En los últimos años el consumo de tabaco convencional ha disminuido, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sin embargo, estos datos a priori, positivos, se ven enmascarados por un aumento exponencial en el consumo de productos de vapeo y cigarrillos electrónicos por parte de la juventud. Estos dispositivos funcionan a través de una batería que activa un atomizador, por el que pasa el líquido para vapear y se forma un aerosol muy fino.
Soraya Paz, doctorada en Toxicología en la Universidad de La Laguna (ULL), declara que el dispositivo no es más que una mera herramienta para conseguir transformar ese líquido en un aerosol para que sea más fácil su inhalación. «Los riesgos radican en la composición de los líquidos para el vapeo, que contienen sustancias como glicerina, propilenglicol y, en ocasiones, nicotina», expresa.
El uso de este tipo de cigarrillos se ha extendido durante los últimos años entre la juventud canaria. La experta considera que son poco adecuados por diversas razones. «La falta de estudios concluyentes sobre los efectos nocivos a largo plazo de las sustancias que contiene o el riesgo de promover hábitos de vida poco saludables», argumenta. Además, hace que las personas que lo consumen pasen de estos productos al tabaco convencional o a una posible dependencia futura.
Reconoce que «las principales razones por las cuales la población juvenil consume este tipo de productos es por el pensamiento común de que son menos dañinos para la salud y el hecho de ser bastante más económicos que el tabaco». Además, añade que las modas y lo agradable que pueden llegar a resultar su olor y sabor es algo que incentiva a su compra.
«No se conoce el impacto de los vapeadores a largo plazo»
El pensamiento de que este tipo de herramientas son más saludables que el tabaco es una idea muy arraigada entre la juventud. La profesional asegura que «a día de hoy, no concluiría que uno es más seguro o sano que el otro, no se conoce el impacto de los vapeadores en la salud a largo plazo».
La falta de control en cuanto a su venta y la facilidad a la hora de adquirirlos, aumentan los riesgos en menores de edad y facilitan su consumo. «Estas tiendas suelen estar al alcance de todo el mundo, situadas en el entorno de centros de educación secundaria, universidades y zonas de ocio. En ella venden tanto el propio cigarrillo como los líquidos necesarios para su uso», apunta.
La normativa que se encuentra vigente a día de hoy en la Unión Europea no establece grandes restricciones en cuanto a la venta y el uso de estos productos. La experta opina que es algo ridículo ya que se conocen los riesgos para la salud que todas estas sustancias pueden ocasionar a largo plazo.
«Disminuir su publicidad en zonas de ocio juvenil será fundamental para el futuro»
El consumo de vapeadores puede representar un problema de salud pública entre la juventud y acarrear consecuencias permanentes. «Disminuir su publicidad en zonas de ocio y redes sociales puede ser un gran paso para el futuro», recalca. Además, argumenta que así como es importante limitar las ventas en estos entornos, lo es iniciar campañas de divulgación sobre los riesgos de estos productos.
La inhalación de estas sustancias tóxicas representa potenciales riesgos para la salud: cáncer, daños sobre la reproducción o hepatotoxicidad, entre otros. Declara que «es necesario divulgar los efectos de estos productos, en especial en los entornos educativos a través de campañas de concienciación sobre sus riesgos».
Soraya Paz recalca que aumentar los impuestos a quienes fuman puede ser una forma para evadir su consumo. En especial si se considera que se trata de menores de edad que no tienen una capacidad adquisitiva tan elevada. «No es la única medida que se debe llevar a cabo, esto puede llevar a adquirir estos productos en comercios en línea», concluye.