario está condenado? «Creo en la gente. Pienso que cada vez hay más entendimiento hacia la protección. Aunque a nivel local todavía esa conciencia no ha calado. A algún político se le escapa limitar el turismo. Sería una medida a tener en cuenta. Son 12 millones de turistas anuales que nos visitan cada año, y que suponen una gran consumición de recursos y una considerable presión. También está el gran peligro del ojo especulativo, y más si tenemos una economía agrícola que depende de las subvenciones».