La lucha canaria es un deporte tradicional convertido en símbolo de identidad de nuestra tierra desde hace más de 500 años. La singularidad de esta ha hecho que traspase barreras y se perpetúe generación tras generación. La Universidad de La Laguna cuenta, en su oferta deportiva, con un equipo federado que está atravesando un grave problema: la invisibilidad. Entre 14 y 20 personas se inscriben en esta actividad a lo largo del año académico. Sin embargo, son demasiados los esfuerzos que tienen que hacer sus miembros para sacar el equipo adelante.
Univlag, nombre que recibe el club universitario en la competición, está este año en una Segunda División muy complicada en la que aún no han sumado victorias. Para este equipo, escalar en los puestos de la tabla es muy complicado puesto que se depende casi exclusivamente de cómo la Federación decida plantear la temporada. En suma, también cuentan con la dificultad añadida que supone enfrentar a luchadores destacados con luchadores que pueden no tener siquiera experiencia.
Una modesta ayuda que no llega a cubrir necesidades básicas
Una competición federada supone asumir una serie de gastos obligatorios que no se pueden solventar de cualquier forma. Si bien es cierto que la Universidad proporciona ayuda a este equipo, al igual que a otros de su oferta deportiva, los miembros de este club echan en falta que se corresponde con la realidad y con lo que el equipo necesita. Univlag es un club atípico en el que suceden cosas no vistos en otros. Aquí el monitor, proporcionado por la Universidad, no cobra y mucho menos sus luchadores ya que esto está considerado una actividad.
El porcentaje de dinero que la Institución destina a este deporte no son suficientes ni siquiera para sufragar los gastos de la competición lo que supone directamente que se tenga que buscar otro método de financiación que, en la mayoría de los casos, es el bolsillo de los luchadores. El arbitraje por luchada ronda los cien euros, las fichas de los jugadores oscilan entre los 100 y 120 euros y el mantenimiento del terreno de competición también conlleva una serie de gastos. En total, y a gran escala, podemos estar hablando de una cifra que sobrepasa los cuatro mil euros. Ese es el precio que cuesta mantener vivo un deporte autóctono en el ámbito universitario.
Cuestión de visibilidad
La actividad que se realiza los lunes y los miércoles en el Terreno de Lucha de la Verdellada «Angelito Zapatero» no siempre han sido aquí. Los jugadores reclaman que pertenecen a la Universidad y que les gustaría beneficiarse también de sus instalaciones y servicios y no estar tan alejados de la vida universitaria porque eso no les beneficia en absoluto.
Entrenar en las instalaciones del Servicio de Deportes haría más visible al equipo dentro de la ULL. Haría que personas que pasaran por allí se pararan a fijarse y quizás a preguntar. Muchos luchadores, incluso federados en otras islas, podrían sumarse al proyecto así como gente de Erasmus que quiera practicar un deporte autóctono. Ahora mismo, la situación es crítica. El equipo sobrevive con los veteranos porque no consiguen captar a gente nueva, la reducción de horarios y que prácticamente no puedan entrenar disminuye las ganas y el compromiso. Además, las necesidades sin cubrir van en aumento. Necesitan un tatami nuevo, sin embargo el presupuesto es muy elevado.
El nuevo módulo, donde se supone que iban a entrenar lleva cerrado todo este año. Llevan solicitando sin éxito que se cambien cinco focos del Pabellón Central muchos meses ya que la falta de luz ha sido motivo de queja del arbitraje y entrenar en el Pabellón Verde resulta inviable por las goteras que produce el estado crítico del techo. Sin embargo, las peticiones no son atendidas y mucho menos resueltas.
En cuestiones de competiciones y eventos, el equipo también se siente en desventaja puesto que, sin contar con el Campeonato Universitario de Lucha Canaria que tuvo lugar ayer, 17 de Mayo, en el pabellón deportivo de la ULPGC, la ULL no realiza ninguna actividad promocional de este deporte, pese a ser de los pocos en competiciones federadas.
Los luchadores sienten que son los únicos que creen en este deporte y este equipo puesto que para los de arriba se considera una actividad deportiva más. Desde el club se abren las puertas a todo aquel que quiera aprender y quiera disfrutar de este deporte sumándose a la lucha por mantenerlo vivo y demostrar que se practica.
La lucha canaria no quiere morir
Los valores que se transmiten en este deporte son únicos y la falta de difusión y de ayuda hace que cada vez sean menos las personas que quieren sumarse al proyecto. Los veteranos son las piezas claves de este puzzle. Personas que ya ni siquiera tienen relación con el mundo estudiantil y que siguen apostando por este club. Aún pudiendo recurrir a otros con mejores condiciones son muchos los que deciden quedarse en la ULL para formar parte de lo que ellos consideran una segunda familia. «Duele que no te cuiden», comentaba el secretario, y por eso deciden cuidarse entre ellos. Los sentimientos que transmiten los veteranos hacen que el equipo se mantenga incluso en las horas más bajas.
Sin embargo, hacer frente a la incertidumbre no es tarea fácil y es que desde el club son conscientes de que el abandono de los veteranos puede suponer una reacción en cadena que acabe por reducir el equipo, sino desaparecerlo. Son plenamente conscientes del riesgo que corren temporada tras temporada o cuando se inscriben menos personas en la actividad y es que, como el deporte desaparezca del marco universitario, recuperarlo va a ser prácticamente imposible.
La solución que plantean los luchadores parece sencilla: más visibilidad, transparencia y cuidado. Reclaman a la Institución que se apueste por la lucha canaria en la ULL para llegar a más jóvenes sobre todo de distintos lugares y así, poder transmites los valores de este deporte que sigue vivo y que solamente necesita un poco de difusión.