Hacía ya mucho tiempo que había cerrado el candado,
recuerdo incluso tirar la llave,
perderla, enterrarla…
Con la convicción de que nunca más me abriría,
cerré el maldito candado y tiré la maldita llave.
Lo hice por rabia,
ira,
enfado.
Lo hice por miedo.
Creí que ni el mar ni la tierra
me devolverían esa pieza de metal,
pero lo han hecho.
¡Dichosos caprichos de la madre naturaleza,
maldita!
Maldigo tu fuerza e ímpetu,
y tus ganas de romper esquemas;
maldigo tus órdenes sigilosas
que debo acatar como si fueran propias.
Hoy te odio,
te bajo del trono.
Coge la llave de nuevo
y no me la des otra vez.
Trágate el metal que me abre,
no me lo des ni a mí ni a nadie.
Que tengo miedo, ¡maldita sea!,
miedo de abrirme yo
y recordar las heridas de Pandora.