Según el Estudio de Comunicación y Lenguaje en la Educación de Surrey, más conocido como SCALES, una de cada catorce personas en edad escolar padece Trastorno Específico del Lenguaje (TEL). En Tenerife, la investigación Intervención en comprensión lectora en alumnado de riesgo: retraso de lenguaje (RL) y trastorno específico del lenguaje (TEL) (INRETEL), dirigida por el catedrático de la Universidad de La Laguna Víctor Manuel Acosta, revela que alrededor de 50 sujetos de Educación Infantil de 4 años tienen un perfil de riesgo para padecer esta alteración lingüística.
«El TEL es un trastorno severo de la adquisición y desarrollo del lenguaje», explica Acosta. La palabra específico se utiliza porque el coeficiente intelectual no verbal está dentro de los límites normales, es decir, afecta de forma exclusiva a lo que es el habla. Su principal característica es que la población que lo sufre tiene dificultades para aprender reglas gramaticales, matiza el docente.
«La edad ideal para diagnosticar a las personas con TEL es a los 5 años»
La investigación que dirigió sobre el TEL se realizó con el objetivo de adelantar la edad de intervención. «La edad ideal para diagnosticar a las personas con TEL es a los 5 años, cuando se adquieren los mayores hitos del desarrollo lingüístico», cuenta Acosta. Desde su equipo investigador idearon un sistema de trabajo para detectar en toda la isla de Tenerife a la niñez con señales de alarma.
El proyecto consistió en enseñar un programa de trabajo, caracterizado por la enseñanza de calidad. Para ello, se centraron en estimular habilidades lingüísticas y mentales, así como en dotar de competencias para el aprendizaje de la lectura a la población de riesgo. Los resultados fueron esperanzadores. De hecho, según Acosta, «estos sujetos con problemas de lenguaje severo casi en algunas cosas están muy cerca de sus compañeros y compañeras con desarrollo típico».
En 2013, el TEL recibió un cambio de denominación y comenzó a llamarse Trastorno del Lenguaje o Language Disorders, porque las investigaciones revelaron que las personas menores afectadas por él podían tener problemas motores y otro tipo de alteraciones a nivel cerebral. Luego, en 2016, la profesora de neuropsicología de la Universidad de Oxford Dorothy Bishop planteó la posibilidad de denominarlo Trastorno del Desarrollo del Lenguaje, con el fin de acoger a un mayor porcentaje de preescolares.
«El 1 % de la población infantil tiene autismo y el 7 % TEL»
«El 1 % de la población infantil tiene autismo y el 7 % TEL», asegura el catedrático. Los sujetos lo padecen durante toda su vida, pero cuando se interviene en edades tempranas se acercan mucho a los niños y las niñas con desarrollo típico, añade. Además, manifiesta que el principal error es normalizar el desarrollo tardío del lenguaje: «cuando haya la más mínima señal de que el habla, las frases, o la aparición de las primeras palabras va mal, hay que acudir a un especialista en Logopedia».
«Hoy día no hay marcadores biológicos para este trastorno. Los habrá, pero estimo que dentro de 50 años y no podemos esperar», comenta el investigador. Por ello, afirma que el nuevo concepto de Trastorno del Desarrollo del Lenguaje incorpora otras razones más socioculturales aparte de las genéticas, por ejemplo, la pobreza, la negligencia en el cuidado a través de maltrato físico, emocional… «Esto por desgracia es frecuente y puede incidir en un retraso importante del lenguaje», asevera el catedrático.
«En la ULL, hay que elaborar programas más efectivos para alumnado con necesidades especiales»
En definitiva, considera que el tratamiento debe ser multidisciplinar. «El papel más importante, pero no exclusivo, lo tienen los profesionales de la Logopedia», puntualiza Acosta. Sin embargo, las intervenciones son frecuentes en Educación Primaria y a medida que las personas con TEL crecen los tratamientos disminuyen.
En cuanto a la Universidad de La Laguna, sostiene que, aunque existe un programa para apoyar al alumnado con necesidades educativas especiales, hay que elaborar otros más efectivos y formar al personal docente. Además, resalta que estas personas tienen problemas de integración y para solucionarlos se necesitarían por ejemplo planes que fomenten el aprendizaje cooperativo en las aulas.