Apaga la luz, es el momento de la ternura

Opinión

Kent Haruf escribió la novela corta Nosotros en la noche en uno de esos momentos cruciales de vida, cuando los médicos le comunicaron que debido al cáncer que padecía le quedaban pocos meses hasta su muerte. Logró terminarla y prepararla para su publicación poco antes de su fallecimiento, a los 71 años. Su anterior novela Plainsong fue finalista al National Book Award.

Publicado por Literatura Random House, ha sido galardonado con el premio Whiting Award y nominado a su vez al Nationa Book Award. Lástima que Haruf, al entregar a su editor las últimas correcciones, muriera y no pudiera disfrutar no ya del éxito de ventas y del reconocimiento por ser elegido para estos dos premios, sino de la retroalimentación que su propio esfuerzo por escribir estas ciento veinte páginas en los últimos y dolorosos días de su vida habría significado para él uno de esos momentos en la oscuridad de la noche la mano de su mujer. Momentos que valen vidas.

«Y entonces llegó el día en que Addie Moore pasó a visitar a Louis Waters. Fue un atardecer de mayo justo antes de que oscureciera.Vivían a una manzana de distancia en la calle Cedar, en la parte más antigua de la ciudad, con olmos y almezos y un arce que crecían a lo largo del bordillo y jardines verdes que se extendían desde la acera hasta las casas de dos plantas. Durante el día había hecho calor, pero al anochecer había refrescado. Addie recorrió la acera bajo los árboles y giró ante la casa de Louis. Cuando él salió a la puerta, Addie le preguntó: ¿Puedo entrar a hablar de una cosa contigo?».

Breve, conciso, directo, llano, tierno… Addie Moore y Louis Waters, viudos y vecinos de un imaginario condado de Holt en Colorado, han convivido más de media vida muy cerca el uno del otro. Ella, con la serenidad de los años, con la fuerza que da la rudeza de la soledad y la libertad de no tener a nadie en casa, le hace una valiente propuesta a Louis. Dormir juntos en la oscuridad, por el mero placer de hacerse compañía, en esas horas en las que todo se hace más duro si cabe, donde la sensación de ser es insondable, y hablar durante esas horas, las más complicadas del día. Louis acepta de forma imprevisible, y comienzan sus encuentros de forma delicada. Van transcurriendo esas veladas en las que cada uno comienza a conversar, sin demasiada profundidad, de sus vidas pasadas.

«Resulta difícil entender que una mujer que se presenta tan valiente se pliegue con tanta facilidad al capricho de un hijo»


Sin embargo, un hecho imprevisto, cambia la situación. Jamie, el nieto de Addie, viene a pasar unas semanas con ellos después de que su hijo, con el que no congenia demasiado bien, Gene,  estuviera pasando por una crisis en su matrimonio. Sin embargo, lo que en principio podría haber sido un mal mayor, une aún más a la pareja, y forman una especie de familia de tres con salidas de picnic, dejándose ya ver por el condado, que se ve truncada ante la negativa de Gene que se niega a aceptar esta nueva relación de su madre. Y es tal vez donde la historia flaquee, a no ser que Haruf quiera demostrarnos cómo a día de hoy, el rol de madre y abuela, vinculado al de mujer sometida al hombre, sigue presente.

Resulta difícil entender que una mujer que se presenta tan valiente en relación con el vecino se pliegue con tanta facilidad al capricho de un hijo («Me da igual que te vean. Se enterarán. Alguien te verá. Ven por la entrada principal de la calle delantera. He decidido no hacer caso de lo que piense la gente. Le he prestado atención durante demasiado tiempo… toda la vida. No pienso seguir viviendo así. Por el callejón parece que estemos haciendo algo malo o vergonzoso»)  incapaz de respetar, comprender o escuchar a su madre.

En su forma de estar  redactada, tal vez por la prisa de su autor, no hay transición en los diálogos. Puede resultar extraño, pero consigue una agilidad y naturalidad extraordinaria. Amor en las edades más tiernas, tiernas porque siempre el dolor de la soledad que suele marcar los últimos años de este viaje, si se siente, esconde una necesidad, la de ser descubiertos, compartidos, la de amansar otro corazón solitario, y que amansen los nuestros. Y la vejez es tierna por esto; en realidad sentir el calor de una mano podría bastar. A Addie Moore y a Louis Waters les resurgió no sólo el amor. Resurgieron las ganas de vivir.

 

 

 

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