El Club de La Piruleta es una entidad dedicada a entrenar al baloncesto a personas con discapacidad. María Sosa, licenciada en Psicología y creadora de la organización, comenzó esta andadura por el año 2014, cuando les daba clases de este deporte a los componentes del club Trisómicos 21, una asociación no lucrativa de ayuda a personas con Síndrome de Down. Esta iniciativa les ha llevado a ser el primer club inclusivo de baloncesto en Canarias. El objetivo principal es lograr la integración e inserción de personas con diversidad funcional a través del deporte.
La entidad está dividida en varias secciones con un total de 90 deportistas con discapacidad intelectual. Muchos de ellos coexisten con otras patología asociadas como discapacidad motriz o trastornos afectivos. Los grupos de entrenamiento se han conformado según edad y capacidad física. Por un lado tenemos a jóvenes de hasta 16 años que tienen mayor margen de mejora en el proyecto deportivo. Otro grupo, de menores de 16, cuyos integrantes trabajan con pictogramas, signos icónicos que representan una figura determinada, para iniciarles en el deporte y, finalmente, los mayores de edad cuyos entrenamientos tienen un enfoque más lúdico y recreativo.
El último grupo se fragmenta en otros tres. En un principio está la gente menor de edad del Colegio de Educación Especial Nuestra Señora del Carmen y la mayor, más móvil de la Asociación Aspronte. Los dos compiten en partidos amistosos. Le siguen las personas mayores de la Asociación Trisómicos XXI que presentan más dificultades médicas y sobrepeso. Y el último grupo es el conformado por los que tienen una movilidad limitada.
«Entrenamientos con un enfoque más lúdico»
El proyecto está conformado por muchas personas entre las que se encuentra la jugadora profesional de baloncesto, Eva Serra; Carlos Velázquez, jugador y ayudante del equipo, cuya ayuda es vital para adaptar los entrenamientos ya que sufre una parálisis lateral en su cuerpo, y un grupo de voluntarios que colaboran de forma desinteresada en todo lo que pueden.
Todo el personal involucrado cree que este tipo de agrupaciones son necesarias porque es una forma de mostrar las capacidades y habilidades de los integrantes, sin que haya barreras que puedan impedir su evolución. Algunos de los valores que fomentan es el juego limpio, el compañerismo, las habilidades sociales, la autonomía personal y el sentimiento de superación.
El colectivo tiene tendencia al sedentarismo, por lo que es importante potenciar la musculatura y la resistencia. Además de que la realización de actividades físicas ayuda a mejorar la autoestima, el ajuste emocional, contribuye al proceso de socialización y reafirma el sentimiento de pertenencia al grupo. El gran sueño que tienen es la creación de una liga propia, donde los adultos con diversidad funcional tengan derecho a jugar una competición adaptada a sus capacidades cada fin de semana como el resto de atletas.