Ana Labordeta de Grandes nació en Teruel en el seno de una familia en donde la cultura era la protagonista. Comenzó sus estudios de Filología Hispánica mientras formaba parte de la Escuela de Teatro de Zaragoza, lugar donde se dio cuenta de que la interpretación era su gran baza. Continuó sus estudios en Madrid y a lo largo de su carrera ha participado en numerosos proyectos. Sus trabajos más recientes han sido la serie de Netflix Valeria y Madres. Amor y vida, donde interpreta a una enfermera que brilla con luz propia. Pese a su larga trayectoria, la actriz no se olvida de todas aquellas personas que la han ayudado en todos estos años y lucha para que el machismo que impera desde los inicios de la profesión desaparezca para alcanzar, por fin, la ansiada igualdad.
¿Cómo se define? «Empezamos con una pregunta muy difícil, es complicado definirse a una misma. Amo mi trabajo, soy muy amiga de mis amigos, tranquila, pasional, curiosa y sobre todo me considero buena gente. Esto último es algo que intento cultivar en esta sociedad donde va todo tan rápido y, a veces, la empatía brilla por su ausencia».
¿De dónde le nació la vocación para ser actriz? «Nunca he tenido esa aspiración como otras compañeras y compañeros que desde temprana edad sabían que se querían dedicar a este oficio. Es cierto que en mi casa siempre estuvieron muy presentes la música, el arte, el cine y la literatura, entonces yo creo que eso te enriquece y te forma como persona. Llegué a ser actriz por una serie de casualidades, me matriculo en la Facultad de Filología Hispánica en Zaragoza y al mismo tiempo en la Escuela de Teatro, ahí descubro que la interpretación era lo que más quería. Luego ya vine a Madrid a seguir estudiando y comencé mi camino en este mundo».
¿Quiénes han sido sus referentes? «Esta profesión no la puedes hacer en soledad, es algo colectivo. He conocido a muchas personas que me han marcado. Hablando un poco de los inicios, tuve dos profesores muy importantes que fueron los que me hablaron de una escuela en Madrid. También agradezco mucho a todo el Laboratorio de Teatro William Layton, en especial a José Carlos Plaza, que ha sido mi gran maestro. Gracias a él, que más tarde se convierte en el director del Centro Dramático Nacional, comienzo a tener papeles pequeños junto a Ana Belén, Carlos Hipólito… Aprendí a abrir mucho los ojos para nutrirme de ellos. También Lola Herrera y la directora Juana Macías son muy importantes para mí».
«Al estar delante de la cámara o encima de un escenario siento mucha alegría y ganas de compartir el trabajo con el público»
¿Cuál es el mayor aprendizaje que ha obtenido durante su carrera? «Para mí es aprender a conllevar el personaje y mi momento vital. Esto hace que te enfrentes a cada trabajo de una manera diferente. A veces, tu situación personal lo enriquece. También he aprendido a ser humilde y a saber que un buen trabajo depende de muchos factores».
Una de sus series más recientes es Madres, en la que da vida Vicky, una enfermera con mucha fuerza. ¿Qué significa este personaje para usted? ¿Tiene algo especial? «Todos los personajes tienen algo especial pero Vicky es muy importante. Es lo que te comentaba antes sobre los momentos vitales. Cuando interpreté a esta mujer pasaba por un momento muy difícil, yo acababa de quedarme viuda y estaba destrozada y con mucha tristeza. Cuando apareció pensé en la suerte que tuve de que fuese una enfermera porque yo he tratado con ellas tres años en los hospitales. Entonces este ha sido mi pequeño y particular homenaje a todas esas mujeres ángeles que no solo cuidan de las personas enfermas sino también de quienes les acompañan».
Además, por este papel se encuentra nominada a los Premios de la Unión de Actores en la categoría de mejor actriz secundaria en una serie junto a Belén Cuesta y Natalia Verbeke. ¿Qué sensaciones le provocó la nominación? «Me dio muchísima alegría y satisfacción. Estos galardones son de nuestro sindicato, votamos las compañeras y compañeros, entonces, nadie mejor sabe las luces y sombras de esta profesión. Ya que te lo den al final o no, es menos importante, si es cierto que sería la guinda para este personaje en el que puse todo mi amor».
«Los personajes femeninos siempre han estado al servicio del hombre»
¿Cómo valora la situación de la mujer dentro del mundo de la interpretación? «Desde los inicios de nuestra profesión los personajes femeninos siempre han estado al servicio del hombre, hemos sido la mujer de, la amante de, la puta… Esto ya ha mejorado, se han conseguido muchas cosas en cuanto a los papeles protagonistas y la igualdad salarial y, en parte, ha sido gracias al hecho de que cada vez hay más mujeres guionistas y directoras que cuentan nuestras historias y verdades».
¿En algún momento de su carrera ha vivido situaciones machistas? «No. Lo he pensado muchas veces. En cuanto a esto he tenido mucha suerte, me siento muy afortunada, no he sufrido ninguna situación machista con compañeros actores como si han vivido compañeras de profesión. Por eso creo que las mujeres en nuestro trabajo, y en el resto de la sociedad, tenemos que seguir luchando para poder acabar con estas situaciones que nos encadenan».
¿Cree que las actrices están bien reconocidas hoy en día? «Evidentemente no. Hay un problema social y nuestra profesión es el reflejo de esto. Lo que está en valor es lo joven. Las mujeres a partir de los cuarenta años empezamos a no existir, a partir de los cincuenta casi ni aparecemos y a partir de los sesenta ya no te quiero ni contar, y quizás a estas edades es cuando más puedes aportar. Cada vez hay menos papeles interesantes para actrices con cierta edad, pese a todos los personajes masculinos. Por eso Madres para mí es una serie muy valiente, protagonizada por nosotras y donde la mayoría somos de mediana edad y eso es algo digno de admirar».
¿Qué mensaje lanza hoy, 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer? «Que no bajemos la guardia y que nos mantengamos al pie del cañón. Pero si me permites, tengo que decirte algo. Veo en los informativos el conflicto entre Rusia y Ucrania y me inunda la tristeza. Estoy convencida de que si las mujeres gobernasen los países no habría guerras, ya que tenemos algo ancestral donde el valor de la vida es lo primordial».