A sus 74 años, Bruce completó más de tres horas de concierto. Foto: A. Méndez

El Jefe llena de nostalgia Barcelona

Música

Cinco horas antes del concierto ya no había ni dónde dejar el coche. El Olímpico de Montjuic estaba a medio llenar desde las seis de la tarde y se respiraba un ambiente de euforia al ver a una de las mayores leyendas de la música. 58 ooo personas esperaban impacientes a las 21.00 horas la aparición de The Boss, con la E Street Band. El concierto empezó pocos minutos después y con él, el estallido de todo el estadio al ver a su ídolo subiéndose de nuevo, un año después, en la tarima que también llenó en 2023.

Bruce Springsteen brindó a Barcelona una noche para la memoria de todas las personas que asistieron. Regaló más de tres horas de concierto en las que no paró ni un solo segundo, algo bastante llamativo para un artista que tiene 74 años. Tuvo un comienzo un poco desentonado, literalmente. Se le notaba con la voz algo tocada, con cierta afonía, y hubo varias notas que no atinó, dándolas fuera de tono e incluso llegando a escuchar un «gallo».

A partir de ahí el concierto no paró de ir in crescendo. Con las cuerdas vocales más calientes, se pudo disfrutar del mejor Bruce Springsteen, cantando sus legendarias canciones, bailando, conectando con el público y divirtiéndose como nadie. No se había sobrepasado la primera media hora cuando Springsteen introdujo Radio Nowhere, punto de inflexión en el concierto donde se empezó a escuchar aún más el rugido del estadio. Luego, No Surrender, en lo personal, uno de mis momentos favoritos de la tarde.

«Radio Nowhere fue el inicio de la tendencia creciente que no frenó en toda la noche»


El Jefe radiante, Montjuic al unísono, y toda la banda ofreciendo un espectáculo sobresaliente. El momento en el que llama a Steven Van Zandt para cantar el «La, la, la, la, la, la, la» será, sin duda, uno de las vivencias que quedará guardada en la retina de por vida.

A resaltar la increíble actuación que firmaron Jack Clemons, sobrino del histórico Clarence Clemons, antiguo saxofonista de la banda, que sonaba exactamente igual que su tío y Max Weinberg. El baterista estuvo, no de diez, de matrícula de honor.  Yo, que me fijo bastante por mi pasado tras los bombos, quedé bastante impresionado por su habilidad y talento. Sin olvidarme de Roy Bittan, pianista que no bajó, ni muchísimo menos, la media del grupo.

El concierto siguió en esa línea creciente con una gran atmósfera, llena de nostalgia y efusividad por la totalidad del público, disfrutando de canciones como GhostsDarkness On the Edge of Town, Born to Run, Promised Land con la increíble habilidad del cantante para tocar la armónica, Hungry Heart y demás temas. Uno de los puntos álgidos fue cuando cantó la canción de Patti Smith, Because the Night, cuando el estadio se vino abajo cantando a todo pulmón. Algo parecido a cuando sonó The Rising, donde se podía sentir la historia viva de la música.

El artista no dejó de interactuar con el público, regalando incluso varias de sus armónicas. Foto: A. M.

Cuando parecía que no podía ir a mejor, entonó los acordes de Born in the USA. Momento en el que con las manos en la cabeza y los ojos llorosos, me uní al público, que se volvió loco, y se dejó todo lo que le quedaba de voz en cantar uno de los himnos más icónicos del rock & roll.

Para irse tardó más de media hora. Jugó con el público, siguió cantando canciones, preguntó si queríamos irnos e incluso montó un monólogo. Empezó diciendo que era hora de irse a casa, que deberíamos estar cansados después de pegarnos tres horas sin parar de cantar y saltar y que él mismo se quería ir a casa.

Llamó a Steven: «Stevie, I think it’s time to go home. What are you thinking?«. A lo que Steven respondió «I don’t wanna go home«. En su intento de irse, y dentro del papel que seguía interpretando, llamó a Max diciendo, en pocas palabras, que sabe de alguien que debe de tener el «culo muy cansado». A lo que el propio Max respondió: «My ass is feeling pretty nice«.

«I’ll see you in my dreams fue la canción escogida por el cantante para cerrar el show«


Entre carcajadas el público celebró el convencimiento al intérprete y este siguió extendiendo la despedida mientras animaban con la famosa canción de los Beatles Twist & Shoutla cual duró cerca de diez minutos. Tras despedir a la banda, volvió al escenario para interpretar una última canción, él solo, con su guitarra, su armónica, su inigualable voz y el corazón en un puño. I’ll see you in my dreams puso el sello a una noche de ensueño y con todo el aura de jefe que tanto le caracteriza, todo medido, todo entregado y ese mensaje de «les llevo conmigo y con esta nos vamos».

Todo bien hecho, aguantando tres horas de corrido en las que no paró ni para beber agua, acordándose de los suyos que ya no están y transmitiendo como una figura tan grande como él solo sabe hacer. El público, incrédulo por lo que acababa de vivir y con los sentimientos a flor de piel. No faltaron ovaciones para el cantante, hasta el público parecía que les dolía las manos de aplaudir a una de las mayores figuras que ha podido dar la historia de la música.

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