Cientos de personas han vivido de primera mano estos días, en el Auditorio Adán Martín de Santa Cruz de Tenerife, la magia que se desprende de la historia de Norma, la sacerdotisa de los druidas. La famosa ópera, adaptada del libreto de Felice Romani junto a la música de Vincenzo Bellini, ha emocionado y mucho. El espectáculo, dividido en dos actos, trasladó a los espectadores a la Galia de hace 22 siglos.
La protagonista, que ostenta votos religiosos, mantiene un romance con Pollione, romano y padre de sus dos hijos. El secreto solo lo conoce Clotilde, quien cuida de los pequeños. La joven Adalgisa se enamora a pesar de ser novicia y busca consuelo y perdón en Norma. Todo se complica cuando aparece el enamorado de la chica: Pollione. En ese momento, se desata la ira de la sacerdotisa que había confiado en que lo mejor era mantener la paz con los romanos. La sed de la venganza se apodera entonces de la protagonista. Adalgisa se muestra afligida y dolida ante el procónsul que decide abandonar a las dos mujeres.
En el transcurso de la obra, la concentración de los músicos en consonancia con los niveles sopranos, mezzosopranos y tenores, conmocionan al público. Tanto, que algunas lágrimas se dejan caer…
El ambiente se oscurece mientras Norma, con daga en mano, intenta matar a sus retoños para evitar que vivan sabiendo que su padre es un traidor. El amor filial cobra importancia y el sentimiento se culpabilidad llega a la madre, ahora, infeliz. El cielo se estremece con los tambores y llega el final que se presagia trágico. Pollione y Norma se enfrentan. Él debe morir. Y ella, también. Finalmente, los dos van a la hoguera. Y se baja el telón.
El Auditorio se colmó, una vez más, de una ovación mayúscula durante la despedida de los artistas. ¡Bravissimo, Norma!