Carlos Jorge Ripper defendió su tesis (Síndrome confusional y su valor en el paciente séptico y no séptico) este pasado 14 de julio en el Salón de Grados de la Facultad de Ciencias de la Salud. El síndrome confusional agudo o delirium es el trastorno y disfunción orgánicos de las funciones cerebrales. Fue reconocido clínicamente en 1980 y genera una alteración transitoria o global de la conciencia. La edad (mayores de 60 años), el abuso de alcohol, el daño cerebral previo (demencia, ACV, tumores…), la comorbilidad orgánica o el historial previo de delirium son algunos de los factores predisponentes más importantes y observados.
Tras un estudio exhaustivo, con un muestreo de 119 pacientes y un tiempo medio de seguimiento de 484 días, Carlos Jorge muestra en su trabajo un fenómeno trascendental: el día 3, esto es, “si los pacientes presentan mejorías al tercer día, la mortalidad será del 2 %. Si los síntomas se mantienen o empeoran, el índice se dispara al 40 %”.
Para formar parte de la muestra, los individuos debían cumplir, como mínimo, uno de los siguientes requisitos: alteraciones de la atención o del nivel de conciencia, desorientación, taquicardia, hipersensibilidad a los estímulos visuales y auditivos, fenómeno de sundowning, inversión del ritmo sueño, alucinaciones…
El nuevo doctor en Medicina, que lució un elegante traje oscuro con camisa blanca y corbata roja, también concluyó que las altas temperaturas corporales guardan relación con una recuperación más temprana y un índice de mortalidad inferior, donde también intervienen factores de riesgo como el estado de nutrición y la fragilidad, el deterioro cognitivo y la capacidad para generar una respuesta inflamatoria.
Tras la defensa, los directores de la tesis, María Remedios Alemán Valls y Francisco Santolaria Fernández, se miraron con complacencia. Esa complacencia que se enreda en el estómago cuando el trabajo está bien hecho. El tribunal, por su parte, reconoció la exhaustividad y brillantez del trabajo realizado.
Antes de abandonar la sala, la doctora Conde, miembro del Tribunal, lanzó una última pregunta: «Si dispusiese de los medios adecuados, ¿continuaría estudiando esta patología?». Jorge Ripper, exhibiendo una ligera sonrisa, contesto afirmativamente, pues «mi objetivo es aumentar el número de pacientes para establecer un patrón del comportamiento del delirio. 119 son muy pocas variables”.