Calles, colas, ruido e intranquilidad. Vivimos en una época caótica donde las prisas imperan y donde parece que tenemos continuamente la leche al fuego. En medio del caos, encontramos a unas personas encargadas de reestablecer el tiempo. La gente que se dedica a la fotografía tiene el poder de pausar el cronómetro y congelar el reloj. La paradoja de tener que inmortalizar escenas en medio de momentos frenéticos que ocurren a toda velocidad.
Darse a conocer en el mundo fotográfico siempre ha sido difícil, pero se han creado herramientas para que la gente que se dedica a la fotografía extienda su trabajo por el mundo. Flickr, por ejemplo, siempre ha sido una opción casi obligatoria para la gente cuya cámara parece una extensión más de su cuerpo.
Allá por el año 2004, Stewart Butterfield y Caterina Fake crearon el sitio web de Flickr, un lugar donde los fotógrafos pueden compartir sus fotografías, almacenarlas, ordenarlas e incluso venderlas. Poco a poco la página fue ganando popularidad. En 2015 registró un total de 112 millones de miembros y se subían más de 3,5 millones de fotos nuevas diarias. No creo que Butterfield y Fake fueran conscientes del boom fotográfico y la revolución que habían creado. Personas amateurs y profesionales colisionaron y la fotografía empezó a verse como un trabajo valorado.
A partir del año 2017, la página web empezó a registrar cada vez menos números de subidas de fotos por la aparición de nuevos enemigos: Google Photos, Pinterest, Twitter e Instagram. La web llegó a pedir ayuda a los usuarios para no desaparecer. Toda una calamidad.
No cabe duda de que en el juego fotográfico hay dos nuevas monarcas. Por un lado está Instagram, la red social que cuenta con más de 1200 millones de perfiles activos en el mundo. Un espacio en el que la gente navega por el mundillo de fotos y falsas apariencias. Por otra parte, Twitter, el gigante azul arropa a más de 350 millones de personas usuarias que lanzan pensamientos y su trabajo al ciberespacio. Darse a conocer era difícil, pero ya no lo es gracias a estas vías.
Una nueva dicotomía
Quienes se dedican al mundo artístico en Canarias siempre han tenido una mayor desventaja en cuanto a grado de reconocimiento y fama en comparación con personas de otros territorios como Madrid o Barcelona. Sin embargo, esta barrera es cada vez menor gracias a las redes. Alguien de Finlandia puede ver las fotografías que sube una chica de Gran Canaria.
Como una servidora nombró al inicio de este reportaje, las personas que trabajan de la fotografía tienen la capacidad de congelar el tiempo en mitad del caos. En las Islas se pueden encontrar a una gran selección de fotógrafos y fotógrafas que se han dado a conocer a través de las redes sociales.
La nueva incógnita es la siguiente: en plena era de la interconectividad… ¿Es necesario abandonar las Islas para ganar fama y conseguir trabajo en el ámbito artístico? Son muchos los ejemplos que nos enseñan que la idea de dejar atrás Canarias e ir a la Península para tener éxito es algo del pasado.
Verónica, seguidora de impulsos
Verónica González es una joven de 23 años que vive en Tacoronte. La joven finalizó sus estudios de Diseño en la ULL hace dos años. Empezó en el mundo fotográfico porque, según ella misma cuenta, quería sacarse «las típicas fotos guays y diferentes» para lucirlas en su perfil de Tuenti. Su pasión por la dirección creativa y su estética la han llevado a tener más de diez mil seguidores en Instagram.
Empezó su recorrido en redes subiendo retratos de sus amigos y luego dio un salto a las fotos en el estudio. Se podría destacar su trabajo de Fin de Grado, el cual consistió en una serie inspirada en lo 22 arcanos de las cartas del Tarot. Se puede ver este trabajo en su perfil de Instagram. En la actualidad, Verónica saca fotografías con una estética similar a la de las revistas de la década de los ochenta con una visión contemporánea.
Su actividad en redes ha tenido algunos vaivenes porque sus impulsos hacen que se cuestione la finalidad de sus fotografías. Ella misma dice que le aburre hacer «lo típico de siempre» y lo que «todos hacen». «Soy más feliz con el trabajo que hago en la actualidad, un trabajo que goza de una gran preproducción y de mucha dirección creativa», comenta.
Verónica opina que gracias a las redes sociales el juego competitivo por el reconocimiento está más igualado en comparación con fotógrafos de otras zonas de España. Sin embargo, cree que Canarias es un handicap para los artistas a nivel de formación: «En la Península se hacen muchos workshops y quedadas fotográficas que quizás duran dos días. Si tú eres una persona de Canarias y no tienes donde quedarte o no tienes dinero pues no haces contactos y eso juega en contra».
Asiria, en contra de la norma
Verónica destaca, entre otros, el trabajo que hace la grancanaria Asiria Álvarez, quien curiosamente es la siguiente protagonista. Asiria estudió Diseño Gráfico y se adentró en el mundillo del mismo modo que Verónica: «Hacía fotografías básicas… sobre todo, selfies para Tuenti», comenta. En la actualidad cuenta con más de cuarenta y ocho mil seguidores en Instagram.
Desde sus primeras publicaciones ha desafiado la estética típica de la aplicación. Sus retratos fueron tomando una óptica más propia de la crítica social. La fotógrafa y diseñadora gráfica se caracteriza por hacer fotografías que van en contra de lo «comúnmente aceptado».
Asiria comenta que tanto Instagram como Twitter le han abierto una gran puerta al reconocimiento de su trabajo. La gente ve sus proyectos por Twitter, llegan a su Instagram y la contactan para trabajos o para comprar láminas. Además, la fotógrafa ha sido la encargada de elaborar carteles de cortometrajes y videoclips. El pasado 5 de junio ganó el Premio Canario de la Música al Mejor Videoclip por la canción Orgullo de barrio, interpretada por el rapero Gekah. También realizó fotos a la cantante Ruth Lorenzo para promocionar Crisálida, el último álbum de la artista.
La revolucionaria fotógrafa apunta que tendemos a pensar que en Madrid hay mil oportunidades para los artistas y que muchos se embarcan en un avión camino de la capital sin ningún plan y «para ver qué pasa». «Me parece casi hasta tercermundista que tengamos la creencia de tener que ir a otro sitio para poder dedicarte a lo que quieres si puedes hacerlo desde tu comunidad», añade.
Para Asiria el principal problema que reside en las Islas es la casi inexistente cultura de apoyo al arte. Explica que en Madrid y Barcelona existe un hábito de comprar láminas, entradas de conciertos y otras formas de apoyar al artista, mientras que en Canarias estas prácticas no son usuales.
Suso, de mirada particular
Suso García es un joven tinerfeño de 24 años que ha revolucionado Twitter en el último año. Su particular mirada y su sencillez hace que se viralicen casi todos los tuits en los que comparte su trabajo. Ha llegado a superar la barrera de los treinta y cinco mil me gustas en esta red social.
Suso comenta que comenzó en el mundo fotográfico gracias a que un día empezó a trastear con la cámara de un amigo. A raíz de eso, el joven decidió comprarse su propio dispositivo y se animó a ir mejorando cada vez más en el ámbito.
«La parte que más me gusta de la fotografía es salir con mis amigos, ver algo que me gusta mucho e inmortalizarlo. Y no me refiero a fotos que piense ‘oh, vamos a hacer que se haga viral’, no, lo hago simplemente para mí y para mi recuerdo», alega el tinerfeño.
Empezó sus andares haciendo retratos y fotos gente patinando. Su trabajo fue evolucionando poco a poco y sus fotografías han ido adquiriendo un tono más artístico. No hay nada que pare a Suso, ni siquiera la lluvia, la niebla, la nieve o la noche pueden con él.
García opina que en Canarias se sacan muy buenas fotos de paisajes y de naturaleza. A pesar de esto, como en otras partes de España no se dispone de estos paisajes, el estilo de gustos que impera en el público nacional se asemeja más a lo urban y a retratos. Añade que las personas canarias que se dedican a la fotografía no están en desventaja en cuanto a grado de reconocimiento de su trabajo. Sin embargo, sí que encuentra una gran desventaja en cuando a presentación de oportunidades laborales y a encontrar trabajos estables en el mundillo fotográfico.
¿Salir o morir?
Al final de la película de El Show de Truman se puede ver cómo el protagonista empieza a subir unas escaleras para salir del plató de televisión en el que había estado encerrado durante toda su vida. «Por si no nos volvemos a ver: buenos días, buenas tardes y buenas noches», finalizaba así el largometraje.
Como dice la grancanaria Asiria Álvarez, tenemos la falsa creencia de que todos los artistas deben ir a Madrid o Barcelona para tener éxito y confiamos ciegamente en que todo irá bien en el ámbito profesional si nos mudamos a las grandes ciudades. ¿Por qué? ¿Por qué en la era de la globalización y de la interconectividad debemos dejar un sitio atrás por la sencilla razón de que «tendré más fama allí que aquí»? ¿Por qué no puede haber grandes talentos en Tacoronte o en un pueblo de Albacete?
Es el momento de convertirnos en Truman. Hablo de subir las escaleras para conocer y aceptar la nueva realidad. Quizás sí que las personas del ámbito artístico tengan que ir a la Península para tener una buena formación, pero no creo (o al menos espero) que sea estrictamente necesario estar en una gran ciudad para darse a conocer o tener un trabajo estable siendo artista.
Como se ha podido comprobar, son varios los ejemplos de personas de las Islas que han aprovechado el boom de las redes para dar a conocer su trabajo y para que sean contratados para proyectos.
Al fin y al cabo, las compañías de teatro necesitan de intérpretes que actúen en sus obras. Las marcas y tiendas necesitan de personal fotógrafo para que publiciten sus productos. Los bares y anfiteatros necesitan a personas que interpreten sus canciones para inundar los establecimientos de un buen clima. Se debe tener el enfoque fijo en que, al fin y al cabo, Canarias necesita artistas.