Bomberos de Tenerife y Policía Local desalojaron el domingo, 8 de octubre, al alumnado de la Residencia Universitaria Parque de Las Islas tras producirse un incendio en un descampado próximo. El 112 recibió la alerta a las 16.00 horas y agentes del cuerpo de Policía Nacional abordaron el lugar. El Centro Coordinador de Emergencias y Seguridad (CECOES) esclareció que el origen del fuego tuvo lugar al arrojar materiales altamente inflamables. Las labores de extinción y enfriamiento del incendio se extendieron toda la tarde. A partir de las 17.oo horas el alumnado regresó a sus habitaciones.
Noticia cruda para este alumnado de la Universidad de Laguna que vivió de primera mano lo que el vecindario de varios municipios tinerfeños sufrió el pasado 15 de agosto y que revivió de nuevo recientemente a menor escala.
El renacer de las llamas arrasó catorce mil hectáreas y obligó a evacuar a 3200 personas. La presunta intencionalidad refleja un problema que trasciende a toda la sociedad canaria: la lucha contra la piromanía, la renuncia juvenil a la actividad en el sector primario y el cambio climático.
Hierve la sangre con tan solo pensar en las pérdidas que dicho incendio ha provocado y de las que hubiera podido desencadenar en La Cuesta, municipio en el que se encuadra la residencia universitaria. Ya lo decía Nicolás Maquiavelo: «El mal se hace todo junto y el bien se administra poco a poco».
«El mayor espectáculo es ver a quien lucha contra la adversidad, pero hay otro aún más grande: ver a otra persona lanzarse en su ayuda»
Sumidos en una era desenfrenada, corremos el riesgo de acabar con nuestro entorno y especie. El ser humano ya no se subordina ante las deidades, sino que juega a ser una. Hemos adaptado la transformación moral que filósofos como Kant y Nietzsche postulaban en favor de la sociedad para acabar apostando por corroer el integrismo y la acción contra la desigualdad, premisa que exhibe la degeneración de nuestra sociedad.
Aún con todo, siempre existirá un atisbo de esperanza en la humanidad. Es el bien del que hablaba El Príncipe, el que compete a la bona fide de quienes, arriesgando sus vidas, no dudan en tender una mano, cobijo y amparo al prójimo. La Tierra exige un cambio político y económico sin precedentes. Una revolución en pro la hegemonía y soberanía naturalista. El modelo industrial impositivo y tiránico no hace más que apartar la mirada de la crisis climática.
En los últimos veinte años hemos sufrido un cambio radical. Un giro copernicano que comprende al espectro político, económico, social y medioambiental. No han de buscarse culpables por el daño causado, ya es irremediable. Oliver Goldsmith: «El mayor espectáculo es ver a quien lucha contra la adversidad, pero hay otro aún más grande: ver a otra persona lanzarse en su ayuda». El pueblo canario ha de asociarse, adoptar una actitud disidente ante las problemáticas que amenazan la integridad de las Islas.
Gentrificación, sobrepoblación, crisis energética, alquileres desbordados, desigualdad social, pobreza extrema, abandono del sector primario, corrupción… son tan solo una ínfima parte de los factores que nos convertirán en el próximo Hades.