Unas fotografías de objetos decorados con esquemáticas pintadas, propias de una naturaleza primitiva, ancestral y religiosa, lucen sobre las paredes del despacho de Francisco Díez de Velasco, historiador de religiones y catedrático de Historia en la ULL. Dotando a este espacio de un carácter pintoresco y extraño al resto de rincones consagrados a la investigación y docencia universitaria. En este caso, no solo presenciamos estanterías rebosantes de libros o papeles desparramados, de forma arbitraria, sobre el escritorio. Entre estas cuatro paredes se evidencia la existencia de un apasionado por la trascendencia.
«Las religiones son como dragones. Poseen una multiplicidad de facetas y de posibilidades enorme. Desde capacidades liberadoras hasta esclavizadoras, pueden producir calma social o transformaciones sociales», explica el docente acerca del rol que han desempeñado las diferentes corrientes religiosas desde su origen.
Además, puntualiza que elaborar un análisis detallado del papel de estas exige ceñirnos de forma muy específica a un contexto determinado. También, comenta que esta cuestión pertenece a esas que arrugan el entrecejo y aunque transcurran «varias vidas, no la contestas».
«Debería incluirse una asignatura aconfesional sobre las diferentes creencias que sirva para entender mejor el mundo contemporáneo»
Díez de Velasco es coordinador, desde 1994, del grupo de investigación Historel de la ULL centrado en el estudio de las minorías religiosas en España y su diversidad. Cabe mencionar, que a partir de 2005, los miembros de la agrupación comenzaron a interesarse por las minorías religiosas en Canarias. Dando lugar a la publicación de múltiples libros y proyectos dedicados a esta temática. El colectivo ha impartido diversos seminarios en la ULL acerca de la historia española del judaísmo, el budismo o la iglesia ortodoxa. Este último fue tratado el pasado viernes 3 de mayo en uno de sus eventos y contó con la colaboración del secretario de la Asamblea Episcopal Ortodoxa de España y Portugal.
También, el grupo aboga por la implantación de una enseñanza religiosa no-confesional y el docente afirma que es una de las cuestiones que más han trabajado. «Debería incluirse una asignatura aconfesional de las religiones que sirva para entender mejor el mundo contemporáneo, que está caracterizado por la enorme diversidad de creencias», detalla el profesor. En 2006 la agrupación desarrolló un recurso de e-learning para explicar todas las doctrinas religiosas que han surgido a lo largo de la historia. La herramienta está accesible en la web del Ministerio de Educación y recibió el tercer premio CNICE, ese mismo año.
«Nuestra forma de entender la realidad nos la ofrece la ciencia»
El investigador comenta que desde siempre le ha interesado la historia y las religiones. A lo que añade que en España, cuando él estudió, había un desarrollo de estudios teológicos, pero no tal y como él concibe esta disciplina, que es una materia no confesional. Y dice lo siguiente: «Cuando yo estudiaba, la Universidad Complutense de Madrid era el único sitio donde había una asignatura de Historia de las Religiones». Además, expresa, junto a una tímida sonrisa, que no ha escrito ninguna línea que no verse acerca de esta área de estudio. «Es un campo que me parece fascinante. Permite muchísima investigación y una dedicación que tiene un impacto social bastante destacado», detalla el profesor.
El desarrollo científico y el surgimiento de la modernidad han generado diversas consecuencias sobre el sector religioso. Díez de Velasco explica que «hay una tendencia al desencantamiento del mundo, a no verlo a través de los ojos de las narraciones tradicionales de las religiones. Nuestra forma de entender la realidad nos la ofrece la ciencia». Por lo tanto, argumenta que, en la actualidad, las religiones pierden capacidad de influencia sobre el pensamiento de la gente. Y el universo de las narraciones religiosas es un espacio encantado, en el que el misterio y lo sobrenatural prevalece.
Finalmente, subraya que cada vez ha menos militantes religiosos pero que, no obstante, «no se pierde el deseo de trascendencia».