Se acabó. Se terminó la que, probablemente, ha sido la mejor serie de la televisión actual: Better call Saul. Sin embargo. Aún puedo recordar claramente el episodio piloto de Saul Goodman en Breaking Bad donde se nos presenta como un tipo sin principios, ni escrúpulos, ni sentido común; el típico abogado que cualquier culpable contrataría. Un abogado miserable, lleno de trucos ilegales listos para aplicar en cualquier caso en el que nadie tenga una justificación. No obstante, a pesar de que este irremediable personaje fuera horrible en todos los aspectos humanos, Saul se escribió para divertir al público y no para aportar seriedad. Precisamente por eso, al terminar Breaking Bad con un Goodman desolado, con una nueva identidad y sin nadie con quien poder contactar de nuevo, el guionista (Vince Gilligan) decidió traer algo nuevo: un spin-off que le diera un significado bastante más profundo a un hombre ya admirado por las masas.
En la serie original, Saul siempre se mostraba listo en el trabajo, pero nunca en el ámbito personal, lo cual le generó inmediatamente un agujero que podía ser llenado de diferentes formas y con distintos personajes, algunos ya vistos, muchos otros no.
Fue esa libertad a la hora de ponerse a rodar Better call Saul, lo que permitió crear un universo paralelo perfectamente relacionado con su predecesora, tan detallada y estructurada. La presentación y el desarrollo de los personajes cercanos al ahora lejano Jimmy McGill fue llevada a cabo de una manera lenta y educada, dejando un amplio espacio a cada uno de ellos. Un hermano enfermo mentalmente, la razón por la cual Jimmy cambió por completo su destino; una abogada metódica, el único amor verdadero y la única razón que Saul una vez tuvo, y un narco sádico, la razón por la cual el declive personal y profesional comenzó a verse en la vida de nuestro abogado.
«Vince Gilligan nos ha traído una serie a la altura o mejor que Breaking Bad»
Al analizar estos tres personajes claves, y digo claves ya que, sin bien nunca llegaron a aparecer en Breaking Bad, es cierto que los tres fueron mencionados, directa o indirectamente. Sabiendo esto, nos daremos cuenta de que son ellos, y ningún otro, los mejores y más cercanos personajes del mundo personal de Saul.
Otro aspecto realmente interesante de Better call Saul estriba en el hecho de que (refiriéndome a sus últimos episodios) la serie supo enlazar la verdadera percepción de dos universos legítimos, permitiendo así no dejar ningún agujero en el guion a su paso, por muy complicado que haya sido. Si bien es evidente para cualquier fan de Breaking Bad la complejidad en la estructura interna de sus piezas de ficción, incluyendo la película El Camino, hay que resaltar el porqué: el diálogo, repleto de referencias constantes al final de la propia serie. Un diálogo precioso, ya que verdaderamente logra crear puentes y vínculos entre personajes, aunque estos no tengan que coincidir.
Por ejemplo, fue el camino escrito y pronunciado lo que realmente unió a Kim y a Jesse en una de las mejores escenas de la serie en la magnífica primera temporada, centrada en el pasado de Mike como justiciero, y la relación de Chuck y Jimmy hasta la última, donde ya podemos ver a un Lalo más loco y perdido que nunca. Otro detalle subliminal que realmente consiguió bañar la serie en su tercera ola de éxito fue la reaparición de Walter White.
En resumen, Vince nos ha traído una serie a la altura o mejor que Breaking Bad, que sigue los cuatro pilares que toda serie ha de tener: detalle, composición, actuación y diálogo.