Álvaro Ruiz es un cantante sevillano o cantaor de trincheras, como prefiere definirse, que comenzó su idilio musical tras sus primeros pasos de vida. Tras casi una década como guitarrista del malagueño El Kanka decidió lanzarse a la carrera en solitario con su álbum debut Ritmo y Compás, sin colaboraciones y con un toque personal reseñable. Con la premisa clara de reciclarse continuamente, presentó en abril de este año La Llorería, una muestra de versatilidad que recorre sus profundidades.
¿De dónde nace la pasión por la música y sus influencias? «Desde pequeño. Tengo familiares músicos y gracias a esta cercanía tuve la suerte de tenerlo muy claro desde los nueve años que agarré una guitarra por primera vez. Para mi construcción como artista han ayudado mucho el flamenco, el rock, el blues, el jazz y el folclore».
¿En qué manera influye su versatilidad musical en sus procesos de creación? «La influencia de nuevos sonidos lo es todo. También soy un gran consumidor nato de espectáculos en directo, por lo que es importante acudir a ellos con papel y boli y estudiar todo lo que se ve y se oye».
¿Por qué se define como un cantaor de trincheras? «Porque así es el flamenco. Lleva intrínseco la palabra calle. Como dice un amigo mío, son muchos años ya en Vietnam».
Le hemos visto en muchos registros musicales distintos. ¿En cuál se siente más cómodo o disfruta más? «El flamenco en su totalidad. Por excelencia. Así como en el bolero y otros estilos chavelescos«.
«Una oda sin cariño a 2020»
Además de su carrera en solitario, durante más de nueve años ha sido guitarrista de El Kanka. ¿Le ha ayudado en su carrera musical y con qué aprendizajes se queda? «Por supuesto que sí. Yo no he hecho la mili por suerte, pero he comido tantos kilómetros y baretos que creo que me la convalidan después de tantos años. He tenido la suerte de conocer a muchos artistas y productores a lo largo de este tiempo. Y Kanka siempre nos ha dejado un espacio para mostrar nuestras canciones en su show. Y eso no lo hace cualquiera».
¿Qué es La Llorería para Álvaro Ruiz? «Un rincón donde vamos todos los llorones a contar y celebrar de alguna manera, nuestras penas. Las del día a día, las viejas y las nuevas. Es una oda sin cariño a 2020».
Estamos en su tercera obra discográfica. ¿Considera que ha alcanzado su madurez como artista? «Me parecería muy ostentoso por mi parte decirte que sí, pues recién acabo de cumplir los treinta y creo que me queda bastante camino por delante. Pero eso no quita que haya visto un gran salto desde el segundo al tercer álbum. Suena mucho mejor, las letras son cada vez más acertadas y la relación con Carlos Manzanares, mi productor musical, es mucho más estrecha. Ya son tres discos bajo la protección de su mano amiga».
¿Es La Llorería su creación más completa? «Hasta ahora así. Pero espero no quedarme aquí y seguir en movimiento. Quiero seguir sintiendo la pasión de descubrir un disco o un grupo nuevo, que me inspire y me lleve a otros mundos».
Lleno tras lleno en salas de España y Latinoamérica. ¿Ha sufrido ese vértigo alguna vez? ¿Cómo se gestionan esas emociones? «Pues he tardado unos quince años en controlar el miedo previo al escenario. Ahora solo me pongo nervioso».
Estas mismas emociones pueden dirigir su carrera musical según las etapas. ¿Cree que es importante dejarse llevar por ellas o centrarse en un estilo? «Por supuesto, bajo mi humilde criterio, creo que hay que dejarse llevar por lo que uno va escuchando nuevamente. Aunque quisiera, nunca voy a lograr ser la misma persona que cuando tenía quince años y me inspiraban otras letras y otros estilos. Creo que a eso mismo le llaman evolución».
¿En qué momento diría que se encuentra? «Aunque vaya por mi tercer disco siempre digo que estoy eternamente naciendo. Imagino que será una cuestión de no querer envejecer».