Dentro del legado musical de Mozart, se encuentra Die Zauberflöte, más conocida como La flauta mágica. Es un singspiel, es decir, una obra de teatro pequeña y una modalidad de ópera más popular. El sábado 28 y el domingo 29 de abril se representará en el Auditorio de Tenerife. La hora de inicio de las actuaciones varía según el día escogido: en el primer caso, comenzará a las 18.00 horas; en el segundo, a las 12.00 horas. Las entradas se pueden adquirir en la web del recinto o en taquilla por 10 euros. La duración aproximada del espectáculo será de 70 minutos.
Por otro lado, los más pequeños tendrán la oportunidad de adentrarse en el mundo de la música clásica de la manera más divertida y dinámica posible: el Adán Martín organiza el taller familiar titulado Érase una vez la flauta. Natalia Díaz Llarena será la encargada de dirigir los juegos y las actividades de creación escénica que están dirigidas a niños que tengan entre 3 y 12 años. Este encuentro tendrá lugar en el propio auditorio el día 21 de abril. No hay que pagar para esta actividad, pero quien quiera participar, deberá enviar un correo donde se facilitarán los siguientes datos: nombre y apellidos del menor y del acompañante, turno en el que participa, teléfono y e-mail del adulto.
¿Y si las hadas existieran?
El argumento de esta obra, dividida en dos actos, gira entorno al príncipe Tamino que, tras huir de una enorme serpiente, entra en un bosque que le pertenece a la Reina de la Noche. Casualmente, la majestad ha perdido a su hija: el malvado Sarastro la ha secuestrado. Aprovechando la ocasión, príncipe y reina llegan al acuerdo de que si él consigue rescatar a la joven, podrá casarse con ella. Sin dudarlo ni un solo segundo, el protagonista acepta, pero lo que sucede después no dejará de sorprender: hay cosas que solo podrían pasar en un cuento de hadas.
El estreno de esta especial zarzuela alemana fue en 1791, dos meses antes de que el compositor más famoso de Austria falleciera. Fue un momento complicado para Mozart: su salud iba mermando al mismo tiempo que lo hacía su economía personal. De la mano de su amigo Emanuel Schikaneder, empresario teatral, tomó la decisión de crear algo que emocionara al público: mezclaron, entonces, el teatro con la ópera, consiguiendo diluir las fronteras establecidas entre ambos géneros con una historia mágica.