La pena de muerte es una de las mayores contradicciones de nuestra sociedad. En los últimos años, son muchas las que se han dado, pero esta, en particular, es la que más me llama la atención. A la par que surgen movimientos multitudinarios en defensa de los derechos fundamentales de todo ser humano, se aprecian países en los que, por ejemplo, esta pena sigue estando vigente y siendo utilizada. Es algo que, de verdad, no me acaba de entrar en la cabeza. Es increíble que en un siglo en el que prima la defensa de los derechos humanos, como nunca antes se había hecho, se vulnere el fundamental, el de la vida, de manera tan descarada.
En el Mundo hay 194 países, de los cuales, 88 permiten legalmente dicha práctica, y, muchos de ellos, no son lugares que tengan un dictador a la cabeza. Todo lo contrario, en Estados Unidos, «la cuna de la democracia», se permite. También en Japón, Rusia y China, entre otros. Es más, en esta última es donde más ejecuciones se realizaron en 2017. Según Amnistía Internacional,de las 993 realizadas, el país asiático aglutina el 84 % de todas ellas. Aunque, bien es cierto que, a pesar de estos datos escalofriantes, la tendencia es decreciente.
Un tema, que siempre me ha hecho gracia, es la hipocresía política, y esta salió a relucir, en su máximo esplendor, con los actos del pasado 11 de noviembre en París para conmemorar los cien años del fin de la Gran Guerra. Se reunieron cerca de setenta líderes mundiales. Todos, por supuesto (¡qué locura pensar lo contrario!), rechazaron los atroces crímenes cometidos en aquella reyerta, pero al día siguiente, cogen un avión y de vuelta a su país, donde se ejecuta a gente por haber cometido actos horrendos (cosa que no defiendo) pero a los que privan del derecho a la vida, algo fundamental.
El que más me llama la atención, sin duda alguna, es el país americano. Cuenta con 50 estados federales y en 31 de ellos se permite el castigo capital. Además, de los diez territorios más grandes de Estados Unidos, hay ocho que aplican esta última pena, pero lo peor aún, es que no solo utilizan inyecciones letales; también cuentan con cámara de gas, silla eléctrica, fusilamiento y horca. ¿En qué siglo estamos? Pero el tema no queda ahí. Desde 2017, los partidarios por esta práctica han aumentado, llegando al 54 % de los americanos que apoyan fervientemente este tipo de justicia. Si lo quieren llamar así.
Y no vale el argumento de que «los condenados han cometido crímenes horribles e inhumanos». Cierto, pero el fin no justifica los medios. Defendemos la justicia como la búsqueda de la rehabilitación de los condenados, y con estas condenas no se da pie a reinserción alguna. Seamos coherentes y comencemos a darnos cuenta de que las sociedades evolucionan, y con ellas, han de hacerlo los sistemas antagónicos.