David Loyola es doctor en Artes y Humanidades. Actualmente es docente en la Universidad de La Laguna y miembro del Grupo de Investigación de Estudios del Siglo XVIII (HUM-139) y, además, es investigador posdoctoral en la Universidad de Cádiz. Especializado en las migraciones decimonónicas españolas, por lo que ha colaborado en más de una decena de publicaciones relacionadas con la literatura de la primera mitad del siglo XIX y la temática del destierro, así como en diversos proyectos de investigación.
¿Qué le motivó a especializarse en las migraciones decimonónicas españolas? «El estudio surgió a partir de un proyecto que le concedieron al grupo de investigación al que pertenezco en la Universidad de Cádiz sobre las migraciones políticas y su relación con la literatura en este periodo. Nuestra intención era analizarla y relacionarla con la temática del exilio. A partir de ahí conté con un contrato vinculado a ese proyecto de indagación y me uní».
¿Cuál es el impacto de la literatura del exilio en la comprensión de la historia en esta época? «Es un elemento fundamental para entender el devenir de los acontecimientos políticos que se produjeron incluso hasta comienzos del siglo XX. Las disputas entre quienes defendían el Antiguo Régimen y abogaban por un planteamiento más absolutista frente a la visión del Nuevo Régimen, un sistema constitucional que luego pasó a democrático para que la soberanía resida en la nación y no en el rey».
«Hay cuestiones que vamos solventando gracias a las nuevas tecnologías»
¿Cómo ha evolucionado el interés académico en la temática del destierro y la migración durante los últimos años? «Uno de los grandes investigadores de las migraciones políticas, principalmente del Liberalismo, es Vicente Llorens, un exiliado republicano de 1939. Una de sus obras, Liberales y Románticos surge con la necesidad de conectar su experiencia en el destierro con vivencias previas en la historia de España. En los últimos años, este libro ha generado nuevas aproximaciones a este bagaje».
¿Cuáles considera que son los mayores retos al investigar y publicar sobre la literatura de la primera mitad del siglo XIX? «Hay cuestiones que vamos solventando gracias a las nuevas tecnologías. Aún así, para el desarrollo de este tipo de informaciones hay que acudir a archivos que se encuentran en la Biblioteca Británica o en la Biblioteca Nacional de Francia. Sin embargo, hay aspectos que todavía no han sido tratados en profundidad o con una perspectiva amplia. Como el caso del carlismo en la expatriación, una línea que también es interesante seguir para el futuro».
¿Cuáles son los principales enfoques de investigación que han desarrollado desde su grupo y cuáles han sido los hallazgos más significativos hasta la fecha? «Entre los diferentes proyectos que hemos desarrollado en estos últimos años nos hemos centrado en la cultura española en el exilio durante el primer tercio de esta etapa. Además, gracias a la financiación del Ministerio de Innovación, Ciencia y Universidades, creamos un proyecto de almanaques literarios del siglo XVIII y la evolución de estos como género o subgénero periodístico y literario, que es el estudio que queremos llevar a cabo en un futuro».
Destacan entre sus obras las coediciones de La voz del desterrado y Las musas errantes. ¿Cuál es la importancia de estas y cómo contribuyen a la comprensión del aislamiento español del siglo XIX? «Las dos forman parte del proyecto de indagar sobre la cultura española deportada. La primera de ellas plantea rescatar y ofrecer al público lector una serie de textos enlazados con el fenómeno del destierro desde diferentes perspectivas mediante imágenes que reflejan la partida, la llegada y la vida en tierra ajena, la visión de España desde el extranjero y el retorno a la patria. Con respecto al otro volumen, esta edición coeditada con mi compañero Alberto Romero, fue un trabajo colaborativo con otros investigadores, historiadores, filólogos y expertos en arte con la intención de plantear otros puntos de vista de acuerdo con el suceso del exilio».
«El alumnado desconoce la posibilidad de dedicarse a investigar»
¿Cómo considera que su participación en conferencias y eventos relacionados con su ámbito de estudio ha fortalecido su práctica y conexión con la comunidad académica? «Creo que la participación en congresos, eventos científicos o seminarios es imprescindible para quienes están en el proceso de formación, en la elaboración de una tesis doctoral o en un periodo posdoctoral. En primer lugar, para conocer en qué se está trabajando, abordar nuevos enfoques y para el desarrollo de quienes se dedican a la investigación futura. En muchas ocasiones, el alumnado que no está familiarizado con este tipo de encuentros científicos desconoce la posibilidad de dedicarse a investigar».
¿Cuáles son sus perspectivas futuras en cuanto a planes de indagación o áreas de interés que le gustaría abordar? «Ahora mismo hemos solicitado un proyecto para la última convocatoria sobre el almanaque del siglo XIX. Consideramos que es un asunto de interés para rescatar parte de un patrimonio cultural que ha quedado excluido por considerarse una publicación menor. Por otro lado, he participado también en un trabajo sobre el teatro galdosiano, un análisis que puede dar muchísimos frutos en un futuro próximo, ya que a Galdós se le conoce como un gran autor de novelas, pero su teatro siempre ha estado relegado a un segundo plano».