Bailarina, en el IV Certamen de Anabel Melián. Foto: N. Nieves

Arte y deporte

Opinión

La danza, en su esencia más pura, trasciende los límites del escenario y se convierte en un vínculo íntimo entre el alma de quien la ejerce y el universo que lo rodea. No solo involucra movimientos corporales sino que refleja, el esfuerzo, la pasión e historias a través de pasos de baile. Cuando el telón está a punto de cerrarse o los focos de apagarse llega un momento único donde todo eso se ve reconocido, los aplausos. Al cerrar los ojos y recibir esa cálida ola de aprecio cuando una muestra finaliza, lo primero que se refleja en mi mente es el reconocimiento merecido que le dan significado a este arte. Sin embargo, al bajar del escenario, me he encontrado en diversas situaciones, con personas que desconocen la verdadera naturaleza del arte del movimiento y lo desvalorizan con una simple pero significativa frase: «Lo que haces no es un deporte».

«De deporte tiene poco, no necesitas entrenar tanto como deportistas de élite, simplemente te subes a un escenario con un vestuario bonito», son algunas afirmaciones que provienen de gente desconocedora del arte del movimiento. «Quienes son bailarines, son atletas de Dios», dijo una vez Albert Einstein, reconociendo que quien baila debe poseer una conexión sublime entre su yo artístico a la hora de demostrar su pasión y su yo deportista cuando de esfuerzo, técnica y disciplina se trata.

«Se valora más el sudor en el campo de juego»

Recuerdo cuando en el colegio se reían de mí cuando decía que quería ser bailarina. Entre esas risas se oían voces diciendo que los sueños, sueños son, y no son nada más que eso. Oía cómo desprestigiaban la disciplina, que no requería de dedicación ni entrenamiento como cualquier otra modalidad deportiva, que dedicase mi tiempo mejor a ser atleta porque sus entrenos sí eran duros, que fuese jugadora de fútbol o incluso de baloncesto. Vivimos en un mundo donde se valora más el sudor en el campo de juego que la esencia en el escenario. Cualquier disciplina necesita una dedicación constante que quien no la desempeña es incapaz de conocer.

¿Por qué la danza no es más que una afición? Porque demanda tiempo y esfuerzo para alcanzar la excelencia, pero no el suficiente. Convertirse en profesional requiere al menos diez años de entrenamiento intensivo, donde artistas trabajan arduamente para perfeccionar su técnica, fortalecer su cuerpo y desarrollar la flexibilidad necesaria. El entrenamiento profesional es equiparable al de deportistas de alto rendimiento, con jornadas de al menos cinco horas diarias que incluyen clases, ensayos, dietas y entrenos.

«En la danza prima la conexión entre el cuerpo, la mente y el alma»

Es por ello que, cada cuatro años, al desarrollarse los Juegos Olímpicos y ver que la gimnasia artística, la rítmica e incluso la natación artística se consideran deporte, me pregunto: ¿qué tan diferente es la danza cuando estos mismos tienen una base de ballet? El ballet es el estilo cuyos movimientos están basados en el control total y absoluto del cuerpo, donde se recomienda empezar desde temprana edad debido a su grado de dificultad. Además, sin centrarnos únicamente en este estilo de baile, los Juegos Olímpicos de este año en París, denominan deporte al breakdance, que será una nueva categoría.

La danza no es solo un deporte, sino una creación de expresión excepcional de la creatividad y arte del ser humano, donde prima la conexión entre el cuerpo, la mente y el alma. Es un recordatorio de que el arte y el deporte, a través de cada uno de los estilos existentes, pueden fusionarse en una experiencia única que trasciende cualquier límite que la sociedad pueda imponer.

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