El Real Aeroclub de Tenerife ha acogido desde su fundación a infinidad de profesionales de la aviación. En la actualidad muchas de esas personas que han pasado por sus aulas se encargan de pilotar diferentes modelos de aeronaves y en distintos tipos de vuelo.
El Centro cuenta con ocho aviones, que utilizan para la formación de quienes quieran ejercer como piloto privado. Además, se oferta la posibilidad de aprender el manejo de drones para conseguir su certificación, algo necesario ya que con la implantación de la normativa europea de drones el 31 de diciembre del 2020 no se permite su uso sin una acreditación expresa.
Sus instalaciones, ubicadas en el Aeropuerto de Tenerife Norte, cuentan con aulas para impartir las clases teóricas, biblioteca, salón de actos, espacio multiusos y una sala de ocio. La parte curiosa es que la Sede está pegada al hangar donde se encuentran las aeronaves, pero no se permite el acceso directo desde dichas instalaciones. Es necesario entrar al aeropuerto y pasar los controles como cualquier tripulación que vaya a viajar.
Se requieren mínimo cuarenta y cinco horas de vuelo para ser profesional privado
Convertirse en profesional de la aviación de forma privada no es sencillo, para ello se deben superar nueve asignaturas teóricas donde se explica todo lo relacionado con la aeronáutica. Además de aprender el funcionamiento de la navegación aérea es necesario adquirir conocimientos sobre meteorología o leyes. De igual forma, quienes aspiran a conseguir la licencia necesitan realizar como mínimo cuarenta y cinco horas de vuelo. El coste del curso es de 8 663 euros. La matrícula oscila los 1200 euros, cantidad que se puede repartir en mensualidades, y la hora de vuelo ronda los 165 euros sin tasas aeroportuarias.
«Disfruto al ver como cumplo mi sueño de estudiar para ser piloto»
Alfredo León es alumno del Real Aeroclub de Tenerife y confiesa que treinta años después de haber trabajado fuera del sector aéreo decidió iniciarse en este mundillo. «Es algo que adoro desde los diez u once años, pero me fue complicado acceder ya que necesitaba bastante dinero para ello», lamenta. Sin embargo, asegura que «este es mi mejor momento, estoy ilusionado. He formado una familia y tengo a mis hijos que se encuentran a punto de finalizar sus carreras universitarias». El aspirante a piloto afirma que disfruta al ver como cumple su sueño de estudiar lo que siempre quiso.
El estudiante destaca que «poder compaginar el estudio de la la teoría con la práctica de vuelo es algo que me encanta» pues entiende que «la mejor forma de aprender es con el entreno de las habilidades para pilotar». Alfredo explica que considera la aviación como un hobbie y que el siguiente paso que le gustaría dar son los vuelos sin motor, que consiste en que una aeronave remolca a un planeador y lo suelta en un punto exacto para que descienda mediante las corrientes de aire hasta el lugar de llegada.
«Mi meta es quitar el miedo y la ansiedad a quienes quieren estudiar esto»
Para que el estudiantado pueda conseguir sus objetivos es necesario contar con un profesorado específico y experimentado en la materia. Luis Sierra es instructor de vuelo en el Real Aeroclub de Tenerife, lugar donde también se formó como piloto. Comenzó su carrera como docente en una escuela de Latinoamérica en el año 1988 y afirma que «me motivó sentir que facilitaban mi avance como aviador y me cuestioné si yo también podría hacerlo».
Luis Sierra asegura que su papel es fundamental para que el alumnado reciba la mejor formación y la mayor experiencia para saber gestionar los vuelos y maniobrar las aeronaves. Confiesa que «mi meta es quitarle el miedo y la ansiedad a quienes quieren estudiar esto. Llegan con la experiencia de no ser tripulantes y desconocen lo que significa dirigir una aeronave». Además, añade que «mi reto es conseguir que se sientan de forma cómoda y disfruten del vuelo para que aprendan lo máximo posible». Lo más gratificante para Sierra de su trabajo es el observar cómo quienes no han recibido nociones previas sobre aviación consiguen maniobrar un aparato en poco tiempo, así como el encontrarse que estudiantes formados por él sean las personas encargadas de llevarlo en un vuelo regular.
«Me gustaría llegar a pilotar aviones comerciales»
Y es que para conseguir pilotar vuelos en líneas aéreas, es necesario obtener en primera instancia la licencia de piloto privado. Este es el objetivo que algún día le gustaría lograr a Natalia Bruce, alumna del Aeroclub. Su encanto por los aviones la llevó a que soñara con dirigir aparatos comerciales, sin embargo asegura que «cuando era adolescente, a mis progenitores les fue imposible pagarme la carrera» y añade que «ahora que soy independiente de forma económica, pensé en quitarme esa espinita que tenía y poder pilotar aunque sea aviones monomotor».
La futura profesional afirma que lo que más le gusta es el llevar la aeronave, tener contacto con ella. No obstante, asegura que «por mi carrera universitaria siempre estudié mucho pero, tras estar años trabajando, siento que he perdido el hábito de estudio y me cuesta retener algunos conocimientos». Natalia Bruce confiesa que al principio imaginó que era un mundo donde era necesario entrar joven pero, tras hablar con diferentes docentes, conocido que existen personas que empezaron con más de cuarenta años y ahora se han convertido en profesionales comerciales.