Los insectos proporcionan un adecuado contenido en proteínas, lípidos, minerales y vitaminas. Foto: PULL

De intrusos en el plato a solución para la alimentación mundial

Sociedad

Los insectos, presentes desde siempre en la dieta de los seres humanos, son consumidos por unos 2000 millones de personas, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Sus propiedades nutritivas, junto con el bajo impacto ecológico y económico que supone su producción, convierten a la cría de estos animales en una prometedora industria alimentaria que empieza a desarrollarse poco a poco en Europa.

Desde el pasado 1 de enero, la Unión Europea admitió por primera vez la comercialización de un insecto para consumo humano, la larva Tenebrio molitor. Dentro de este campo, el doctor en Biología Diego Garrido Lorenzo diseña dietas artificiales para la alimentación de las especies Zophobas morio, Blaptica dubia, Gryllus assimilis y Gryllus bimaculatus dentro del programa Agustín de Betancourt de la Universidad de La Laguna, financiado por el Cabildo de Tenerife.

Los insectos presentan una composición nutricional muy variable, incluso entre individuos del mismo lote de producción. El proyecto busca solventar este problema estandarizando su calidad, crecimiento y reproducción, así como contribuir a la obtención de productos más bioseguros y con alto valor añadido.

Una población en crecimiento a la que abastecer


Existen cerca de 7500 millones de personas en el planeta y se estima que en 2050 aumente a 9600 millones. La despensa no da más de sí, en especial porque nuestra fuente de proteínas principal, la ganadería de vacuno, resulta dañina en términos de gases de efecto invernadero y  recursos naturales. No es de extrañar que se busquen alternativas nutricionales ante las previsiones de crecimiento de la población y el factor ambiental.

La insecticultura frente a la cría de ganado necesita de un menor consumo de agua y de suelo. Además, produce menos sustancias contaminantes. La FAO indica que los cerdos, por ejemplo, producen entre diez y cien veces más gases atmosféricos por kilogramo de peso. Otra ventaja medioambiental, aunque en la Unión Europea está prohibido, es que los insectos pueden alimentarse de restos biológicos como residuos alimentarios o de origen humano, abono y estiércol.

No obstante, el investigador Garrido afirma que la producción de estos invertebrados en Europa es muy escasa, lo que provoca que alcancen un alto valor en el mercado. «Una caja de insectos de quince gramos la podemos encontrar en los lineales de grandes superficies por cinco euros», cuenta. Los precios podrían sufrir una bajada sustancial a medida que la insecticultura se desarrolle tal y como se prevé.

La barrera cultural de Occidente


En el Mundo se consumen más de 1900 especies de insectos comestibles. Según los datos disponibles, los escarabajos junto con las orugas suponen la mitad del consumo total. Diego Garrido asegura que «su porcentaje de proteína en peso seco es similar al del huevo o la carne de pollo y muy superior al cerdo o al vacuno». De hecho, la FAO propone su ingesta para la lucha contra el hambre.

Aun así, la aprensión del consumidor será uno de los principales obstáculos a los que tendrá que enfrentarse este nuevo alimento. El biólogo opina que el recelo a comer insectos en nuestro país obedece a aspectos culturales y emocionales. Asimismo, Garrido opina que el cambio será lento, pero confía en que se producirá, del mismo modo que el consumo de pescado crudo en forma de sushi se ha popularizado en las últimas décadas.

  

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