Hace aproximadamente una década, José María Alfonso, responsable de formación del Centro Público de Educación de Personas Adultas (CEPA) Farola de Santa Cruz de Tenerife y coordinador de la parte educativa en el Centro Penitenciario de Tenerife, conoció a Ernesto Rodríguez, director del Festival Internacional de Cuentos de Los Silos. Tras los encuentros entre ambos surgió la posibilidad de crear un permiso de selección de personas privadas de libertad para preparar un espectáculo con sus historias y, de esta forma, inaugurar el Festival de Cuentos de Los Silos a través de un proyecto que, posteriormente, pasaría a llamarse Palabras Prisioneras.
Andrés González, escritor de literatura infantil, doctor en Educación y profesor de Pedagogía Social en la Universidad de La Laguna (ULL), se encarga de preparar la parte socioeducativa del Festival de Los Silos. «Cuando Ernesto Rodríguez me habló de la iniciativa, empecé a encargarme de las personas privadas de libertad para este acto puntual», comenta y agrega que, en la actualidad, su trabajo consiste en «acompañar a las personas que salen de la cárcel en Los Silos, llevarlas a comer, contarles el patrimonio cultural del pueblo y guiarlas hasta el acto final para que sus palabras prisioneras vean la luz».
Con el objetivo de crear un clima de confianza y respeto en la cárcel, Andrés González asegura que «buscamos que quienes se encuentran en el centro penitenciario, hombres y mujeres, puedan contar lo que quieran y que se les escuche» y, a partir de ahí, «transformar las experiencias en cuentos, leyendas, obras de teatro, ficciones o programas de radio, pero siempre con la palabra como motor».
«Las personas sin cultura no están completas»
El pedagogo asevera que, pese a que la cárcel se encarga de lograr la reinserción social a través de la dimensión terapéutica, «hay que subrayar la dimensión humana del proceso de reinserción porque las personas sin cultura no están completas». Además, a lo anterior se suma la intención de crear una comunidad penitenciaria «basada en la palabra y en la escucha», afirma el experto.
Para Andrés González, «el objetivo, además de que las personas privadas de libertad a la hora de contar sus historias experienciales resignifican su pasado para repensar su presente e imaginar otros futuros, es que la sociedad reflexione sobre cuáles son los contextos que propician y favorecen las situaciones delictivas».
Palabras Prisioneras es una metáfora que hace referencia a «palabras encerradas. Historias que se han quedado dentro, pero deben salir», subraya el docente. Y es que, en palabras del experto, «cuando no contamos ciertas cosas, se quedan dentro y se pudren. Yo tengo la sensación de que muchas de las personas que están en la cárcel están ahí porque nunca nadie las escuchó».
Pese a que en la sociedad «ya no escuchamos a nadie y vamos a toda velocidad», González piensa que «es importante que lo que se escribe sea escuchado». El punto de partida es que «esas palabras prisioneras tengan un espacio. He tenido la sensación de que dentro de la cárcel nos escuchamos más que en la vida personal o profesional», expone el profesor que, además, explica la importancia de escuchar a través de Momo, un libro de Michael Eiden: «En el libro hay una niña que es superheroína porque escucha a la gente y cada vez que escucha a alguien le devuelve la dignidad».
«Queremos devolver la confianza a las personas para, así, reconstruir»
Según González, «cuando alguien escucha a otra persona hace que se sienta digna y Palabras Prisioneras tiene que ver con una especie de santuario en el que paramos el tiempo». Asimismo, agrega que «lo que se revierte es recuperar la dignidad, la autoestima, el autoconcepto y devolver la confianza para reconstruir».
En una sesión normal, «vamos buscando a las personas privadas de libertad de todos los módulos y nos abrazamos, saludamos y hablamos», comenta Andrés González. Después, «formamos un círculo de unas cincuenta sillas en el escenario del salón de actos y, tras preguntar quién ha escrito algo y quiere leerlo, escuchamos las historias, hablamos de emociones, cómo podrían mejorarse y en dónde podrían encajar».
A raíz de esas historias y conversaciones colectivas, surgió la idea de sacar un libro titulado Palabras Prisioneras con Diario de Avisos en el que se recogen más de cincuenta experiencias ilustradas, locutadas y con manuscritos. «Uno de los días, Gueye, un chico senegalés, nos contó su historia en el cayuco. Ahora nos estamos preparando para grabar una ficción sonora de diez capítulos», comenta Andrés González, a esto se suma que «cuando nos leen un buen texto, los mandamos a la radio para que el resto de personas que están presas lo escuchen».
Con Palabras Prisioneras «recupero la sensación de libertad que me quita estar con el móvil», reconoce el pedagogo y asegura que «es una experiencia maravillosa y la sensación que me transmiten hace que el momento de ir a la cárcel se convierta en uno de los mejores de la semana». Recuerda, además, la satisfacción que siente con el trabajo realizado: «Hay un señor, de unos 65 años, que el otro día leyó su primer texto porque no sabía escribir, pero aprendió hace seis meses».
«Hemos vencido la resistencia natural»
Desde hace casi cuatro años, el proyecto Palabras Prisioneras cuenta con el soporte de la ULL y de un equipo de investigación en Pedagogía que le da cobertura académica. «Es verdad que ha habido prevención hacia toda aquella actividad formativa que no forme parte de los itinerarios de formación profesional o de los itinerarios académicos obligatorios, pero hemos sido responsables para darle coherencia al proyecto», asevera González.
Desde su punto de vista, la idea es «ser un complemento y no una amenaza. Fortalecer lo que ya se está haciendo y, en ese sentido hemos vencido la resistencia natural, que es la desconfianza hasta que te conocen» y añade que «hemos pasado de ser algo coyuntural a ser algo casi estructural en la situación penitenciaria».
Andrés González destaca que escuchando las historias «me he dado cuenta de lo absurdo que soy al preocuparme por tonterías». Y, aunque «una situación penitenciaria no deja de serlo, con Palabras Prisioneras respetamos el cometido al cien por cien y, actualmente, casi un 25 % participa en el proyecto», algo que antes, según el pedagogo, «era impensable y transmite una sensación muy poderosa».